ATRÁS DEL TIEMPO QUE CORRE
“El que camina a grandes zancadas no irá muy lejos.”
Lao Tsé
Poco a poco mi pueblito comenzó a emerger, fue mostrando tímidamente que la muerte en forma silenciosa era esperada, sin embargo no se hace gran alharaca en cuanto a ella, como que se vive más en el seno de cada uno y en los hogares.
Al cementerio se llevan flores, va la familia, sin embargo no se le prende velas esas se dejan para la ofrenda que se realizó en la casa, ni se velan toda la noche.
Salí de la casa y para mi sorpresa me encontré con los alumnos del Bachillerato que por la carretera estaban haciendo un desfile conmemorativo, llevaban cargando un ataúd y vestían de negro, otros atrás representando una boda de calacas, se les veía contentos, festejando, entre risa, música.
*

*
La panadería tenía sus calacas en su puerta anunciando que el delicioso pan de muerto se estaba preparando.
El aroma inconfundible impregnaba el aire y antojaba el compartir uno de ellos.
Los colores, olores y sabores característicos del Día de Muertos son un verdadero agasajo para los sentidos.
El pan de este día es circular, representa un ciclo de vida y muerte, arriba está decorado por una bolita que simboliza el cráneo y cuatro huesos en forma de canilla que aluden a todos los que forman el cuerpo.
Se aromatiza con flores, naranja o la esencia del azahar, ese perfume que lanza a los aires guía a los muertos hasta su ofrenda o al impregnar el ambiente plasma su recuerdo entre los vivos.
Los huesitos son colocados en forma de cruz pues hacen referencia a los cuatro rumbos del universo o los puntos cardinales que tienen relación con cuatro deidades mexicas Quetzalcóatl, Xipetotec, Tláloc y Tezcatlipoca.
*

*
La costumbre del pan viene desde la época prehispánica donde se elaboraba con amaranto, miel de maguey y se hacia una mezcla en forma de hueso para ofrendar a los dioses.
Los primeros panes de muerto como los actuales se hicieron durante la Conquista, pues antes no había trigo en la región. Estaban decorados en algunos lugares con azúcar teñida de rojo que simbolizaba la sangre de los sacrificios.
Una buena época para disfrutarlo ya que es muy pero muy sabroso, la muerte se siente con todos los sentidos, no hay que olvidar a ninguno de ellos.
Ese día me fui subiendo la montaña, a ver si encontraba en su casa a la pastorcita de chivas, mi amiga, que vive muy arriba en ella, quería ver la ofrenda que había realizado y pasar un rato alejada del pueblo.
Hacía mucho calor, el cemento ayuda aún más a que en estos días se vuelvan a veces un pequeño infiernillo, sin embargo, a medida que iba subiendo por el camino empinado de tierra y piedra, se debilitaba.
*

*
Pequeñas oleadas de un aire más fresco me acariciaba, hasta que llegué a la cima del sendero que tenía que tomar y ahí me recibió el aire libre que corría por él.
Di una bocanada que nutrió todo mi interior, los pulmones lo agradecieron, enfoqué mi cara hacia donde venía, todo el cuerpo resurgió, era como un regalo que enviaban de las alturas para bendición del camino.
Aún me quedaba un muy buen trecho, pues la casita se veía muy allá a lo lejos, la última que marcaba ese rumbo, camouflada entre piedra y tierra, con paso lento y constante seguí marchando.
*

*
Abajo iba dejando ese pueblo que a cada paso se hacía más pequeño.
Llegué a la casa y no había nadie, aún no estaba de regreso de llevar a las chivas a pacer, en la puerta una cruz con cempaxúchitl adornados mostraba que dentro se encontraba la ofrenda.
A pesar que la puerta solo estaba amarrada con un hilo, pues por estos lugares no todos usan cerraduras, no entré, solo me asomé por la abertura que dejaba para ver a esa ofrenda llena de veladoras, santos, frutas, comida que con tanto amor y esperanza se había realizado.
*

*
Busqué un lugarcito en donde guarecerme del sol que despiadado se desplegaba en el cielo.
Unas piedras debajo de un arbolito sirvieron de cobijo y la brisa como regalo corría por el sendero y bañaba al cuerpo y al día.
Haber hecho ese camino de subida valió la pena simplemente, por haber dejado allá abajo ese calor que no permitía que se respirara y que allí se mitigaba.
El silencio otro de los regalos, ni lejanos y menos aún cercanos se sentían sonidos.
Una ardilla que cruzaba el camino para un lado y para otro con una cola larga me distrajo por un rato, al igual que unos zopilotes que jugaban con una corriente de aire.
Me quedé perdida viendo a estas aves carroñeras de alas amplias de vuelo bajo, que se mueven batiéndolas con rapidez, para luego planear con ellas extendidas cuando las corrientes cálidas ascendentes les brindan una muy buena oportunidad para elevarse, llegar muy alto sobre el suelo y de esa manera su visión se amplía en el terreno y puede divisar mejor todo lo que en él se halla.
Aprendiendo de ellos, de ese dejarse llevar, ese juego de planear, ese extraer del aire la energía para desplazarse y fluir con las corrientes que van teniendo cerca, para en cualquier momento agitar las alas muy ágilmente y alejarse si es lo que así amerita.
*

*
Un acto increíble de observar, ver esa suavidad, esa relajación que logran para seguir trasladándose y aunque es un ave que prejuiciadamente repelemos, no deja de ser en su realidad alguien que limpia con lo que se vuelve útil a los ecosistemas pues recicla los restos y con ello evita la proliferación de bacterias que de esa forma pudieran matar a otros seres.
Hacía calor, loco tiempo, loca vida, el otoño frío ya había llegado, y ahora este verano inesperado.
Ahí seguí por un muy buen rato, no me quería mover, sentirme rodeada del monte me hacía desprenderme de toda mi «carroña emocional», me limpiaba, me reciclaba y me daba un ánimo mucho más sosegado.
*

*
Descubrí a mi sombra que yacía sentada entre las rocas, hacía tiempo que no estaba sola con ella, que no le prestaba atención y así sin más me puse a contemplarla, fotografiarla, mientras como en un ensueño jugaba con los diferentes siluetas espejos que frente a mí, dejaba plasmadas.
Sin embargo, esto lo dejo para otra ocasión, cuando……ya estemos mucho más cerca de la Navidad y yo siga en Muertos o en la Fiesta del Santo Patrono del pueblo, que vino después, donde se hizo la Confirmación y desconozca ese «tiempo social» por estar metida en el mío, más allá que es lo que amerita esta época en la que vivimos, estar actualizado y correr tras el hoy, el instante, confundiéndose con perseguir un calendario, pues si no estamos perdiendo la vida y la movida.
En cambio mi «yo arcaico» sigue en recapitulación, no vaya a ser que por las prisas deje atrás detalles olvidados y barridos bajo la alfombra y luego surjan todos en el mismo momento, como un tsunami de acontecimientos que lo atropellen, que lo lleven al soponcio al ver su aparición cuando creía que ya no existían.
Eso si:
«La tortuga puede hablar más del camino que la liebre.»
Gibrán
CONTINUARÁ…..
MÉXICO
***
EL DESIERTO EN MÉXICO: DE VIAJE POR EL TIEMPO
***
Abrí página en Facebook
¡ÉCHALE UN OJO!
TE INVITO A QUE VISITES EL BLOG
puedes encontrar otras entradas que te interesen.
GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!

Es delicioso acompañarte, hasta parece que se siente esa brisa que tanto disfrutas. Es curiosa la manera en la que en Méjico disfrutáis del día de los muertos, como dices tú «la muerte se siente con todos los sentidos, no hay que olvidar a ninguno de ellos.» Aquí no tiene ese matiz alegre, todo lo contrario y deberíamos aprender de vosotros, porque lo único cierto es que todos caminamos hacia ella…mejor ser sus amigos. Y ese panecillo… Mmm qué rico!
Gracias otra vez!
A ver si recuerdo como volver a verte, si logro encontrar el camino, volveré…
A acompañarte si me lo permites
Otro abrazo fuerte!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Claro María aquí te espero, me encantaría que llegaras.
México es muy especial con ese festejo es una manera de no olvidar nunca a los que se adelantaron y por otro lado ir enseñando y educando desde pequeños que la muerte es parte de la vida y aunque duela cuando sucede hay que adaptarse a ella. Abrazo bien grande y gracias
Me gustaMe gusta