LA LLEGADA
Después de muchos años que pasaron de vivir en la comunidad en el sureste de México, en donde el niño de la casa ya se había vuelto un adolescente, status que no existía dentro de su sociedad, de niño se pasaba a adulto y ya comenzaba con su vida y a hacerse responsable, más allá que si algún hijo cometía alguna falta, el que respondía era el padre, quien tenía que dar la cara por él, aunque el vástago hubiera levantado el vuelo y quién sabe por donde se encontraba.
Ésta era otra de las costumbres, si hacían algo que sabían que no estaba bien, se desaparecían, dependiendo lo sucedido era el tiempo, hasta que los ánimos se hubieran tranquilizado o a todos les hubiera dado tiempo de reflexionar y en cierta forma había algún entendimiento o se llegaba a un acuerdo para subsanar la falta.
Se esperaba que las aguas bajaran y si así era, se volvía y se trataba de integrar de nuevo a la comunidad a veces como si nada hubiera pasado, aunque siempre quedaba algunos que no olvidaban y estaban esperando cualquier equivocación del transgresor para arremeter de nuevo contra él. Había pleitos que llevaban más de 15 años tratando de solucionarlos y eran huesos duros de roer.
Si se tenía mujer ya se era señor y no se diga si ya se tenía un hijo, eso lo certificaba, generalmente unos diez meses después que vivían juntos y ya habían armado familia, aunque la mayor parte de las veces se seguía viviendo en la casa de los padres y la mujer pasaba a ayudar a la madre que en última instancia era quien mandaba.
Por eso cuando las hormonas revolucionaban y se alzaban en un pedido desesperado ahí lo más probable que un joven de 17 o 18 años saliera a buscarse una compañera menor que él, a la cual se la robaba y la llevaba a su casa, como se decía «se huían juntos» con todo lo que ello significaba, prefería asumir las consecuencias del acto que ir por las vías acostumbradas ya que eran muy lentas y costaba mucho dinero.
-Son muy otras las costumbres- así siempre decía, cuando se le contaba que había otras formas diferentes, no le daba para entender la confrontación de mundos.
Al Emiliano ya le había llegado la hora de confirmarse, es uno de los sacramentos de iniciación cristiana siendo recibido en tercer lugar (tras el bautismo y la eucaristía), iba a haber un evento colectivo en todas las comunidades de la Cañada en el sureste, iba a venir el Obispo a hacer la ceremonia pues él en persona es quien se encargaba.
Todos los que tenían que hacerla se juntaron y comenzaron la preparación para el evento, desde quien sabe que tiempo antes, todos los domingos después de misa, se reunían a tomar su clase y aprenderse lo que tenían que saber.
Recuerdo que pedía apoyo para que le ayudáramos con oraciones que tenía que aprender de memoria, con unas palabras que le eran sin sentido y le costaba mucho memorizarlas, pues aunque hablaba bien el castilla, su vocabulario no era muy amplio, más allá que como todo lo quería entender, la explicación del significado le fue abriendo otra posibilidad de expresión.
También se daba que muchas palabras eran deformadas, como misericordia, que la habían cambiado a «misa de cordia», pues les era más entendible.
Había situaciones muy chistosas, en el uso del castilla, pues lo importante era que le fuera entendible a ellos de acuerdo a su experiencias y vivencias. En este caso concreto misa le era una palabra que conocían, lo que no sabían muy bien que significaba era «cordia», que suponían sería algún tipo especial de esa ceremonia.
Cuando se le explicó que no era «misadecordia», sino misericordia y el significado, no lo aceptó y discutía que estaba mal, el quería saber que era «cordia» no que le cambiaran la palabra, infructuoso el esfuerzo, si ellos lo veían así, así era.
Ya llegaba el tiempo de la ceremonia, estaba toda la preparación, todos esperaban ese momento en donde se iban a juntar con otras comunidades para la celebración, era un gran festejo para todas las familias de confirmantes de la región.
-Vas a ir a mi confirmación- me pregunta
-No creo
-Tienes que ir para que me tomes fotos y hay otros que también quieren
-Es muy temprano y está lejos y quién sabe cuando termina.
Suelen ser eventos largos, el tiempo como quien dijera no existe, uno sabe cuando se va, ahora no puede decir la hora en que regresa, eso sí todos los inconvenientes se van solucionando en el momento y si no se puede no queda de otra que aguantarse.
La cuestión que entre que sí y que no, al final me convencieron y ese día emprendimos el camino.
Para él era un momento muy importante, su fe estaba puesta en ello, estaba bueno que guardara un recuerdo de ese instante y por otra parte participar en un evento que no muchas veces sucede.
Nos levantamos antes del alba, dio tiempo a tomar un café para el frío que hacía, ya que no había tiempo para desayunar. Se llevaba un itakatl de pozol esa masa de maíz que se la diluye con los dedos en el agua y se bebe y hace que se resista el hambre por muy buenos tiempos, es super alimento, levanta el ánimo y la energía.
Nadie sabía cuánto podía durar todo el programa sin embargo se creía que para la comida, como a las cinco de la tarde se iba a estar de regreso en la casa y si no con seguridad que la gente del pueblo habría cocinado algo para vender y ofrecer a los llegados que eran muchos y bueno como era una ocasión especial los más habían ido a ganar y por lo tanto traían efectivo.
Los confirmantes se habían ido antes más temprano aún pues tenían que prepararse para la ceremonia y la llegada del obispo.
La redila que se había contratado, iba y venía llevando pasaje completo entre las comunidades, casi en el último viaje salimos subidos en la parte de atrás parados pues era la forma de llevar más gente.
Entre risas, donde todo era una gran algarabía pues realmente disfrutaban mucho de estas salidas que eran pocas en su vida, sobre todo las mujeres que más que bien siempre se quedaban en sus casas, pues la cantidad de hijos que tenían les impidía el hacerlo, entre otras cosas y cuando ya estaban grandes no se atrevían en su gran mayoría.
Nos bajamos en la carretera, se buscó un lugar para acomodarse y esperar los viajes que faltaban.
La redila volvió a partir y todos nos quedamos sentados en el pasto sin mucho para hacer.
Había que juntarse todos para aguardar a que vinieran los de la comunidad que albergaba el evento para llevar adelante el protocolo del caso donde varios pasos antes se realizaban para recibir y juntos entrar al pueblo.
Ahí estuvimos un muy buen tiempo, como quien dice horas, seguía llegando la redila, bajaba a los que venían y se volvía a ir.
Ya el sol había empezado a calentar más allá que el clima se veía rarito como quien sabe con que podía salir, ahí seguimos esperando, hasta que después de horas se comenzaron a preparar para ir caminando hasta más cerca del pueblo donde se encontraba el arco de bienvenida.
Allá nos fuimos caminando hasta casi llegar al pueblo, en donde nos detuvimos también otro tanto, esperando que llegara la procesión de la comunidad con sus banderas.
Las hojas de palma anunciaba que hasta ahí se llegaba.
Ahi comenzó el problema cuando me vieron, las autoridades del pueblo de acogida que allí estaban, no querían que entraran extranjeros, ahí los otros contestaron que era parte de ellos y que bueno querían que le tomaran fotos, era la fotógrafa de la comunidad.
Se acercaron para decirme que no tomara más fotos hasta que el problema se hubiera solucionado.
Como no era raro se engancharon en una búsqueda de acuerdo, más allá que la verdad era mejor que ahí la dejaran y ni modo no entraba, ya casi estaba por decidir irme si es que hubiera habido algún vehículo para hacerlo, sin embargo por esos rumbos era muy escaso que pasara alguna locomoción, claro uno podía en algún momento tener suerte y que alguien lo llevara.
Una vez fueron de tres días de estar en la carretera esperando transporte, claro que ahí unos compas que vivían al borde de la misma dieron hospedaje mientras nos dedicábamos a esperar y a tener el oído muy atento para escuchar desde lo lejos algún vehículo que se aproximara.
Solía suceder sobre todo cuando el autobús sufría algún desperfecto, ahí si, era una odisea salir del pueblo.
La discusión seguía y ninguno de los dos bandos quería bajarse del caballo y seguían y seguían, la cuestión que mientras ya nos habíamos ubicado en la sombra de un techo que había, mientras llegaban a una solución.
Los que iban a confirmarse ahí se encontraban guarecidos en la sombra esperando para ver que era lo que sucedía.
Mientras un grupo de mujeres platicaban y los niños estaban como en otro mundo, embelezados mirando todo lo que sucedía alrededor.
¡Al fin!, ¡acuerdo!, hubo una decisión podía entrar, podía tomar fotos a los de mi comunidad.
En eso se estaba cuando aparecieron otros diciendo que por qué no permitían tomar fotos, es que eran otras autoridades y ellas no tenían ningún problema en que eso ocurriera pues había gente del pueblo que quería también fotos, nuevamente todo va para atrás y volvemos a la misma.
Ya empezaba a ver que la cuestión se estaba poniendo «rarita» como el clima, pues todas las comunidades sufrían el mismo síntomas se habían dividido hasta el infinito, así que podían seguir apareciendo «otros» que tenían autoridad también con otro cuento.
Para no hacer la historia larga, se resolvió que tomara fotos todas las que quisiera y a quien quisiera, eso sí enfocada en la celebración.
Así fue, llegaron a un acuerdo.
De repente se ve venir por la carretera la comitiva de la comunidad, se van acercando, al sonido de los tambores y la flauta.
Cada quien se puso de un lado del arco de palmas donde las banderas de los llegados fueron recibidas por las que ya estaban, sellando en un acto de acercamiento de las cruces que cada una tiene en su punta, donde ratificaban la unión que los congrega a todos bajo el mismo manto.
Todos unidos marchamos juntos por la carretera, en el silencio y la paz que ese paisaje prestaba.
Al ritmo de las guitarras que iban cantando las alabanzas y los tambores que sonaban acompasando la caminata.
La copalera , la que no falta en todas las ceremonias que se realizan en México, donde el aroma impregna el aire, lo limpia y lleva a los participantes a irse relajando y entrar en el momento.
Se sigue la marcha a paso lento y constante, hasta que se llega a la comunidad.
En la iglesia entra toda la comitiva, donde el altar y ofrenda a la Virgen y al Cristo se realizó en el suelo, cercana a la tierra.
Ya el hambre se dejaba sentir, salimos a buscar algo en el pueblo para comer y ¡oh! sorpresa nadie había hecho nada, salvo Doña quien sabe qué, no me acuerdo, había cocinado tamalitos de frijol.
Allá nos fuimos y cuando llegamos solo quedaban dos, como para quitarse las ganas, nada más, eso sí café todo el que se quisiera.
Un tamalito y un café con el hambre que hacía era lo máximo por esas latitudes, era como si a uno lo hubieran premiado. Eso sí en las tienditas se podían encontrar toda la gama de alimento chatarra, los cuales ya habían entrado pues antes no había, ahora como había dinero del que el gobierno les daba, los que estaban con él y no en la resistencia, recibían una cantidad y al haber demanda comenzaron a proliferar.
Tomamos el pozol, descansamos un rato en la sombra de un techo pues el calor ya se dejaba sentir, donde el reencuentro entre amigos o parientes se hacía notar, la alegría del verse después de mucho tiempo y el entrar en una buena conversación donde había mucho que contar.
El obispo y su comitiva no llegaban ya se estaba tardando, todos reían y cuestionaban la tardanza y su impuntualidad más allá que aceptaban que los caminos no eran fáciles para los que no estaban acostumbrados, por otra parte se había seleccionado un pueblo bien entrado en la Cañada, a muchas horas de la ciudad de donde el venía, antes se hacían mero a la entrada de la misma, sin embargo esta vez se había decidido esa comunidad pues también tenían derechos.
Si había algo que sabían hacer era esperar, «al ritmo del más lento».
Más allá en esos momentos era como si borrara al tiempo y no existía otra cosa que hacer en la vida que eso que se estaba haciendo.
MÉXICO
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CONTINUARÁ…
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