DE PASEO POR EL PUEBLO (2)

MÁS SORPRESAS

Comencé a subir la cuesta que me lleva a la Iglesia del Calvario, con mucho cuidado, las piedras estában resbalosas en algunas partes, había que evitar dar un mal paso, en eso, cuando levanté mi cabeza y me detuve por un instante, frente a mí apareció después de mucho tiempo, la pequeña traviesa. La conocí desde recién nacida, recuerdo que el último día que nos vimos, lloraba, lloraba desconsoladamente, estaba sola, ya sus padres no la acompañaban y ella balaba por ellos, con un sentir muy fuerte que llenaba de tristeza el ambiente.

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Sin embargo, ahora estaba tranquila ya tenía compañía, una hermana joven del color de la tierra andaba por el terreno.

Las dos me quedaron mirando, una reconociéndome y acercándose hasta donde la cuerda le permitió y la otra desde lejos, desconfiada aún, de quién pudiera ser esa desconocida.

Hablé un poquito con ellas, la Traviesa me contestaba con sus ¡Beeeee!, como si estuviera entablando una plática, tal vez, sorprendida también de ese encuentro después de tanto tiempo, pues si hay algo que las cabras tienen a parte de estar locas, es una memoria prodigiosa.

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Luego, las saludé y seguí mi camino, subiendo para disfrutar un poco más de esa brisa que ya sentía y que abanicaba al cuerpo.

Frente a mí vi lo reseco que estaba el paisaje, la lluvia que no llega, la temperatura elevada que deja percibir ese mundo sediento.

De repente, se apareció la caparazón de una semilla, ya había abierto, son de esas que están llenas dentro de multitud de pequeñas con sus paracaídas, que son llevadas por el viento y de esa manera van poblando la tierra.

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Me llamó la atención, parecía que guardaba dentro una figura venida de otras tierras, de un cuento fantástico, ataviada con un traje etéreo, me quedé mirándola, impregnándome de ella, de su belleza estilizada que llevaba con una gran elegancia poética, metida dentro de esa cúpula que la resguardaba.

Hacía juego con las tonalidades de todas esas piedras, de la tierra, de los árboles sin hojas.

A medida que subía más me sorprendía de los tonos áureos y ocres de la Madre Tierra, representada en todo lo que veía.

En esa cruz colgada del árbol.

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La de esa casa antigua, digno ejemplar de una época en donde todo el pueblo estaba construido de la misma manera y adornado con lo que tierra proveía para hacerlo. Me quedé pensando en lo fresco que debían ser esas casas, donde dentro el calor  no lastimaba.

Sin embargo, el ser humano y el progreso lo apuntan hacia otro lado, lejos del regreso a la Madre Tierra, sino en todo lo que se pueda cubrirla, taparla, no dejar que se vea, es signo de pobreza dejarla al descubierto, así parece que dijera esa extraña concepción que tiene el hombre moderno donde lo natural sabe a no ser nada ni nadie, a no tener valor.

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Habían hecho muchos arreglos en la Iglesia para el festejo de la Semana Santa, entre ellos, pintar las estaciones, en ella relucía el número XIII detrás esa casa con los colores de la tierra y esos restos del calvario anterior cuando se celebró a ese Cristo del Consuelo que es quien habita este espacio.

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Grande fue mi sorpresa cuando me encuentro frente a la obra mayor, era el embaldosado para llegar a la entrada del templo, con sus bancas a los lados, para poder descansar cuando se llega a ella caminando.

Soplaba el viento, soplaba fresco, resuelto, me senté un rato en una de ellas a disfrutarlo, había marchado muy buen trayecto en esa vuelta que había dado por el pueblo, el tiempo se me había perdido, como si se hubiera detenido en algún momento, el sol se empezaba a poner, era hora del regreso.

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Desandando los pasos iba meditando con todo lo que me había encontrado, como si llevara añares sin andar por esos lados, no sabía a ciencia cierta cuando había sido la última vez.

Un gato negro estaba parado en la vera del camino, me miraba.

Me detuve a ver la escena, a las tortolitas que estaban acostadas en la calle, como extasiadas con la puesta del sol, cansadas de andar todo el día caminando para arriba y para abajo.

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Junto a ellas el gato negro parado, ninguno se molestaba, como si se conocieran de toda la vida y se respetaran.

Cuando me vieron acercarme las tortolitas se corrieron, el felino fue caminando muy lento, subió la lomita, se acostó y desde ahí me miraba.

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Hermosa visión, esa aceptación que mostraban, donde no se fastidiaban, podían compartir el territorio.

Reflexionando en ello, seguí rumbo a ese Hermano Sol que ya se ocultaba.

MÉXICO

ABRIL 2023

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16 comentarios en “DE PASEO POR EL PUEBLO (2)

  1. ¡Otro paseo tan mágico Themis! Me apunto a ir, es más: estoy allí con un termo de café, mi bebida favorita, espero a que amanezca a ver si regresas.
    Me solacé con la cruz del árbol, con la pequeña traviesa y su hermana, con las tortillas y el gato negro. Oye, y hace falta mirar con ojos de amor para describir como lo haces, esa semilla y todo lo que ves en ella.
    Hay magia, por eso te dicen por allí sobre Pedro Páramo.
    Te dejo un sentido abrazo, Themis.

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    1. Sí vente, tomémosnos un delicioso café, mientras recorremos como en un mágico ensueño este mundo espléndido, donde se esconden detrás de las apariencias un mundo de encantamiento y en él un sinfín de fantásticas historias. Gracias Maty, abrazo bien grande

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