EN LA ESPERA
La quietud se había instaurado, el reposo, el poderse uno «volar» sin tener pendientes, estaba el permiso otorgado.
Las calles del pueblo se estaban quedando desérticas, después de un tiempo en donde cientos de personas deambulaban por ellas, el Hermano Sol había llevado a todos a buscar cobijo bajo algún techo que encontraran para poder resistir el calor que emanaba.
No había nada para hacer hasta que llegara el Obispo con su comitiva, se estaba en la etapa de la espera calculada.
Había que aguardar el acontecimiento que seguía y la verdad era difícil de determinar el tiempo que insumiría, no dependía de los presentes, por lo tanto solo había que estar atentos a la señal que haría que la reacción se desatara y era la que lanzaría el movimiento.
La mejor decisión en esa instancia era no desesperar y tomar la situación con humor, la agitación y la impaciencia no eran buenas consejeras, mejor aprovechar el momento para compartir con otros o con uno mismo. Eso sí, sin perder la atención pues en cualquier momento había que reaccionar y no se admitía demora.
Uno aprende y desarrolla la paciencia, a frenar a esas fuerzas perjudiciales para que el evento se desarrolle en paz, como cuando el hambre empieza a arrechar y el estómago de uno no está acostumbrado y se resiente, reclama y clama, se niega a la realidad, para darse cuenta luego que bueno sería que el cuerpo se acostumbre a los dos parámetros y dentro de ellos se maneje, como que se descubre que aunque se pueda no es saludable consentirlo, sino darle de vez en vez una dieta de ayunos o medio ayunos, pues es muy buen aprendizaje y lo limpia de toxinas.
Lo mismo es con la paciencia habría que desarrollarla desde niños, sin embargo cada día se prescinde más de ella, todo tiene que ser en el instante y eso crea ansiedades innecesarias, se vive en el acelere, con todos los males que ello conlleva.
Ahí andábamos en la espera cuando de repente se siente que la situación se empieza a mover, había algo que anunciaba la preparación para partir daba el aviso que el el obispo estaba cerca.
Las banderas, los músicos, la copalera se fueron juntando para encabezar la marcha.
Hasta que en un momento partimos a la carretera a recibirlo. Al llegar se formaron todos en el camino en dos grupos hombres por un lado y las mujeres por otro, para ser saludados por el Monseñor.
Los niños buscaban ser fotografiados y mientras se acomodaban pasaban frente a la cámara, muchos haciéndose los desentendidos o quitándose el miedo, como quien dijera atreviéndose.
Ahí venía el esperado, entrando, con su báculo en la mano, bendiciéndolos a todos y saludándolos.
Muchos se acercaban a hablarle, él se detenía unos instantes para seguir luego el camino.
En esa estaba sacando fotos pues el permiso era total cuando se me acerca alguien que me dice algo así como que fotos al obispo no, la verdad que no entendí mucho, solo pensé: «otra vez y ahora de quién se trata», no era de la comunidad, antes de siquiera poder ver quién era, escuché una voz que decía que había permiso acordado por lo tanto lo podía hacer.
La fotografía se había vuelto un problema, generalmente lo es, como que hay que pagar derecho de piso o tener un buen padrino, más allá que seguí, ya sin prestarles mucha atención, pues sabía que en el momento que algo lo impidiera me lo advertirían las autoridades de mi pueblo que en ese evento eran una no se dividían por bandos pues era la defensa a alguien de ellos, hasta que al fin, todos se acostumbraron a verme o mejor dicho ya no me veían más como algo diferente y como fotógrafa me movía por donde quería, eso si enfocada en lo que estaba sucediendo.
Ya todos listos, habiendo terminado los saludos, se emprendió la marcha hacia el pueblo, con la música de tambores, flautas, violines, guitarras.
Ya como que todos se habían calmado con las fotos y poco a poco se iban relajando y algunos hasta posando.
Los que daban la nota eran los niños, como el que encabeza la marcha, colocándose adelante sin ningún problema o las pequeñas niñas que están detrás con un gesto una de ellas de taparse la boca y reír tímidamente.
Esas dos niñas daban vueltas y vueltas alrededor, pero les ganaba la vergüenza y también el miedo, tal vez era algo muy nuevo para ellas, lo que era más quizás nunca habían visto una cámara, para muchos era toda una experiencia el verse reflejados en la pantallita de la misma, cuando les mostraba la foto muchos pegaban un grito de sorpresa, pues no se la habían imaginado que se verían.
Las niñas poco a poco se van atreviendo y dejan de preocuparse por la cámara, mientras que otro niño que también andaba en los alrededores pasa corriendo por delante del lente.
Chistosos esos juegos con los pequeños, lo que se mueve entre la curiosidad y el miedo, más cuando se habla idiomas diferentes y tal vez nunca habían visto a un extranjero.
Los tambores y las banderas pasan, uno de ellos se atreve a mirar fijamente a la cámara.
Así andando se llegó al pueblo donde el Obispo dio un mensaje y bendijo a toda la concurrencia.
Luego acompañado de las banderas y los tambores se dirigió a la Iglesia donde se realizaría parte de la ceremonia a cargo de los tuhuneles, como dicta la costumbre.
Los tambores y la flauta emitían esos ritmos sincronizados y dulces, que junto al copal y a la atmósfera se encargan de elevarla a un momento mágico y de transportación del alma.
El obispo les dirige la palabra a los tuhuneles quienes lo escuchan muy atentos y se preparan para comenzar con el ritual de la oración y la bendición.
Uno de ellos el de la comunidad de acogida fue derramando las gotas de agua bendita sumergiendo el hisopo elaborado con las hojas de una planta dentro de la taza de florecitas que tiene en sus manos dejándolas caer sobre las velas y las flores.
La bendición y el permiso ya se había solicitado, ahora venía nuevamene la espera hasta que se resolviera dar comienzo al acontecimiento principal: la Confirmación.
Cuando la campana sonara, dando aviso que la procesión partía hacia el campo en donde se realizaría el evento y donde todos los confirmantes estaban esperando la llegada de la vela, el Cristo, el copal, los tuhuneles, el Señor Obispo, los Principales a ese espacio en donde se realizaría el pasaje de todos esos jóvenes a la comunidad cristiana, volviéndose en ese instante sagrado, que luego lo mantendrían como tal o plantarían algún árbol para dejar la huella plasmada del acontecimiento ahí celebrado.
SURESTE MEXICANO
(CONTINUARÁ….)
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Me gusta la primera y segunda parte y cómo vas describiendo los detalles, sumerges al lector en el acontecimiento que vas narrando. Buenos días y saludos
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Gracias, es lo bonito, mientras se recrea y explora el acontecimiento sentir al lector junto a uno. Un abrazo grande y un hermoso día.
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Me gusta cómo cuentas estas ceremonias.
Es muy cierto lo que dices sobre la paciencia, cada día tenemos menos.
Abrazo, Themis
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Gracias Eva, es que te envuelven. Sí la paciencia, tenemos que regresar a ella, pues cada día está el mundo más loco por la urgencia de conseguir cualquier cosa y eso desquicia y de ahí en una parte nace la violencia. Un abrazo grande
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