LA SORPRESA
Ahí estaba en el patio sentada en los escalones, pues me había salido ya que los animalitos parecían que andaban medio revolucionados, se me hacía estar inmersa en un mundo de caricatura, como si alguna fuerza me hubiera absorbido por un agujero de gusano y depositado en un mundo paralelo donde en apariencia todo simulaba ser igual, sin embargo, cambiaba la forma de relación.
No tenía muy clara la idea de lo que estaba sucediendo, solo buscaba que me dejaran un poco en paz y dándome cuenta que eso era muy difícil de alcanzar, pues si hay algo en que todos estos minis seres son especialistas cuando la atención está con ellos y dejaron de sentir miedo o de protegerse pues bueno, ya advierten que no va a pasar nada, es en la persistencia.
Todos tienen muy bien asimilado eso de «persevera y triunfarás», tal vez sea parte de sus aciertos para lograr el poder seguir permaneciendo en este universo, más allá de todo lo que hemos hecho para erradicarlos.
Sentada en los escalones viendo a Coquita, la tortolita, subir y bajar de ellos, caminar para un lado, caminar para el otros, a los gorrioncitos que traían un gran alboroto y no era de juego como lo hacen siempre, la golondrina que había dejado de jugar con las corrientes de aire arriba de la casa y se lanzaba en picada dando unos gritos muy extraños y con esa habilidad que presentan de lanzarse como si quisieran atropellar y cuando están encima del objetivo, voltear hacia otro rumbo, ahí andaba haciéndose notar.
¡Al fin!, Coquita se quedó quieta, muy cerquita de mí cosa no usual en ella, como si buscara amparo, no sabía que era lo que quería, solo me miraba con sus grandes ojos.
*

*
Era como estar inmersa en un mundo bastante chiflado, excéntrico, la mariposa giraba y giraba por sobre mi cabeza, solo recordaba a Mauricio Babilonia en «Cien años de soledad», con tantas dándole vueltas y me sentía más afortunada de que la mía fuera solo una.
Entonces, mi ser paranoico se puso en alerta, comienzó a tratar de divisar qué era lo que lo alteraba, percibía ojos, sin embargo, nada alrededor daba cuenta de ellos, cuando de repente en un relevamiento más minucioso y atento, ahí lo ví.
-¡¡¡Güerito!!!, eres tú el que está alterando todo, ¿qué haces ahí escondido?, ¿quieres cazar a los pajaritos?
*

*
El Güerito que es el hijo del Güero, el otro que antes aparecía a tomar sol en la pared del patio y también los espantaba a todos, ahora viene el «pussycat», el vástago que salió igualito al padre, amarillo, nacido en los tiempos del covid, poniendo en práctica las primeras enseñanzas sobre el arte de la caza que le enseñó su madre.
Esa pregunta y ese fijar la atención, el sentir que el acechante había sido develado, hizo que el ambiente se distendiera, como si el remanso siguiera a la excitación, como si algo hiciera:
-¡¡¡Fuuuuuuuu!!!, ¡ya se dio cuenta!
Los mismos gorrioncitos, esos se puede decir recién salidos del nido regresaron y se pararon del lado contrario sobre los hierros de donde estaba uñas afiladas, el que quiere llegar a ser un gran cazador y sin embargo, como en los dibujitos siempre sale mal parado y humillado, comienzan como a reírse del pobrecito, dando una serie de trinos que se asemejaban a la burla, como si le hicieran bulling, al animalito por el fracaso.
*

*
Mientras, él les contestaba haciendo esas caras típicas de los gatos con ese castañeteo de los dientes cuando están delante de alguna presa.
-¿Estás frustrado Güerito por no poder agarrar a estos pícaros que se están carcajeando de ti?
Mientras los otros lanzan a los aires con más estridencia sus chirridos, y él, ahí, detrás de la enredadera vuelve a hacer esa extraña resonancia con el movimiento de sus quijadas.
– O acaso, ¿ estás practicando el mordisco mortal, el que les darías en el cuello si los tuvieras en tus garras?.
Seguían cada uno desde sus lugares, protegidos los pequeñuelos por esa parte del patio que los separaba y que el pobrecito misifus no podía brincar y dar la vuelta quedaría tan al descubierto que cualquiera lo vería y saldrían volando.
*

*
En un momento, parecía que les estaba hablando en su idioma, como si los imitara, siguen por un rato como en ese diálogo, donde el felino como buen ejemplar de su raza, muestra ese ingenio que tienen de manipulación bucal, como si los quisiera confundir con que él es un igual.
Ahí me sentí como utilizada, manipulada, como que querían que volcara mi poder para espantar a ese morador «desagradable» pues era como si todos pidieran que sacara a ese inquilino no apreciado de su territorio, pues si él estaba ahí ninguno podía posarse tranquilamente a tomar el sol de ese lado del patio. Parecía que me correspondía a mi solucionar el asunto.
Mientras el Güerito me miraba y seguía en esa conversación loca con los grandes escandalosos, adolescentes en última instancia.
Coquita subía y bajaba, daba una vueltecitas y regresaba, la golondrina como si ya hubiera terminado con el rol que le correspondía de avisar de los peligros que acechaban, había vuelto a su corriente de aire, a ese juego de elevarse, elevarse hasta lo más arriba que podía y luego lanzarse en espiral, con sus alas abiertas.
La rosa que ya llevaba mucho tiempo abierta de repente, en un instante que una ráfaga de brisa surcó el patio dejó caer una parte de sus pétalos, los cuales se pusieron a danzar frente a mí como en una despedida porque ya se retiraban.
Muy tímidamente fueron cayendo, parecía como si lo hicieran al ritmo del «Vals del Adiós» de Chopin, ese que se dice que fue la última ofrenda que le hizo a uno de sus amores María, antes de que se desencadenara la ruptura, que en sí, es lento, comienza con un ritmo suave y dulce, sin embargo, como a la mitad de él, el tiempo se vuelve muy vivaz, aligerándose, subiendo de intensidad, dando un vuelco a esa exquisitez que traía, como si un arrebato de energía lo hubiera posesionado y del vals brincara a la mazurca, mucho más terrestre, aunque también mucho más colorida, para al final irse perdiendo con ese encanto delicado con el que había iniciado.
Los pétalos quedaron paraditos frente a mí al finalizar con esa danza que habían ejecutado, como en una hilera, parecía que saludaran desde un gran escenario, para luego salir de nuevo volando al son del viento y desaparecer.
*

*
El Güerito, uñas afiladas, proyecto de felino bravo, decidió retirarse cansado ya o tal vez, había acabado su práctica como cazador, los gorrioncitos con mucho alboroto se fueron volando, la mariposa siguió su viaje tras ellos y el patio volvió a su normalidad.
¡Qué día! hoy, pero ¡qué día!, como si todo hubiera enloquecido, es el calor sin lugar a dudas y esta lluvia que no quiere caer, que se niega, más allá que a cada rato suelta algunas gotas como burlándose.
MÉXICO
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!


Tienes un patio entretenidísimo. O eres tú la que lo haces entretenido con tu mirada. Otro no vería nada y bostezaría de aburrimiento.
Abrazo, Themis
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Eva, ¡qué lindo saber de tí!, que te hayas asomado. Tal vez, tienes razón, de mí surge esta percepción, desde muy pequeña me acusaban de crear historias y de ver cosas. Un abrazo pero bien, bien grande y gracias por darte una vuelta, es una gran alegría.
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Hola Themis, siempre es un placer asomarnos al patio y ver en qué andan todas las criaturas que lo habitan. Gracias por estos relatos tan hermosos. Saludos.
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Gracias a tí Ana por visitar este lugar por momentos encantado que permite volar con ellos a la imaginación y disfrutar de hermosos momentos. Un abrazo bien grandote
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Me ha gustado mucho este relato.
Y ese vals del adiós…
Gracias y abrazo
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Me alegra muchísimo Amaia y también saber de tí.
El Vals del Adiós es muy hermoso, es un placer para los oídos. Un abrazo grande y gracias
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¡Ya asomó el causante del alboroto! La presencia del gato promete días de duelo y llanto para el resto de tus visitantes y no es hambre, es que le gobierna el instinto. Un abrazo.
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Así es, apareció, no le sirvió el camouflage de hojas, de cualquier forma se delató. Sin lugar a dudas, que es el instinto, pues está bien gordito. Un abrazo grande y gracias
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Observar lo cotidiano, lo que pasa en el patio, compartir la ansiedad de los animalitos que se observan unos a otros, ver cómo caen los pétalos de una rosa, todo eso que cuentas tan bien, que lo haces tan cercado a ti, a mi y a los demás, es algo fascinante, Themis. Son esos pequeños detalles que no pasan desapercibidos a los seres sensibles. Gracias por compartirlo, amiga. Un fuerte abrazo y feliz fin de semana.
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Gracias por tan lindas palabras, así es cuando uno se zambulle en ese mundo es un deleite, esa relación, esa convivencia, ese estar siendo parte de ese encanto, es algo que agradezco. Te mando un abrazo grandotote
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