La paleta de colores
La mañana amaneció gris, con un cielo cubierto donde la lluvia caía débil y sin detenimiento.
Esos días calmos en donde si no hay pendientes uno disfruta de ellos pues siente como si nada se pudiera hacer más que quedarse contemplando por la ventana esas gotas intermitentes que con mucha suavidad caen sin parar, que mojan eso sí sin embargo no son estruendosas.
Día nostálgico, un poco triste y donde la melancolía se hace cargo de este despertar, donde el frío pacífico muestra que hay que abrigarse y que un rato más entre las cobijas marcan un momento simple, disfrutable para ser agradecido.
No hay nada para hacer que no se pueda dejar para mañana.
No hay nada para hacer que amerite cumplir con las horas estipuladas.
No hay nada para hacer que no pueda permitir hundirse un rato más en sí mismo, apapacharlo.
No hay nada para hacer….es cuarentena….es encierro….es estar dentro….es mirar por la ventana…..
Afuera las dulces tortolitas llaman, piden que se les vaya a atender, están mojándose entre las varillas del techo, tranquilas, mansas, como si no hubiera otra cosa para hacer.
La lluvia leve parece que no mojara sin embargo esa humedad que desprende tan rara en este lugar que habito le da otro sentir al cuerpo que se alegra de que la resequedad por unos instantes se aleje y deje ese aroma a tierra mojada que se transporta desde lejos y nutre con su delicia al ambiente sediento con tanto sol que lo abraza.
Hoy parecería que no hay que pensar en nada, ni en salir, ni asomar la nariz a esa calle que tampoco invita a ser visitada.
Sigue lloviendo, en un instante un rayo amarillo baña a las paredes blancas, es una señal de que parece que busca despejarse, la lluvia cada vez se hace más lenta, más gota a gota, rítmica como marcando una melodía que solo ella escucha y la sigue, la baila.
Llega la tarde.
Cuando de repente, sin más así como por encanto el deslucido cielo comienza a asomar.
La melancolía se va desprendiendo y una voz me dice:
-Ven a ver esto
Ahí frente a mí estaba unos hermosos colores que teñían con un arco a ese cielo que dejaba de llorar y la luz del Hermano Sol brotaba a través de cientos de gotitas redondas, que al ser tocadas por sus rayos iban formando ese puente que acuarela y une puntos divergentes.
Él se levanta en los cielos mostrando la señal del pacto que Dios hizo con Noé de no derramar más diluvios sobre la tierra.
El arcoiris ha aparecido, el signo entre los antiguos habitantes de estas tierras de que una nueva edad va a comenzar después de que un gran y terrible diluvio acabó con uno de los mundos.
Me quedo mirándolo, tal vez sea la primera vez que lo veo desde aquí, no lo recuerdo desde este patio que solo permite un pequeño arco mostrarse en el cielo.
Hermoso regalo para este día, no solo él sino este remanso en la atmósfera que logró la lluvia crear.
¡Qué más se podía pedir hoy que pintaran el cielo! y esa monotonía con la que había nacido se viera enaltecida con ese detalle etéreo.
MÉXICO
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!


Precioso y el arcoiris mi encanta. «Fotaza» Un abrazo
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A mí también es realmente algo que hace que todo adentro de uno sonría. Este año se están viendo muchos, es que muchas tormentas y huracanes andan en la vuelta como que se han multiplicado, sin lugar a dudas anuncian agua. Un abrazo y gracias, feliz día
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Me llenan de paz , tranquilidad y de equilibrio tus preciosos textos. Un abrazo.
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Gracias, me pone bien feliz el saberlo pues ellos son gran parte el encuentro con mi equilibrio. Un abrazo grande
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Es un dulce retrato de los primeros fríos de un invierno que se promete inédito y extraño. Gracias por compartir la belleza de esos momentos. Un abrazo.
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Gracias Carlos, así parece, el cielo está mostrando muchos acontecimientos, señales de lo que sobrevendrá. Un abrazo
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Bellísimo, mi querida Themis
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