agua y arena

EVOCANDO A LOS POETAS: RAFAEL COURTOISIE

 

 
 «En poesía, como en el amor, lo más difícil y
hermoso es cantar en silencio.
Decirlo todo al callar.»

 

*

 

 » Recuerdo perfectamente la primera vez que vi el mar. Quiero decir, no sabía que esa masa plana que se extendía hasta el horizonte y que se movía como un animal inmenso, en cuyo lomo pastaban las ovejitas de las olas, era el famoso mar. Poco después descubrí sus adyacencias: los animales marinos reales e imaginarios: peces, caracoles, endriagos, marineros y bañistas.

Más tarde descubrí que la poesía era otro mar, aún más profundo.»

 

***

 

Hace mucho tiempo, cuando el nuevo siglo el XXI llevaba unos años de nacido, me encontraba inmersa en otra realidad, alejada del mundo  «civilizado», cuando un día como por encanto fui transportada por los «aconteceres» y desembarqué en la ciudad de Montevideo.

Muchos fueron los acontecimientos que se sucedieron, uno tras otro aparecían como si no tuvieran detención, me empezaban a abrumar y me orillaron a una gran desubicación en esa nueva realidad en la que me encontraba, donde ni siquiera tenía esa estrella como decía Benedetti:

 

«Cuando tengo preocupaciones, miedos o una historia de amor, tengo la suerte de ser capaz de transformarlo en un poema»

 

No escribía poesía, llenaba libretas donde las letras se deslizaban e iban plasmando todo aquello que salía de adentro de mi misma o pintaba o danzaba o…… sin embargo las musas no aparecían, no había nada que dentro mío se moviera para destrabar esa capacidad de sublimar todos aquellos impulsos que se agolpaban y acongojaban.

 

«Me fui de vos para volver a mí, y ya no estaba.»

 

Un día decidí aprender algo, meterme en algún taller para ver si de esa manera regresaba esa necesidad de expresar, plasmar, liberar todas esas ansias.

Comencé la búsqueda, el peregrinar de un lado a otro, por diferentes motivos nada de lo que encontraba se ajustaba.

Sin embargo sin esperarlo en un momento en que había entrado a visitar el Castillo Pittamiglio, el que se encuentra en la Rambla de Montevideo, frente al mar, ese edificio que atrae a pesar de estar encasillado entre otros, que fue la casa del arquitecto, alquimista y místico Humberto Pittamiglio. Dicen que desde compró el terreno hasta el día que murió no dejó de construir pues parece que para él la vida metafóricamente era un viaje que no se acaba y la fachada del edificio es la proa de un barco que mira hacia el mar, dicen también que es la representación de la vía húmeda de los alquimistas. Otra de las historias que lo rondan es que por el 1940 albergó al Santo Grial.

 

 

Un extraño lugar. Mientras deambulaba entre habitaciones con formas inusuales, pasillos estrechos, abriendo puertas que no llevaban a ningún lado, ventanas que nada mostraban, llena de símbolos rosacruces, alquimicos, masónicos, templarios, de repente se apareció un pequeño anuncio, me acerqué a él para leerlo y ahí lo encontré, iban a comenzar a dar un «Taller de Literatura Creativa» en ese espacio y Rafael Courtoisie iba a ser el maestro.

Más allá que no sabía quién era, ese mágico entorno lo señalaba y así fue como llegué a él.

Llamé por teléfono y una voz calma, modulada que trasmitía una gran melodía y que comenzó a explicarme de que se iba a tratar el curso, me fue llevando, me fue embrujando con todas esas palabras exquisitas que mostraban un gran amor por las letras, por la poesía, por la docencia, volcando su pasión en lo que trasmitía.

No era el tiempo en que uno acostumbraba guglear para saber con quién se estaba hablando, tampoco en ese primer momento me importaba, no era lo que iba a llevarme a decidir si iniciar o no.

Esa seguridad que me trasmitió fue la que me invitó a salir de ese otro encierro y con gran miedo atreverme a llegar a un espacio con otras personas que no conocía.

 

«La felicidad cuelga de un clavo invisible
hundido en la pared del aire, débil
flojo, la felicidad pesa cien mil toneladas
y el clavo dos o tres gramos…»

 

El taller no fue en ese castillo, el cual me había llamado simplemente para señalar por dónde ir al encuentro, sino en otro sitio cercano, en una librería.

Llegué a ella el día adecuado para el inicio, abrí la puerta y una campanilla dio anuncio de mi presencia. Alguien se asomó de entre una pila de libros que estaba ordenando y me preguntó cuál era mi búsqueda.

-¿El taller de escritura?-pregunté

-Por la escalera arriba.

Subí el primer escalón, subí el segundo, estaba muy obscuro, no se veía ninguna luz  y algo dentro mío decía que me fuera, mientras otra parte luchaba para que siguiera, gritaba, imploraba: «No te detengas».

Sin pensarlo siquiera llegué hasta arriba y ahí vi un haz de luz clara, hermosa, de esas de las tardes de invierno cuando el sol se va retirando y pinta todo con tonos celestiales.

 

«la alegría
es de plomo puro, se transforma en oro
y tiende a caer hasta el centro
de la Tierra con toda su masa
de luz, el clavito la sujeta
la cuelga de una nube, la toma
de la mano y le hace cosquillas»

 

Estaba vacío, era como si no hubiera nadie, me senté a esperar cuando por una puerta apareció con una gran sonrisa, me llamó por mi nombre, comenzó a hablarme como si nos conociéramos de toda una vida, como si fuéramos almas contemporáneas de otro tiempo.

 

«Es un sistema inestable, si,
en peligro de derrumbe
de hecatombe, de desastre
fiero, terrible, sí.
Pero mientras tanto
que nos quiten lo bailado.
Aguante el clavo.»

 

Poco a poco fui soltando de nuevo la escritura, todo el día estaba en ella, era una terapia que me encerraba mañana, tarde y noche en aquellos largos insomnios en ese gélido invierno, mientras se daba una espera a veces interminable entre los sucesos vertiginosos.

Nunca leí nada de él mientras estuve en el taller, no quería conocer al escritor sino a ese ser que estaba detrás, a ese maestro que fue sacándome de ese agujero en que me encontraba, que me fue desentrañando y quitando ese miedo a ese mundo que por momentos me devoraba, que no entendía.

Hasta que un día poco antes de mi salida de la ciudad pasé por una librería y ahí se encontraba uno de sus libros exhibiéndose, «Cadáveres Exquisitos», entré y sin dudarlo me lo llevé. Había llegado la hora de leer lo que escribía.

Así conocí al escritor, a sus cuentos, a sus ensayos, a su poesía, a la loca ironía que sus escritos trasmiten, ese juego grandioso entre la realidad dura y sin remedio y esa suerte de ágil galanteo con el amor, la alegría, esa vida picante como lo descubrí en ese poema a «La Naranja», pues si hay algo que le encanta es darle a los objetos cotidianos una suerte de vida propia, de existencia.

 

 

«Putas redondas, pelotas
llenas de hambre sexual, de una luz sometida
sin tiempo, de una vida agridulce
de la pasión idiota
de unos pocos momentos, del amor de un minuto
de la sombra, del sexo de los gajos
de la cáscara.»

 

Así el cuchillo, la cuchara, la copa de vino, se vuelven seres que deambulan, en este mundo de consumo despiadado donde a nadie importa darse cuenta que son y el papel que encarnan.

Juega con las palabras como si fueran un abanico que se abre, soplan al aire, lo refrescan, las muestra en un despliegue que hace reír muchas veces para no llorar o lloramos para no hundirnos en esa risa loca, maníaca y de esa manera descargarnos del efecto al que  nos introdujo.

 

«Tienen una virtud: son locas.
La frescura y el dolor se parecen.
Las naranjas dementes no tienen pelo, no tienen voz
no tienen sentimientos.
Las naranjas son frescas, locas y frescas
como el jugo del pensamiento.»

 

***

 

RAFAEL COURTOISIE es un escritor uruguayo contemporáneo,  poeta, ensayista, narrador, docente, que ha ganado varios premios, entre ellos el de Casa de América en poesía, el Jaime Sabines en México y otros muchos más.

Su obra se ha traducido en diversos idiomas, se dice que es uno de los grandes referentes de la poesía actual latinoamericana, su nombre aparece cuando la nombran y con su trabajo va camino a encumbrarla en la historia.

Eso sí, nos advierte:

 

«Si ves una cuchara, sigue de largo. Piensa en la luna que vive feliz y blanca sin cucharas que la molesten.
Una cuchara es como el metal del silencio, dura y terrible, sin dueño.»

 

*

 

Si quieres saber el por qué de la advertencia, aquí te dejo un link con algunos de sus poemas entre ellos el que habla de las cucharas.

 

http://faustomarcelo.blogspot.com/2016/02/poemas-de-rafael-courtoisie.html

 

 

FOTOS

naranja con gajos

https://www.artelista.com/obra/5337953812311816-naranjas.html

 

CASTILLO PITTAMIGLIO

 es.wikipedia.org/…ki/Castillo_Pittamiglio

 

 

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6 comentarios en “EVOCANDO A LOS POETAS: RAFAEL COURTOISIE

  1. Preciosísmo tu relato Themis.
    Maestro,a quien también supe conocer,disfrutar y aprender en sus talleres insuperables, floridos,muy condimentados con sus anécdotas,historias,relatos,mini cuentos,técnicas, etc,etc.
    Felicitaciones a tí y a Rafa por compartir tanto entusiasmo por la escritura.
    Mil gracias
    Te saluda:
    Alicia Romelli

    Le gusta a 1 persona

  2. A partir de ahora, si veo una cuchara saldré corriendo.
    Tengo que mirar los enlaces que has puesto pero su poesía me ha parecido de una gran originalidad.
    De todas formas lo que más me ha gustado de esta entrada es el relato de tu búsqueda y ese taller, puesto ahí para ayudarte.
    Creo que también he pasado por esa necesidad de querer expresarme, de necesitarlo más que nunca y, sin embargo, no poder.
    Me gusta mucho leerte.
    Abrazo

    Le gusta a 1 persona

    1. Gracias Eva por lo que me dices.
      Son momentos donde la vida abruma y las musas parecería que se fueron a dormir y uno necesita algo que lo destape, de repente aparece eso que libera esa cañería atascada y empieza la vida a fluir y uno se da cuenta como dice Silvio Rodríguez

      «Hoy sé que no hay nada imposible
      Anoche supe la verdad
      Creí a mi alma inservible
      Pero era cansancio vulgar, nada más.

      Río, río, río
      Río de verdad
      Como un animal
      Que ha sido puesto en libertad»

      Un abrazo grande

      Me gusta

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