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LOS QUE MUESTRAN EL CIELO: LA LUCHA POR EL PODER (4)

 

EL DESTRONE

Estaba sentada en los escalones después de haber terminado con mis ejercicios para mantenerme en forma, el calor estaba en todo su esplendor, así que salí, me senté a respirar un poco y bajar a tierra, pues después de ellos quedo aún más en el aire y bueno hay que mandar el cable para hacer contacto con esta supuesta realidad, que cada día sé menos en donde está, qué es lo real y que no, sin embargo esto es otra historia.

Allí estaba mirando a Coquita en ese despliegue que tiene de andar caminando dando vueltas por todo el patio, para un lado, para otro, para regresar al mismo punto una y mil veces y así se pasa todo el día, esta vez en sus andadas la acompañaba su compañera, la Ñandu que así le puse por una forma que tiene de estirar el cuello, al cual lo deja largo bien largo y su mirada fija con un aire de nostalgia como lo hacen los ñandúes por lo menos a la que yo conocí un poquito más de cerca.

 

 

Los ñandúes son unas aves de Sudamérica parecidas a las avestruces salvo un poco más pequeñas y tienen tres dedos en lugar de dos o algo así por el estilo y un cuello muy largo, unos grandes ojotes que miran con gran concentración, su especialidad son las carreras,  son muy veloces.

La Ñandu, sin acento, pues realmente tendría que ser Ñandú,  sin embargo ese incomoda cuando uno la llama, no hace buena resonancia y hay que acomodar las cosas para que sean más adecuadas a la situación en que uno se encuentra, pues eso de las reglas si bien son necesarias hay que estar siempre dispuestos a cambiarlas por las circunstancias, esas que muchas veces nos hacen esclavo de ellas si no nos sabemos amoldar y en los nombres propios dicen que no hay faltas de ortografía.

La flexibilidad esa que necesitaremos cada día más, aunque cada día la tenemos menos, pues hemos sido preparados para respetar nuestros deseos o instrucciones que nos han metido como un chip en la mente y nuestras ansias de consumo de lo que sea, hasta de nosotros mismos, no deja mucho margen para soportar las frustraciones, poca tolerancia, no solo a ellas sino a todo.

Ya me fui por las ramas de la «retórica» y de lo que  estaba hablando era de la Ñandu que también es parecida a ese pájaro grandote, no por lo grande sino por su forma de comportarse.

Una vez hace ya muchísimo tiempo casi era una niña,  estaba en el campo, el dueño de la casa en la que me encontraba, había criado desde pequeña a una de ellas pues había quedado guacha. Andaba por todas partes pues era como de la familia, recuerdo que se paró frente a mí y estiraba el cuello, largo bien largo y desde ahí arriba  me miraba, me miraba, movía la cabeza, cuando de repente, ¡ZAS!, en un descuido y sin esperarlo lanzó su pico sobre un broche que traía que brillaba y le dio un soberano tirón, para salir corriendo disparada.

Cuando vi a la pareja de Coquita su forma de mirarme, cómo estiraba el cuello, cómo salía corriendo por patas en determinados momentos me recordó ese episodio que ya tenía en el olvido y entonces en homenaje a lo vivido así la apodé.

En resumen, ahí estaba sentada en los escalones contemplando a las dos tortolitas que daban vueltas, esperando que me dignara a darles de comer, fijándome que cada día están más gordas, cuando de repente veo desde el rabillo del ojo a un punto rojo que pasa corriendo, bien acelerado, como que no sé de qué se trata, el color llama a la atención y ahí volteo y veo a una especie de hormiga pasar como si el tiempo se le acabara.

Me levantó muy presta, tomo la cámara y me voy a perseguirla.

-Espera, espera-le solicito- déjame retratarte- con ese afán mío de andar cazando la noticia con todas las cosas que pasan en el patio. Ya casi estaba encima de ella, le vuelvo a pedir un segundo para tomarle una foto y como que medio se detiene y ¡CLICK!, una instantánea nació, para luego retomar su carrera loca e irse a meter debajo de la planta de frijol en el mini huerto.

Aquí se las presentó más allá que con la premura hasta movida y fuera de foco salió, pero para mostrársela y que quede retratada vale, no soy una profesional en esta profesión.

 

 

Ya conocía a estos animalitos, pues en el monte se aparecen de vez en vez y todas las que he visto siempre traen un gran apuro, como que se les hace tarde para llegar quién sabe a dónde o tienen que cuidarse mucho de los depredadores pues la verdad que con lo llamativas que son no pasan desapercibidas, creo yo que es un error de concepción en estos parajes donde la mayor parte de los animales se camuflan, pero bueno tendrán su razón de ser así.

Volví a mi asiento en los escalones, en eso estaba y empiezo a ver tortolitas que se paran en el techo. Una pareja baja y empieza el macho a corretear a Coquita, que no sabe en donde meterse, mientras la recién llegada muy pero muy aguerrida, fuerte y dominante le da unos soberanos picotazos.

 

 

La nueva pareja se acerca, se para frente a mí,  desde las alturas empiezan a bajar todas las demás quedando frente a mis ojos, los cuales son los comensales que vienen todos los días, que se han ido juntando y a los cuales nuestra «ex-ama», por lo que parece, los corretea y no es muy simpática con ellos, los picotea, no les da tregua quiere todo para ella.

La Ñandu para eso se había subido al techo desde ahí me mira y observa todo lo que está pasando alrededor, Coquita se queda alejada de mí a unos metros.

 

 

Parecería que todos estuvieran reunidos en una asamblea sindical, no de trabajadores sino de los que están en paro.

El recién llegado levanta su ala frente a mí y ahí la deja por unos momentos desplegada.

-¿Qué significa eso?, ¿qué me quieres mostrar?- le pregunto- pues si veo que cuando llegan a comer muchas levantan el ala en señal de protección parecería o de quién sabe qué, pues realmente no les entiendo muy bien sus códigos.

Más allá me quedo mirándolos se me hace una locura ese comportamiento, parece que se vino a presentar, a decirme que ahora él es quien manda, como si fuera el capataz, el Manda Más.

 

Eso sí Coquita quedó destronada por lo que se ve, por allá lejos, más allá que no se va, ni se mueve, solo me mira.

Bueno la dueña de la comida soy yo, por eso será que vino a congraciarse acompañado de todos los demás como si lo estuvieran apoyando en el nuevo nombramiento o será que me está amedrentando para que me vaya o le respete, ¿quién sabe?.

Me quedé con la interrogante, más desconcertada por esa actitud de todos esos seres alados, que mostraban deferencia, parecería en la realidad que era eso, no lo sé.

-¿Qué cosa rara?-me decía a mí misma, pues no había nadie con quien hablar o preguntar si entendía de que se trataba eso.

Ahora sí después de ese día, a la pobre Coquita más allá que se lo tiene merecido por egoísta y territorialista la trae finta, no la puede ver pues cuando él llega la otra se tiene que ir y se ensaña con ella-él.

 

 

Más allá como vive con la Ñandu en el patio, pues los otros llegan un rato antes de la hora que como relojitos ya conocen y si no se respeta ya comienzan a hacer sonar sus voces, no tiene muchos problemas pues sabe que tiene su servicio aparte.

Eso sí cada día son más las que llegan como si se hubieran pasado la dirección y se arman ¡cada combates!, donde todas se corren, despliegan sus alas, vuelan sus plumas y en otro momento todo es una perfecta armonía.

Para salvaguardar un poco tanta disputa ya no dejo toda la comida junta sino que la riego como un sembrador por toda esa parte del patio que les he asignado pues con eso de que cada día son más tenerlos cerca de donde cocino se había vuelto un disparate ya que se venían ahí a pelear sin tenerme en cuenta como si no existiera.

 

 

Coquita sabe que tiene sus privilegios pues ella es de un trato especial, fue la primera que llegó, la que se hizo mi amiga, con la que puedo conversar, la que puede entrar a la casa, pasear por ella, venir a buscarme, llegar a mi cocina, pues a todas las demás salvo también a la Ñandu pues esa pobrecilla le ha costado tanto superar sus miedos que me cuido mucho de no espantarla, cuando se ponen demasiado problemáticas les muestro quien es la que en un última instancia tiene el objeto de interés de todos ellos-ellas y quien manda.

 

 

Ni modo que se le va a hacer siempre hay alguien que maneja el poder cuando el interés o la necesidad del otro está de por medio y la relación se forja por él.

 

MÉXICO

CONTINUARÁ….

 

 

CUANDO LOS PÁJAROS SE ACERCAN

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LOS QUE MUESTRAN EL CIELO

LOS QUE MUESTRAN EL CIELO (2)

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11 comentarios en “LOS QUE MUESTRAN EL CIELO: LA LUCHA POR EL PODER (4)

    1. Si conozco las hormigas rojas de Uruguay, estas son mucho más grandes. Me dijeron que era hormiga y se parece, también por la forma de caminar, ahora que lo sepa a ciencia cierta eso si que no. Un abrazo

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    1. Eso me alegra pues no sabes lo que disfruto trasmitiéndolas y no te digo viéndolas, es una forma de encontrar compañeras en este retiro inesperado.
      Sabes esa hormiga que no sé realmente si lo es me tiene intrigadísima desde el primer día que la ví, por lo apurado de su paso, en el monte al igual que en el patio brincan mucho por ser todo ocre y gris. Si un día lo sé ahí te lo digo.
      Abrazos

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    1. Hay que esperar el próximo capítulo para ver como sigue esta historia que cada día tiene más actores que se van sumando al reparto y las disputas van en aumento, sin embargo siempre sucede que en el caos surgen cosas buenas. Un abrazo

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    1. Me gustó eso de «alada compañía teatral», buena definición para este elenco cada día más creador de escenas disparatadas y muy buena compañía artística y social. Vamos a ver si en algún momento dejan saber su opinión. Un abrazo y feliz semana

      Le gusta a 2 personas

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