LA CEREMONIA
El tiempo pasaba, el hambre se hacía sentir y nada que se moviera, las calles estaban casi desérticas, todos habían buscado algún refugio pues no se aguantaba el sol, estaba tan caliente que parecía que lo iba a derretir a uno.
Ya era bastante pasado el mediodía y nada, todo seguía igual, estaban confesando a todos los que iban a confirmar, eran cientos entre muchachos y muchachas, había que esperar, otra espera calculada.
Quedaba una bolita de pozol que nos la dividimos y comenzamos a disolverlo en agua dentro de la jícara para luego beberlo, era una delicia, pues lo único que se encontraba para tomar eran refrescos, otros de los vicios que se veía entrar con la llegada de la «civilización» a estas tierras, lo que antes se reservaba para las fiestas importantes al igual que el «posh», el aguardiente ahora era mucho más cotidiano.
Con eso que el gobierno ya daba una mensualidad por diferentes causas, el dinero circulaba más y por lo tanto todo lo chatarra comenzaba a florecer en las tienditas, había poder adquisitivo y una creencia que eso subía el status pues ya eran más parecidos a los de la ciudad y los niños inmediatamente eran enganchados y el mercado expandía sus dominios, mientras ellos engordaban y con mucha facilidad se volvían adictos.
La campana de la Iglesia comenzó a repiquetear, dando aviso que ya se iba a partir al campo donde se celebraría la Confirmación, la entrada a la comunidad cristiana por su propia voluntad de todos esos adolescentes que se encontraban reunidos para recibir del mismo Obispo el pasaje.
En cierta forma se unía con los criterios de la entrada a la adultez dentro de la comunidad pues no existía la adolescencia dentro de su sociedad, ahora era el momento de dejar de ser ya un niño y empezar a pensar en cómo resolver la vida, en formar familia, en volverse independiente.
Desde la iglesia salió el grupo que abre la procesión, la copalera, la que lleva el Cristo, los músicos, los tuhuneles que son los encargados espirituales dentro de la religión católica, con su estolas bordadas mostrando el trabajo de la región, el obispo rodeado de los principales que eran los más ancianos de la comunidad los que guardaban con ellos el conocimiento de los ritos y las ceremonias que venían desde siempre, aun antes de que llegaran los españoles.
Al son de la flauta y los tambores fue la procesión andando al paso que marcaba ese ritmo que hipnotiza y hace que uno se meta en el fluir de ese río de corazones vibrando al mismo son, pues por el momento lo que los hermanaba a todos era esa fe.
Muchas mujeres aguardaban bajo los techos para encontrar algo de sombra que las cobijara, más allá que estaban lejos de donde se realizaba la ceremonia, lo que significaba que si querían seguirla tenían que someterse a estar bajo el sol.
Ahí comenzaron los comentarios que despertaban muchas risas sobre por qué el Señor Obispo y a quienes lo acompañaban le habían hecho un techo y a ellos no, que si eran menos o él más, y las risas se desataban, que también tenían que estar en las mismas condiciones que ellos, pues si no como iba a saber lo que estaban sufriendo los cristianos y nada que se apurara, ellos muy tranquilos descansando y comiendo mientras que ellos esperaban que terminaran en el sol caliente.
Así hablaban y esos comentarios y otros que se entrelazaban soltaban la risa, la cual para ellos era alegría y les gustaba mucho el hacerlo, era una forma de descargarse, de lograr endorfinas, para hacer resistencia a todas las inclemencias y situaciones a que la vida los llevaba, pues en cierta forma sus códigos eran muy otros.
Los futuros confirmados con sus respectivos padrinos ya estaban formados desde hacía un muy buen rato, a ellos no les tocaba ningún techo, ni podían buscar refugio bajo una planta o un árbol, ellos tenían que resistir, no les quedaba de otra, así se habia dispuesto.
Ya se les veía venir cruzando el arco de bienvenida, de entrada a ese campo que en ese momento se volvía lugar sagrado, más allá que al otro día regresara a ser lo que era o se hiciera algún distintivo para dejarlo como huella de lo que allí había sucedido.
La luz de la veladora la encabezaba, seguida por el Cristo y el aroma embrujante del copal, todo iba creando la atmósfera.
En eso se estaba, todos habían tomado ya el lugar que les correspondía, el Señor Obispo daba comienzo, todos compenetrados, absortos en las palabras que salían de su boca, cuando de repente el cielo comienza a nublarse, se va tapando, el sol desaparece y la lluvia se descarga.
Todos salen corriendo, a refugiarse, riendo y sin dar crédito de las cosas que estaba haciendo el tiempo, los comentarios no se demoraron, qué era eso, primero el sol ardía y ahora se desplomaba una lluvia que los empapaba y empezaba el frío.
Ahí todos se quedaron esperando, que el cielo permitiera seguir con la ceremonia.
Nuevamente a juntarse y bueno seguir en donde se había dejado, pues así era la vida, de repente detenía el proceso en que uno estaba y lo metía en otro, para luego volver al mismo lugar y partir de él.
Los principales comenzaron a hacer la ofrenda, la oración a la Madre Tierra, a besarla, antes que comenzar con cualquier rito, primero era ella.
Los confirmados esperaban, los familiares que podían se habían ido a guarecer nuevamente en los techos mientras acababa esa parte, para regresar luego.
En eso se estaba cuando se escuchó un trueno muy intenso que hizo eco en la cañada y parecía que se fuera reproduciendo sin detención, un grito del cielo que dejó a todos mudos y sin mediar ninguna señal la lluvia comenzó a caer con mucha más soltura, lo que provocó la estampida, las risas, los comentarios y el sentir que en un momento era como si fuera una gran broma lo que estaba pasando.
Todas las autoridades que estaban bajo el techo quedaron mirando como todo se desbarataba, sin poder hacer nada frente a ese acontecimiento.
Lo único que quedaba era esperar el designio del cielo, saber con lo que iba a salir, pues en la vida la mayor parte de lo que sucedía eran imprevistos cuando se creía que debería ser de una determinada manera, situaciones que salían fuera del control.
Los techos estaban colmados, en algún que otro quedaba un poco de espacio para refugiarse, sobretodo en los que estaban más lejanos.
La lluvia lentamente comenzó a ceder, no había parado del todo, del techo comenzaron a llamarlos para que regresaran y poder seguir con la ceremonia.
Sin embargo se tomaron su tiempo, no había urgencia y estar parados mojándose tampoco estaba bueno.
Con paso calmo fueron regresando a la formación.
Los niños mientras tanto ya tenían qué observar y con qué jugar, unos sapitos que con la lluvia salieron a refrescarse y dar la vuelta y todos ellos encantados los miraban esperando a ver que era lo que hacían, para donde agarraban.
Así después de la ofrenda, de las oraciones de apertura vino la propia confirmación.
Con su padrino o madrina detrás de ellos con la mano derecha apoyada en el hombro, los candidatos esperaban que el Señor Obispo pasara a su lado, mientras el Monseñor toca a cada confirmante en la cabeza con los dedos, lo llama con su nombre, para unguirlo con el santo crisma ese aceite de oliva símbolo de la fuerza y ese bálsamo que muestra el aroma de la vida cristriana.
«Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo»
son las palabras.
Después de terminado el sacramento, el Obispo cantó una oración y bendijo a todos los nuevos confirmados.
Todos se hincan en el suelo mientras rezan una serie de plegarias en una total entrega,
Una vez acabado el rezo que se escuchaba como una sola voz, cientos se preparan para recibir ese Pan de la Vida, que pocas veces han tenido acceso, cuando la comunión fue su primera vez y ahora, pues el tuhunel no está capacitado para otorgarlo.
Es algo a lo que no están acostumbrados más allá que cada domingo concurren al rezo, sin faltar a él, es el espacio en donde toda la comunidad se congrega, donde muestran esa fé sincrética que los une y los centra.
Una vez terminado con los confirmados y su padrinos, quien quiera puede pasar a tomar el sacramento volviéndose un espacio en donde los que quieran comulgan y por ello se forman las largas filas.
Y así se llegó el final, ya comenzaba a obscurecer y todavía faltaba el camino de regreso, había sido un día agotador, todos se reían arriba de la redila, mientras la brisa helada acariciaba la piel.
El hambre y ese medio ayuno forzado era uno de los temas, la lluvia, las diferencias, la espera infinita y así entre risas se llegó a la comunidad, donde un fogón calientito esperaba para cobijo de los hambrientos y congelados cristianos.
Eso sí, ese plato de frijolitos calientes acompañados de café y tortillas supieron a gloria, una gran fiesta, un manjar delicioso y mientras lo degustaba, agradecía .
FIN
SURESTE DE MÉXICO
ABRÍ MI PÁGINA DE FACE
¡ECHALE UN OJO!
TE INVITO A QUE VISITES EL BLOG
puedes encontrar otras entradas que te interesen.
GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Muy buen relato y con mucho detalle. Parece que el cielo no estaba muy por la labor de ayudar a los que recibían el Sacramento dándoles un tiempo tranquilo y apacible. Menos mal, por lo que cuentas que ellos lo tomaron con risas y alboroto. Saludos 😘
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias, por como se lo tomaban parecía que les estaba dando momentos de diversión, un abrazo grande
Me gustaMe gusta
Pues sí, los acontecimientos externos nunca están bajo nuestro control pero ellos se lo toman con mucho humor y alegría.
Un abrazo, Themis
Me gustaLe gusta a 1 persona
No quedaba de otra o lo tomabas así o te desesperabas y había que aprovechar el momento. Un abrazo grande
Me gustaMe gusta