CAMINANDO EL BOSQUE DE LOS COLUMNARES
Andar por este desierto en la Reserva de Tehuacán-Cuicatlán en México es como emprender un viaje por el tiempo, ir caminando rumbo a los comienzos de la existencia sobre la tierra firme.
Es extraña la sensación que uno siente cuando se topa con que toda esa tierra estuvo sumergida en el agua hace millones de años, que afloró siendo subtropical para establecerse ahora en lo que es, un lugar yermo la mayor parte del año, con una vegetación que se defendió y se protegió con sus espinas y que con un poco de lluvia florece, se viste de verde y de flores.
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No es un espacio «amigable» se podría decir, donde todo sonríe y nos hace olvidarnos de donde estamos, aquí por el contrario la atención en su máximo esplendor es lo que se agudiza.
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Claro, hay una diferencia de caminarlo por los senderos turísticos donde todo está resguardado, donde ni una sola espina se encuentra cerca de nuestro paso, donde más allá de observar lo majestuoso de su entorno y dejarse ir en la visiones infinitas, difícilmente nos encontramos con algo que nos perturbe.
A hacerlo así nomás a campo traviesa, pues de repente el separarnos de esa senda hace que uno se «pierda» o no encuentre el sendero por donde seguir sin tener que atravesar, esos pequeños arbustos engañadores que parecerían que solo son ramas y cuando uno pasa lo atrapan con sus espinas, dejándolo preso por unos momentos, donde solo jalando se puede desprender, sintiendo en la piel pequeñas agujitas que se clavan, haciendo que se brinque y así encontrarse con otro piquete de otro lado, comienzan las dificultades, las cuales siempre enseñan algo, más allá que en algún sentido dejen su huella, como certificado del aprendizaje.
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En un desierto todo te observa, es como otro tipo de conciencia, una conciencia que no necesita hablar para trasmitir, es la dueña de ese espacio tiempo, que con solo dejarse llevar, entregarse a las fuerzas del lugar, te muestran, eso sí, con lo que te puedes encontrar no siempre te puede gustar.
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Es un espacio donde hay que estar alerta, muy alerta, es un paseo con mucha cautela, es introducirse por terrenos arduos, con muchos obstáculos en el camino, que son su defensa, no siempre muestran lo que puede suceder, unas simples piedrecillas puede significar un deslave para los pies que en fracciones de segundo pierden el equilibrio, el color prácticamente uniforme hace que se tenga que concentrar el enfoque, de tal manera que no se deje distraer por nada.
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Caminar el desierto es una experiencia muy profunda, que nos hace encontrarnos con lo más primitivo del ser, con sus dudas, con sus miedos, en un espacio infinito donde puede ver en toda su magnitud la insignificancia de su presencia, donde una tierra que no acaba, es coronada por una cúpula de un celeste límpido y transparente, surcado por momentos por enormes copos blancos que el sol va tiñendo de mágicos colores a medida que se retira de él.
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El desierto llama a la claridad, a la claridad descarnada, donde no hay lugar para ocultar nada, donde la sombra se vuelve muy notoria, difícil es disimularla, la divisas en todas partes, se funde por momentos, mostrándote que es una porción de ti, que no la desconozcas pues a medida que pasa el tiempo se hace mucho más dificultoso enfrentarse a ella.
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Esos cactus columnares, que parecen antenas que quieren captar el mensaje de los Cielos, crecen hacia él o los candelabros, orando con los brazos elevados una oración de conexión desde la Tierra, donde ni ellos perturban la visión abierta y primitiva de una soledad impenetrable, misteriosa que parecería que dejara escuchar a los aires el diálogo interno y lo devuelve como eco transformado en silencio, nutrido en el vacío que nos hace evolucionar, quitando del interior todo aquello que pesa y nos va llevando al centro invariable, donde todo se equilibra y no existe otra cosa que el Ser, en comunión con el Universo.
México
2019
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Hola Themis, me ha encantado las bellas palabras que usas para describir tan hermoso paisaje. En mi país (Venezuela) existe un desierto llamado Los Médano de Coro, pero, a pesar de tener una gran extensión de terreno, no se compara con el que describes. Fue muy placentero que, a través de ti relato, me pude sumergir en su inmensidad. Un abrazo 🐾
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Gracias Rosa, le llamamos desierto pero en sí es una región semi árida donde las cactaceas se extienden por miles, es una región única y de una belleza, misterio, soledad, silencio y de muchas sorpresas. Me alegra mucho que pudieras sumergirte en esa inmensidad, un abrazo grande y todo lo mejos en este año
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«Caminar por el desierto es una experiencia muy profunda» debe serlo. ¿Ayuda a estar solo contigo misma o se mete por todos lados y no te deja estar sola? Me encantó este texto por inesperado, diferente, sabio, preciosos
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Gracias Luz, el desierto es un lugar extraño y misterioso sobre todo cuando te metes en sus zonas más profundas. Te mando abrazo
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¿Y es peligroso o amenazante o no muestra esos ángulos? Nunca he tenido la oportunidad de vivirlo, me parece tan lejano que no sé si es cordial o al contrario
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Sí, tiene sus peligros, sobre todo lo que son algunos animales, como víboras, alacranes que al ser del mismo color que la tierra y las piedras se mimetizan, también hay que caminar con mucho cuidado pues cualquier paso en falso te puede llevar a una caída y estás rodeado de espinas.
Por otro lado el silencio puede ser también una parte «aterradora» para aquellos que no están acostumbrado a él, es un lugar maravillosamente primitivo, descarnado, que lleva a meterse dentro, calor en el día, frío en la noche.
No siempre es amigable puede someterte a tus propios miedos, eso sí, estar por esa inmensidad, caminando solo, compenetrado con todo lo que hay en él, esas presencias milenarias que también te protegen cuando te vuelves parte de su entorno, es una experiencia invaluable. Abrazo grande
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Qué sobrecogedor y entrañable lugar debe ser
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Es hermosamente solitario, silencioso, y esos cactus columnares que te miran desde arriba que están por miles, es muy hermoso andarlo.
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Hola Themis, como siempre qué bonitas reflexiones y fotos. Si, el desierto es algo increíble, recientemente estuve acampando en el semi-desierto de Querétaro y fue una experiencia inolvidable tanto por las cosas buenas como las no tanto jajaja. Acabé con mis tenis rotos por las espinas, pero con los ojos llenos de la belleza natural de ese lugar. Gracias por compartir.
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Gracias Ana, conozco esa experiencia de los tenis rotos como una gran boca que se abre, por eso solo uso botas y fuertes aunque pesen un poco más dan estabilidad y te protegen de cualquier cosa. Agradece que ninguna espina haya llegado a clavársete en la planta del pie pues bailas con ello. Eso sí bien dices los ojos se llenan de belleza y el alma se oxigena. Abrazo grande
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Me han gustado mucho tus fotos, que acompasan con tus palabras, el entorno salvaje del desierto pleno de luz, como caminar entre la oscura umbría del bosque en el que nuestro paso se vuelve silencio y la vigilancia de temerosas miradas. Es lo natural que apenas aflora en la memoria de esta humanidad tan ciudadana. Un abrazo.
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Gracias Carlos, el desierto es muy primitivo, salvaje, descolorido por momentos para teñirse de ellos sin que se espere. Tienes razón cada día es más ciudadana la humanidad, sin darse cuenta lo que deja detrás, un día despertará y se encontrará rodeada de bloques y cemento. Abrazo grande
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