sotolín

CAMINO AL MONTE: EL VIEJO SOTOLÍN (3)

 

EL ALQUIMISTA

 

Ya había llegado la hora de ir a conocer al viejo sotolín que desde la primera vez que había ido a esa parte de ese cerro me lo habían presentado desde lejos y había quedado con las ganas de acercarme a él.

El mismo que en aquella salida hacía ya un tiempo el coyote que vi a lo lejos, el cual se detuvo unos momentos en los que nos quedamos reconociendo, sentí que me señaló ese camino para un encuentro.

El sotolín es una de las tantas presencias del desierto que en forma de planta se ha alojado sobre estas tierras, es un ser longevo, cientos de años puede guardar  en su corteza y miles en su memoria colectiva de lo que ha sido la evolución en estos parajes y de la Vida, como éste al cual iba camino a develar, a estar junto a él, a cargarme con la energía que trasmite.

 

 

La cuarentena estaba pasando su factura ya el encierro estaba pidiendo  salir a estirar las piernas, a caminar, a entrarse en la Naturaleza, pues eso de estar cerca de los congéneres mejor era no arriesgarse a hacerlo, la situación no garantizaba que el cuidado que se realizaba estuviera protegiendo al otro, todo lo contrario, la mayor parte no hacía caso, ni quería ver lo que estaba sucediendo, mejor era no tomar consciencia de esa forma se seguía viviendo como en los viejos tiempos, en la total ignorancia de los hechos, claro que saber cuál de las formas era la correcta no se podía asegurar, por lo que se vislumbraba tenía que ser una totalmente nueva la que se encargara de darle forma a lo que se avecinaba.

Más allá ya se percibían pequeños cambios, los tapabocas en la calle ya se veían en la mayor parte de los transeúntes, una muerte fue quien abrió a la consciencia. Sin embargo el manejo de la sana distancia esa se dificultaba, a veces pareciera como que se tuviera vergüenza o se hiciera un disparate en realizarla, como una falta de cortesía, algo así como si es mi comadre, mi vecina o alguien conocido y por esa razón no puede estar enferma.

Caminar hacia el monte no era problema, es un pueblo bastante vacío y poca es la circulación por él.

Llegamos al lugar en donde siempre nos quedamos, pero esta vez seguimos adelante, había que bajar a la cañadita, remontarla y llegar a ese gran sotolín que se veía desde lejos.

 

 

Así lo hicimos, fuimos recorriendo el espacio, pasamos un muro de piedra de los que construían los prehispánicos y que diferentes vestigios están regados por todas las montañas,  un poco más adelante estaba ese ser sanador que iba a conocer y a ponerme bajo su protección.

 

 

Me quedé mirándolo estaba enorme, ancha bien ancha era su base, donde almacena el agua como si fuera una esponja que la absorbe.

Subí hasta donde se encontraba, lo rodeé y me paré en la parte de atrás, donde llamó a mi atención un pequeño cactus que sobre él estaba creciendo.

 

 

Le pedí permiso y que me ayudara a trasmutar toda esa energía contaminada por el encierro que traía, por estos momentos que se estaban viviendo, que aunque uno intentara llevarla lo más sanamente posible, todo lo que estaba sucediendo en el mundo desestabilizaba, pues era un cambio enorme el que hay que realizar para poderse adaptar a esta nueva forma que llegó para sacudirnos de nuestra modorra, de creer que nada puede cambiar y que por los siglos de los siglos seguirá siendo lo mismo, más allá de haber hecho lo que se quisiera con este mundo, seguirlo haciendo y si uno no lo hace, lo permite, por lo menos no comienza por donde es todo principio: uno mismo.

No se trata de mudar al mundo, se trata de cambiar la propia cabeza que tan egoístamente piensa solo en sí misma, en su comodidad, en su bienestar, en su zona de confort, en las banalidades que necesita.

Es hora de comenzar a ver esta experiencia que es la vida de otra manera, pues no es que se acabará la Tierra, sino que somos nosotros mismos quienes nos estamos extinguiendo, claro que también puede ser probable dentro de las infinitas posibilidades que un día por arte de magia el Planeta, nuestra casa, implosione y «Adiós, adiós», a los semidioses convertidos en demonios, a todos sus seguidores que se creían que podían guardar por siempre lo acumulado, a todos los despistados, a quien sea, pues cuando llegara este momento desaparecería el sistema que con tanto esmero cuidan.

Sin embargo no era de esto que iba a hablar, pues puede parecer demasiado fatalista o realista y con uno o con otro concepto hay dificultad de entendimiento. Asusta el solo sospechar que la vida no es lo que nos vendieron, sin embargo de lo que se trata no es tirar más miedo sino de darnos cuenta que no importa en lo que esto acabe si dentro de nosotros mismos estamos cercanos a ese Ser que nos resguarda, ahí nada hay que temer pues en su refugio está el espíritu quien es el único que está de viaje por este Universo y seguirá por otros después de desprendernos del bagaje que este plano hace que carguemos.

 

Junto a él, al cactus,  a ese pequeño ser con su cabecita redonda con espinas, me desplegué sobre el sotolín cuán grande soy, miré para arriba y me puse a su cargo.

 

 

Cerré mis ojos, mientras lo abrazaba con mis brazos extendidos que no llegaban a rodearlo y me reclinaba sobre él pues con la posición que tenía, era posible que hiciera de sostén.

Así en un segundo en el silencio que encerraba el espacio, en el vacío, el encontrarme tan cerca de la Naturaleza, me fui metiendo en otra frecuencia, así por un muy buen rato quedé fuera del mundo cotidiano, la neurosis iba bajando, desapareciendo, dando un vuelco al panorama, el miedo se transformaba en una cálida esperanza, la ansiedad se diluía, la confianza se restablecía para emprender lo que viniera con fuerza renovada.

Poco a poco fui abriendo mis ojos, miré al cielo y me encontré con una hermosa imagen, donde un pedacito de la montaña, una nube y el árbol hacían de cobijo de mi alma.

 

 

Una sonrisa nació, agradecí al alquimista y miré a través de sus ramas. El pequeño cactus parecía que sonreía desde sus entrañas, llenas también de curación para todos aquellos que quieren adentrarse en sus artes del alivio.

Me paré lentamente y fui caminando un poco más adentro en la cañada donde encontré una piedra perfecta que hacía de asiento, allí me quedé absorta contemplando.

Sumergida en ese mundo ocre, que llenaba el sentir de una suave quietud, con la avenencia de la Madre Tierra, la cual a quién sea sustenta y consuela.

A lo lejos entre las ramas y un arco de árboles se vislumbraba la lejana montaña.

 

 

De repente algo llama a mi atención, desde mi costado, miro y ahí lo veo, otro pequeño cactus, que me muestra que aún en los lugares más áridos e imposibles en esa yerma piedra con apenas una pizca de tierra, hay lugar para el crecimiento y la adaptación cuando uno es capaz de sortear los obstáculos, no detenerse por ellos y darle toda la energía al objetivo que nos centra.

 

 

Sonreí, había sido una tarde de mucho aprendizaje, de renovación, de energías vivas que se apoderaban e inyectaban un soplo de vida a las ya desgastadas.

Gracias es lo que nace, por esa gracia divina y ese privilegio de estar cerca de todos estos seres que sin palabras abren al conocimiento a quienes desde el corazón se les acercan.

 

Así con esa armonía con que la tarde me había regalado, fui bajando por la cañada, después de despedirme de ese todo que me había cobijado, mientras un águila que habita la cumbre sobrevolaba en las alturas dando vueltas, planeando en el remanso del atardecer que se acercaba.

 

MÉXICO

 

CAMINO AL MONTE (2)

CAMINO AL MONTE (1)

 

 

 

 

4 comentarios en “CAMINO AL MONTE: EL VIEJO SOTOLÍN (3)

  1. El desierto es un lugar apropiado para reflexionar sobre lo acontecido, que es consecuencia natural de lo sucedido.
    Que en la sequedad hay que nutrirse con lo que se encuentra y que la decepción surge del deseo insatisfecho cuando se le pide más de lo que puede dar.
    Un abrazo.
    ¿Este mundo quizá necesita una transformación interior?

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    1. Bien dicho, creo que sí es necesaria esa transformación para que empiece a ver lo que acontece de otra manera, para que encuentre en su interior el verdadero sentido de la vida, que para nada es la superficialidad de esta época, ni la inteligencia artificial, ni el estar todos metidos en la misma bolsa.

      Un abrazo grande y buen fin de semana

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    1. Gracias, el lugar es hermoso, todo lo que rodea a la región es una Reserva, es Patrimonio Mundial de la Humanidad, y para donde vayas te encuentras con lugares únicos en el Planeta de un silencio, soledad e inmensidad que es grandioso. Esperemos que lo sigan conservando, un abrazo

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