PUESTAS DE SOL: DESDE EL DESIERTO (1)

CUANDO LAS NUBES RODEAN

Estaba sentada en mi platea en el desierto en México, mirando a las nubes que me cubrían como si todo el firmamento estuviera ocupado por ellas, caminaban como en un paseo, se detenían por unos momentos, se juntaban, se alejaban, unas para un lado, otras para el otro.

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*

Me recordó a lo que sucedía antes en las plazas de algunos pueblos, donde los jóvenes daban vueltas los hombres para la izquierda y las mujeres para la derecha, ¿o al revés?, de esa forma se cruzaban, se miraban, con miraditas se comunicaban, anhelaban si se atraían  que el próximo encuentro llegara pronto, para eso se aceleraba el paso, de esa forma veían hasta donde el otro se interesaba, así el cortejo iniciaba y los corazones latían, hasta que él se atrevía a dirigirse a ella y tal vez sí o tal vez no, podía comenzar el romance y dar vueltas juntos sin importar la dirección.

Era un remanso estar viéndolas, ellas ayudaban a aquietar al día, al alma y hacerla entrar en ese descanso meditativo, contemplativo y en muchos momentos muy recapitulativo.

Hacía tiempo que quería una puesta de sol donde las nubes fueran parte del espectáculo pues en estos tiempos puede ser que el sol oculto tras de ellas, mantenga un juego asombroso, dejar colar su luz detrás y de esa manera mostrar ese semicírculo de rayos dorados, una visión muy celestial o llenar de colores el firmamento.

*

*

Mientras contemplaba ese encanto que se aposentaba  a mi alrededor, empecé a recordar algunos comentarios que me habían hecho, pues me es difícil creer que hay personas que no miren al cielo o que no se hayan detenido nunca frente a una puesta de sol, más allá que en varias ocasiones me ha pasado que cuando he invitado a alguien a ir a ver una, no entienden de qué se trata y cuál es el chiste de ese paseo.

Una vez una conocida ya grande, me dijo:

-La primera vez que vi una puesta de sol, fue porque tú me llevaste.

Se me hizo asombroso que hubiera llegado a esa edad y no las hubiera tenido en cuenta en su vida, que jamás una de ella la hubiera retenido y la asombrara como para estar unos minutos contemplándola.

He estado escribiendo mucho acerca de las nubes, del cielo, sobre todo al atardecer, pues si hay algo que me gusta y le doy mi tiempo es a mirar a las alturas, a embelesarme con el infinito, ya sea encerrada en mi patio, a través de la ventana o en un paisaje abierto como en mi platea de rocas ígneas.

*

*

Si algo llamó a mi atención en los comentarios fue el hecho de haber descubierto que no todos conocen la cúpula que tienen sobre su cabeza, rara vez la miran y menos aún se detienen en ella.

«Para leer nubes hay que mirar arriba. Y casi siempre andamos cabizbajos.
Yo estuve buscando piso unos días, lo cual me obligaba a mirar arriba tratando de dar con anuncios de alquiler. Descubrí lo bella que era mi ciudad.
Tantos años viviendo en ella y no me había dado cuenta, siempre mirando abajo.»

Me gustó mucho eso de «leer nubes», en esas me encontraba mirándolas y tratando de descifrarlas pues no siempre tienen un lenguaje que permite el hacerlo con claridad, más bien algunas de ellas llevan por ese otro viaje interno, a compenetrarnos con nosotros mismos.

Tuve varios agradecimientos por haberles hecho subir la mirada y que se encontraran con otro panorama.

«Tengo que mirar más el cielo, gracias por hacérmelo sentir….»

Los teléfonos inteligentes han cooperado mucho para que ello suceda, es preferible verla a través de él cuando alguien la pública, que subir los ojos y contemplar la que tenemos frente a nosotros, las carreras en las que andamos, el que cada día nos encierren y nos encerremos más en esa visión de túnel, donde solo vemos aquello que nos señalan y perdemos ese poder abrirnos a la gran inmensidad, sin darnos cuenta bloqueamos las posibilidades internas pues tampoco nos volcamos a ese otro universo, el interior que también nos ayuda a expandirnos en ese otro «cielo» que llevamos con nosotros, que cada día nos acerca más a quienes somos.

Creemos aquello que nos dicen o nos han dicho que somos, todos aquellos «introyectos» que nos han ido metiendo a lo largo de nuestras vidas y de esa manera nos fuimos conformando, creando un perfil de nosotros para poder ser aceptados de acuerdo a lo que otro quiso que fuéramos o que en algún momento nosotros creíamos que era lo mejor, pues si todos lo decían para ese lado estaba el camino o a través de rebelarnos y hacer lo contrario o …pudo ser por tantas cosas que es bien imperioso que nos detengamos a vivenciarnos, ya que cada día que pasa lo reprimido hace fuerza y sin darnos cuenta nos enferma, nos produce ansiedad, desasosiego y nos puede dar mucho miedo, sin embargo, este es otro tema.

Ahí estaba con mis divagues, mirando a ese «Dador de Vida» que emprendía su lento declinar.

Una pareja también se encontraba allí, en una franca charla esperando que la noche se hiciera, en un perderse frente a ese coloso que se despedía, el cielo coloreado dejaba plasmadas sus siluetas.

*

*

En lo personal, desde muy pequeña las puestas de sol fueron un espectáculo que solíamos ver en familia, ya fuera en Montevideo o en la casa de la playa en Las Toscas, donde era un instante para estar en el silencio, dentro de uno mismo, con los ojos atentos percibiendo lo que acontecía, llenando el alma de paz, de sosiego, también una costumbre de muchos uruguayos, pero eso lo dejo para contárselo en la próxima entrega ……

CONTINUARÁ…..

DESDE MÉXICO

***

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13 comentarios en “PUESTAS DE SOL: DESDE EL DESIERTO (1)

  1. Más bello, imposible. ¡Qué imágenes! Hablan por sí solas. ¡Claro, las nubes hablan! Pero tú también hablas muy bonito Themis, te llegan al alma porque tú vives con los cinco sentidos. Sí, increíble esa persona que nunca las había observado. Dicen tantas cosas! Representan tantas imágenes!

    Lindísimo paseo, muchas gracias! Un abrazo entrañable.

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    1. Gracias Maty, en las ciudades es más común de lo que se cree pues al vivir en lo bajo y recubiertos de edificios altos muchas veces se desconoce el horizonte y lo abierto.
      Te mando un abrazo grande y feliz semana

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  2. Impresionado de nuevo con tus textos y fotografías, en espera de la continuación te enlazo un atardecer de esta tarde mientras paseaba por el pueblo, hoy faltaba la intensidad y el contraste de colores de otras ocasiones pero para mí es igualmente bello. Un saludo

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    1. Me encantó la foto José Manuel, hermosa, con ese pueblo, tal vez no era necesario el contraste, también los acuarelados pálidos le dieron su colorido a ese día que se iba. Gracias por ella, por hacerme partícipe de ese momento, también por tus palabras, un abrazo grande

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  3. Rememoro precisamente los crepúsculos vespertinos en mi natal Tehuacán, donde me generaban nostalgia y algo de melancolía (ápices, mejor expuesto; empero, no lo digo en el sentido negativo.)

    Sea como fuere, me encantaba siempre tenerles presentes y pues, es algo que se impregna en la mente eviternamente. Pero retomando tu texto, ¿en dónde queda la comunicación presencial?

    ¿Qué hay de apreciar y palpar la realidad misma sobre la tecnología que si bien resulta útil, a la postre quizás no está alejando harto de todo lo demás?

    Me fascinaron tus imágenes, la reflexión y demás. Todo va ad hoc a lo que has querido describir, asevero desde mi particular perspectiva; te deseo harto éxito, que goces de cabal salud y hasta pronto.

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      1. Se publicó sin terminar de escribir, cada día la comunicación presencial se está diluyendo, tal vez no en nosotros que vivimos otras cosas y la necesitamos, sin embargo las nuevas generaciones esas la conocen poco y aunque estén juntos están metidos en su mundo digital. No niego la tecnología, sin lugar a dudas aporta, sin embargo hay que lograr darle lugar a ambas. Gracias Daniel por tus deseos y por tus palabras, te mando un abrazo grande

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  4. Me hiciste recordar mis puestas de sol en la adolescencia… En Sopetrán. Te mandaré mi libro Silvas de mi selva en ocaso. Todo el libro está inspirado en las puestas de sol, siempre me fascinó este momento de ver marchar el sol, a veces entre nubes, otras, desnudo a cielo abierto… Gracias Themis, hermosa entrada. Ojalá miremos más al cielo. Un fuerte abrazo.

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