Había salido en la mañana a dar la vuelta,
a caminar el pueblo, a descubrir rincones donde uno pudiera resguardarse en ellos, que lo lleven a la contemplación, a estar con uno mismo o a simplemente darse el chance de fundirse con el entorno, esos lugares existen sea donde sea, a veces son como cápsulas del tiempo, pequeños ecosistemas que guardan la sabiduría de algún tiempo y otros creados por el hombre que encierran momentos sublimes por los que atravesó.
Venía jugando con mi sombra que me acompaña siempre, en esa hora donde ella va siempre delante, cuando la luz viene de atrás, donde se presenta con la claridad que en un desierto es muy difícil de esconder, se puede decir que en casi todo momento es notoria, fuerte y resalta.
Ahí está, de una forma o de otra, se puede fundir con las otras sombras sin embargo no deja de ser presente.
Difícil esfumarse de sí mismo, difícil desaparecer esa parte que muchas veces negamos, tapamos, mandamos muy lejos de nuestra conciencia, no vaya a ser que se destape y nos encontremos frente a otro tan misterioso y desconocido que hasta miedo nos provoque.
El desierto es descarnado en ello, no tiene tapujos.
Venía tomándole fotos, seguía el camino de las sombras que llamaban a la atención o que me atraían hacia ellas para fotografiarnos.
Así entre una por aquí, la de una palmera.
Ahora la de un arbolito con unas ramas muy marcadas.
Cuando de repente levanté los ojos y me encontré con una subida de piedras.
Allá fui, jugando el mismo juego, ahora el pavimento en módulos hexagonales del desierto encementado creado por el hombre, se cambiaba por la sombra proyectada en las rocas de esa montañita que quien sabe a dónde dirigía.
Subí la cuesta, el sol aún estaba alto en el cielo, me había detenido a observar los diferentes cactus, las columnas largas y esbeltas, con sus brazos abiertos cómo orando a los Cielos, los cuales parecían que me miraban, que me querían transmitir algo, me infundían respeto, el silencio a su alrededor entraba muy adentro, como si quisiera que la conciencia se expandiera y escuchara ese mensaje de los Tiempos.
Ora,
da paz al alma.
No pidas, ni esperes nada.
Agradece a ese Cielo que te cubre
y a esta Tierra que te nutre.
Mantiene el equilibrio entre ambos,
ya que fuiste llamado a ser mediador.
De repente una sombra proyectada, se me apareció a un costado, como llamándome para que por allí fuese y así lo hice.
Me acerqué lentamente, pues en el desierto hay que mirar muy bien en donde se pisa, la atención no se puede perder por nada, es como estar vigilante en el vacío.
A medida que caminaba subiendo, unas presencias en familia proyectada en la roca, me invitó a que me fotografiara con ellos.
Y así en el mundo de silencio donde las fuerzas están tan cercanas a uno mismo que por momentos somos parte de ellas, quedamos retratados.
Seguí mi camino, mirando los cactus, las diferentes formas de congregarse, donde el grupo protegía y otros en lo más solitario donde las espinas eran sus máximas aliadas.
ZAPOTITLÁN SALINAS
México
Espero que hayas disfrutado esta entrada …!
Te invito a que te des una vuelta por el blog, donde también encontrarás otros posts que te pueden atraer.
Este perseguir sombras que nos acompañan salió envuelto en la poesía de las imágenes. Haces una sombra hermosa. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Carlos, con mochila y sombrero. Un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Te felicito por este texto tan sencillo y profundo a la vez.
La oración es muy bonita.
Un abrazo, Themis
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Eva, me pone bien contenta que así lo veas. Un abrazo grande
Me gustaLe gusta a 1 persona
Que hermoso. Me disfruté mucho tu compañía en el desierto entre esos cactus, sombras y encuentros sutiles. Almabrazos de mi corazón al tuyo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Eywa, me alegra mucho, te mando un abrazo grande bien grande
Me gustaLe gusta a 1 persona
Aquí lo estoy recibiendo. Gracias.
Me gustaLe gusta a 1 persona