IEMANJÁ, LA DIOSA SIRENA

IEMANJÁ: LA DIOSA DEL MAR

Mañana se festeja a Iemanjá, la Diosa del Mar, la Diosa Sirena, por eso vuelvo a publicar una entrada de hace mucho tiempo, cuando estaba en Uruguay, donde a lo largo de todas sus playas se llevan adelante ritos para ella, donde la arena se llena de ofrendas y el mar en la noche luce lleno de pequeñas barcas con velas.

Era 2 de febrero del 2016,

el sol estaba fuerte, aunque ya iba camino a su ocaso, caminaba por la playa donde múltiples bañistas aprovechaban el calor para darse un baño en el mar, otros jugaban al futbol y la mayoría, sentados en las típicas sillitas playeras disfrutaban de un sabroso mate.
Iba en búsqueda de un grupo de fieles devotos de la Diosa del Mar, Iemanjá para ser parte de la ceremonia que todos los años en esta fecha, se realiza en las playas uruguayas en su homenaje, cuando a lo lejos escucho el batir de los tambores que me marcan el camino hacia ella.

Iemanjá, que su nombre quiere decir: «gran madre cuyos hijos son los peces», es la madre de todas la divinidades de la santería afro americana, cada una de esas deidades, llamadas orixas , representan a las diferentes fuerzas de la naturaleza y Iemanjá es la que representa el mar. Fue introducida por los negros esclavos traídos a América en la época de la Colonia y se sincretizó con la Virgen María para poder seguir existiendo.

En la mayoría de las playas uruguayas  es honrada por todos sus fieles que hacen ceremonias y ofrendas. Se prenden velas de color blanco y celeste en pequeños pozos realizados en la arena, también se le lleva flores blancas, sobre todo claveles y rosas que son sus preferidas, perfumes, joyas, espejos, jabones y todos aquellos objetos que la ayuden a lucir más bella, ya que la Diosa es hermosa,  se dice que es vanidosa y muy coqueta.

Ya habían armado la ofrenda. La imagen de Iemanyá con su traje azul celeste que llega hasta el piso, lanzando perlas de sus manos lucía en todo su esplendor;

 

Ya habían armado la ofrenda. La imagen de Iemanyá con su traje azul celeste que llega hasta el piso, lanzando perlas de sus manos lucía en todo su esplendor; a sus pies la barcaza azul la cual sería arrojada al mar al final de la ceremonia, en ella se guardaban los pedidos de sus fieles, cartas solicitando sus favores o agradecimientos por haberlos concedidos, perfumes, joyas, velas, jabones, etc. La barcaza estaba rodeada de flores blancas, palomitas de maíz, frutas

 

a sus pies la barcaza azul la cual sería arrojada al mar al final de la ceremonia, en ella se guardaban los pedidos de sus fieles, cartas solicitando sus favores o agradecimientos por haberlos concedidos y presentes para la Diosa.  La barcaza estaba rodeada de flores blancas, palomitas de maíz, frutas de todo tipo, donde la sandía que es su preferida tenía un sitio especial, cerraba la ofrenda un pozo en la arena con velas encendidas.

 

IEMANJÁ, LA DIOSA DEL MAR

 

Cuando llego al lugar, todos están vestidos de blanco , con sus ropas ceremoniales, habían formado un círculo, mujeres, hombres, niños, jóvenes, personas mayores, dirigidos por el Babalorixá (máxima jerarquía dentro de la religión) Sergio de Oxum del rito de Umbanda,  vestido de verde, se preparaban para iniciar las danzas para la Diosa, rodeados por un gran número de curiosos y visitantes que observaban.

 

 

Los fieles iban pasando, besando la arena donde se encontraba la imagen y así como también la arena donde estaba parado el Babalorixá.

 

Los tambores tocados con el corazón, generaban un ritmo hipnotizante acompañando una canción para la Diosa.  El círculo comienza a girar, batiendo palmas y la danza se convierte en algo sagrado. Se nota la alegría que los inunda, la devoción con que realizan su rito, a medida que pasan las horas, la danza prosigue aumentando en intensidad conforme se acerca la noche.

 

 

El sol desciende sobre el horizonte, no dejan de bailar y entran en un trance, inmersos totalmente en la realidad de su ritual y de su ofrenda, unidos a una fuerza que emana desde muy profundo.

 

IEMANJÁ, LA DIOSA SIRENA

 

 

Me compenetro con el evento, el sonido de los tambores se vuelve mágico, su retumbar hace cimbrar la arena que lleva a los pies a moverse y a querer danzar.

El tiempo se va borrando, una fascinación cautivadora hace que las horas pasen sin ni siquiera notarlas, se entra en una gran paz donde la música, la danza y la Iemanjá cubren el entorno, otra dimensión resuena, la energía de unidad fluye y cubre el ambiente.

Cuando el sol ya estaba próximo a desvanecerse, uno de los participantes se me aproximó y me dijo:

«¡Tomá la foto de la Diosa en este momento,
ya que el sol la hará brillar con sus rayos…!»

 

IEMANJÁ, LA DIOSA SIRENA

 

La ofrenda montada exactamente frente a donde el sol se ocultaría, la hacían resplandecer; sus últimos rayos incendiarían la imagen.

La música va descendiendo, es el tiempo de hacer los «pases» o limpias a todos aquellos que así lo quieren. Decenas de visitantes se forman en filas donde las diferentes Maes los bendicen y purifican su energía.

 

 

El sol ya se oculta, deja el paso a la noche, se reparte sandía y melón entre toda la concurrencia, fieles y visitantes. Tomo una rodaja de sandía que me es un deleite, está en su punto exacto y a continuación me ofrecen un puñado de palomitas de maíz que saboreo una por una.

 

 

El grupo se vuelve a formar en círculo, el Babalorixá Sergio hace una oración y se preparan para lanzar la barca al mar.

 

 

Con paso cadencioso, va la procesión en marcha, coronada por la noche que ya luce en todo su esplendor, la barca la encabeza, seguidas por los fieles cargando la ofrenda de frutas y flores que será lanzada al mar en espera que la Diosa la acepte.

 

IEMANJÁ, LA DIOSA SIRENA

 

Como espíritus blancos que entran a la mar, poco a poco desaparecen depositan la barca y la ofrenda en sus aguas, para después salir corriendo en una gran algarabía.

 

 

¡La Diosa Sirena admitió su ofrenda!, regocijo para los corazones y augurio de un gran año para todos.

De regreso camino por una playa encendida de luces de velas que alumbran las huellas de todos los que celebran, mi corazón está tranquilo, va recreando y gozando el momento vivido.

Una ceremonia a la Diosa del Mar, Iemanjá es algo bello de verse, las campanas, los cánticos, el repiquetear de los tambores, el batir de las palmas, forman un conjunto armonioso de sonidos, generan un ambiente y una energía que te lleva a sentir tu conexión con lo sagrado…

Si algún día tienes la posibilidad de estar en Uruguay o alguno de los sitios donde esta ceremonia se lleva a cabo, ¡no te la pierdas!, ¡baja a la playa! y ¡comparte el momento!.

 

LOS TAMBORES DE IEMANJÁ

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16 comentarios en “IEMANJÁ: LA DIOSA DEL MAR

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