RUMBO AL MONTE: EL ÚLTIMO DÍA DEL AÑO (2)

AL ATARDECER

Dejábamos atrás al pueblo, las montañas con sus cactus columnares, esos gigantes que parece que siempre están alertas, mensajéandose unos a otros, participando de lo que está pasando, guardianes cautelosos, que por momentos si se les escucha atento, se comunican, las biznagas a su lado, todas las cactáceas y arbustos del lugar, nos envolvían con esas vibraciones que emanan y que en esa quietud aparente van dejando que el silencio se instale en el pensamiento y que el espíritu hable.

*

*

Comenzaba la subida cada vez más marcada, quedaba un muy buen trecho aún hasta llegar hasta arriba, las piedras boludas, esas que hacen que frente al descuido y la desatención se precipite la caída, aparecían cada vez más, desprendidas, la resequedad del suelo las hacían surgir de esa manera.

*

*

La brecha que habíamos tomado a cada paso se angostaba, dejando muchos desniveles que dificultaban más la marcha, había que ver bien a donde poner la pisada.

Subíamos, subíamos, sin detenimiento, las luces se apagaban, los colores en el cielo relucían con cierta timidez, no era uno de esos crepúsculos que se desplegaban ostentosos, como que este se metía dentro de sí mismo, se envolvía, se resguardaba, el azul preponderaba.

Cerraba la marcha, iba alejada sin visualizar en tramos a mis compañeros de travesía, ya que las vueltas los tapaban, en un momento, el aire comenzó a deleitarme con una fragancia que me hizo inspirar profundo.

Era muy tenue su aroma, aspiré llenando mi ser con ella y se desapareció, sin embargo, a cada paso se incrementaba, ese bálsamo tan familiar, tan amado, tan símbolo en mi ser interno de hogar, de sazón.

Seguí la cuesta arriba sin que me distrajera, solo absorbiéndolo y que me regalara con esa aromaterapia silvestre sus beneficios, que a cada paso se incrementaba, llegaba como en oleadas que se desvanecían una vez que pasaban, sin embargo mecían a ese olfato, que se encargaba de que esa esencia influyera en lo que se sentía.

Era el perfume inconfundible del orégano silvestre mexicano, diferente a su primo hermano más conocido en la zona del Mediterráneo donde cuentan que Afrodita la Diosa griega del Amor, fue la que lo creó, por eso se coronaba a los recién casados con una corona de esa hierba para encumbrar a la felicidad.

Esa «alegría de la montaña», como su nombre griego significa me acariciaba, ya a cada paso era mayor su bálsamo, usado por algunos chamanes mexicanos como incienso en sus ceremonias, sobre todo por aquellos que lo tienen en su región.

Así llegué a donde había un sembradío natural de él, a la orilla del sendero estrecho y lo estaban cosechando en una total compenetración.

*

*

Ayude un rato a hacerlo, mientras las luces se apagaban, dejando paso a la obscuridad que se aposentaba y se volvía la dueña absoluta del lugar.

Fui en busca de un espacio en donde sentarme, venía cansada de la subida, en eso estaba y de repente al lado de una piedra que fui a ver si me servía como asiento,  llamó a la atención una biznaga medio oculta entre el plantío de la hierba aromática, y sobre ella descubro una de sus flores, que chispeaba, tal vez por ser única, cuando ya hacía mucho tiempo que se había acabado su floración.

Osada, salía en el invierno mostrando su belleza etérea, sin ningún impedimento la desplegaba, un regalo para este último día del año, que traía un mensaje con él, «florece sin importar las circunstancias».

*

*

Adelante de ella encontré una roca que se elevaba, me senté, mientras me invadía, ahora sí sin detención, el aroma de la recolecta.

Frente a mi había un cactus columnar que me miraba, moví mi cabeza en son de saludo, de hacerlo presente, me puse atenta, me trasmitía que me compenetrara.

Empecé automáticamente a respirar profundo, rítmico, dejando que el pensamiento deambulara y que poco a poco la calma, los centros nerviosos se relajaran y se estimularan en cada inhalación absorbiendo la magia del instante, el extraordinario momento, el sosiego, la inmensidad y soltar en la exhalación todo aquello que ya no quería llevar conmigo en el viaje que se iniciaba, esas emociones y sentimientos que ocupan lugar y pesan y con el tiempo se vuelven tumor.

*

*

La cadencia se había instalado en mí, el perfume del orégano me fue llevando a otro tiempo, a mi infancia, en donde él era un personaje fundamental.

Ese aroma a cocina, a madre, a abuela haciendo sus pizzas a la mejor usanza italiana, amase y amase durante largo rato, para el agasajo de cumpleaños de algún miembro de la familia o evento que nos uniría, mientras la salsa de tomate bullía silenciosa en la olla, desplegando ese aroma que inundaba toda la atmósfera.

Sin embargo, el momento más crucial era cuando realizaba la pizza blanca, la única que yo comía pues no tenía salsa y por eso la hacía, a la cual le extendía orégano que trituraba con sus manos mientras lo derramaba y ahí, era el instante de mayor deleite grato y luego un poco de ajo, para llevarla al horno a que se cociera, mientras aromatizaba toda la casa.

«Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejó un tiempo de rosas…» al decir de Serrat

Me reconcilié con ella. Agradecí a los cielos y a ese gigante que conecta.

Allí sentada, perdida mi visión en el horizonte recreando las últimas imágenes que llenaban al corazón de contento, de gratitud por lo vivido, por las huellas dejadas que robustecerían cualquier jornada.

*

*

Los habitantes nocturnos comenzaron a despertar, los grillos a cantar, los murciélagos a cruzar el alrededor, uno de ellos pasó volando tan cerca que por un momento pareció que me chocaría, otro detrás, tal vez sin darme cuenta estaba sentada en su ruta.

*

*

Mi pensamiento se fue acallando, quedó en un impase solo compenetrado en esa noche que estaba llegando. Júpiter ahí deslumbraba como despedida, en su estancia por este cielo, que ya como el año, llegaba a su fin, estaba de retirada.

*

*

Cada instante obscurecía más, pequeños puntos luminosos se empezaron a expandir por ese lienzo que rodeaba como cúpula superpuesta y que asemejaba estar inmerso en un mundo de silencio, lejano y ausente de todo movimiento humano.

*

*

La bóveda celeste andaba muy ajetreada, satélites que lentamente seguían a su órbita, aviones que lo surcaban para un lado y para otro, el tránsito estaba congestionado, era el fin del año, los viajeros rezagados apuraban el paso para no llegar tarde al destino donde tal vez, eran esperados.

La noche llegó, el negro se hizo cargo de todo, solo el cielo azabache tenía luz, el frío se empezaba a sentir cada vez más fuerte, una suave brisa acariciaba con su gélido soplido, era hora de pensar en desandar el camino.

La boca del lobo aguardaba, el misterio, lo no sabido, había que volcarse a ellos, el último reto del año, no había luna para el descenso, ni ninguna lámpara que alumbrara los pasos, aprender a ver en la sombra y prepararse para cualquier acontecimiento.

Así fuimos bajando y despidiendo al que se va, mientras el nuevo año nos abrazaba…

MÉXICO

DICIEMBRE 31, 2024

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8 comentarios en “RUMBO AL MONTE: EL ÚLTIMO DÍA DEL AÑO (2)

  1. Themis Themis Themis! No estás para saberlo ni yo para contarlo… (Broma, es una frase que se utiliza con frecuencia, ya debes haberla escuchado) pero tus artículos se han vuelto para mí tan importantes, tan entrañables, tan «parte de mí». Magia, pura magia, embriagando mis pensamientos y deseos. Esa bajada en total obscuridad fue el remate total. Las imágenes, tus amorosas descripciones. Ahora sí que ví mi sombra caminando a tu lado en una experiencia única para recibir el año que llega.
    Te mando un concentrado abrazo con cariño sincero del grande, del agradecido… Ay! Me faltan palabras. Dios te bendiga siempre.

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    1. Jajajajajajaj Maty me has hecho reír con esa introducción, que si, si la habré escuchado y usado esa frase.
      Me da tanto gusto el tenerte caminando con tu sombra ahí en esa obscuridad, rodeada de estrellas, en busca de ese año nuevo que se acerca, bien dices en un instante de «magia pura».
      Gracias por tu cariño, por el acompañarme, por el estar, y por esos cafecitos virtuales y en otra dimensión que nos tomamos. Abrazo entrañable, que la Vida siempre te sonría y que sigamos encontrándonos por estos caminos.

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    1. Sin lugar a dudas ahí me encontraba en su ruta, y pasaban tan cerquita o porlo menos así me parecían como pequeñas ráfagas, di que eran murciélagos que son expertos en evitar obstáculos, con su radar.
      Gracias Gusanito Volador, abrazo grande

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  2. Hola, Themis, me han embriagado tus palabras, los olores que narran, cómo describes el paisaje, me ha gustado mucho y esa frase magistral: florece a pesar de las circunstancias… La verdad es que tuviste un fin de año y comienzo diferente, creo que es hasta mágico.
    A mí el orégano no me sienta muy bien, prefiero que las pizzas no lleven mucho, aunque opino como tú, su aroma es una maravilla.
    Un abrazo. 🙂

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    1. Hola Merche, el aroma abre a otra posibilidad de percibir el mundo, embriaga y te penetra más sutilmente y hace a la rememoración mucho más nítida.
      El orégano tiene un aroma especial que remite al lado femenino, al cobijo, a la cocina en donde los elementos se mezclan y dan nacimiento a algo nuevo.
      Fue un final diferente, muy hermoso, gracias, abrazo grande

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