Conociéndolos
Cuando llegué por primera vez a la Reserva de la Biósfera en México, a ese desierto que muestra abundancia en una parte de su tiempo, estaba haciendo el paseo por el Jardín Botánico, donde muestran muchas de las especies de flora que habita el lugar en un espacio para recorrerse cómodamente.
Iba subiendo las escaleras, muy metida dentro del paisaje que cuando se ve por primera vez, deja a uno como sorprendido, ido, absorto dentro de esa inmensidad que lo rodea, junto a esas presencias que comienzan poco a poco a volverse seres vivientes, con reacciones de las cuales pocas veces se habla tratándose de plantas.
Se las puede ya aceptar como un ser vivo, difícil es aceptarlas con una Vida propia, con comunicación, con relación no solo en su hábitat sino además con aquellos que se acercan y que pueden vibrar con ellas.
Claro que de eso me fui dando cuenta en todas las caminatas que realicé a medida que me iba adentrando en ese ejército de cactus columnares, que son los más representativos del lugar, los guardianes, las antenas que unen al Cielo con la Tierra, cuando empecé a sentir que me estaban enseñando, trasmitiendo y cuidando mis pasos por el lugar.
Allá iba caminando, mirando las diferentes especies que me rodeaban, viendo la infinitud de ellas, pequeñas, grandes, en grupos, distintas formas cuando de repente frente a mí se apareció un sotolín, hizo que me concentrara totalmente en él, quedé maravillada por su presencia.
Indudablemente era otra cosa, sobresalía sobre todo aquello que lo rodeaba, parecía un ser de otro planeta más allá que eso sucede con la mayor parte de las especies en el lugar, es como si uno se transportara a otra dimensión, el mundo de las plantas parece ser más extraterrestre que terrestre.
En ese momento ni sabía cómo se llamaba, ahí estaba, solito mostrándose en todo su esplendor, sólo lo mire y seguí ascendiendo, cuando bajamos me volví a quedar un rato a su lado, lo rodeé, miré de cerca su corteza, esa anchura de su base, sus ramas con sus penachos que se desplegaban hacia el Cielo.
Lo acaricié, para compenetrarme con su textura, mi mano sintió como una corriente que se transmitía a ella.
Eso hizo que aún más mi atención quedara fijada en ellos.
A partir de ahí cada vez que salía a caminar y explorar la región, me dediqué a buscarlos a ver donde podía divisar algún otro que se distinguiera dentro del paisaje.
Al poco tiempo nada más comenzaron a florear y ya era mucho más simple divisarlos en el paisaje pues el amarillo intenso de sus flores los denunciaban, estuvieran a la distancia que estuvieran.
El sotolín tiene una magia especial, es una conciencia muy longeva, algunos digamos que eran infantes cuando los españoles llegaron a este territorio, aunque podían en un momento ya tener 100 años en su corteza, que guarda la sabiduría de estas tierras, de su transformación, del paso del tiempo, de las diferentes vivencias que por los alrededores hubo, almacena la energía que devuelve vida en un paraje donde las temperaturas son extremas, donde muchas veces se necesita de alguien que de un poco de ímpetu para seguir adelante, que renueve las fuerzas.
Eso entrega con solo estar a su lado, con solo acercarse a él, con solo sentirse cobijado por sus extrañas formas, por su cuerpo caprichoso y que muestra su personalidad.
Todos son diferentes, cada uno muestra quién es, su individualidad, su forma arabarezca de revelarse al mundo, a lo largo de todos los años que vivió, que dicen que puede llegar a ser más de 800, eso sí, es una de las conciencias más antiguas del lugar.
Hay quienes están juntos y parecería que cuando se pasa por su lado ellos hicieran comentarios o lo quedan a uno observando, midiendo, conociendo.
Hay veces que parecería que lo reconocieran, cuando ya varias veces se recorrió el mismo sendero.
Otros crecen largos y con pocas hojas, no las despliegan, ellos van hacia arriba y se asemejan a figuras carnavalescas, a danzantes.
Muchos crecen juntos, el adulto rodeado de los más jóvenes, es una visión como del maestro con sus alumnos, enseñándoles todos los grandes y pequeños secretos de la sobrevivencia.
Algunos estiran sus ramas hasta que se juntan, se acercan y forman un arco, como que la compañía cercana los ampara, les da otra forma de convivencia.
El sotolín inspira y atrae, enseña, muestra, cobija, da fuerza, es un ser, un ser sabio, que trasmite la calma, la observación, el silencio, el espacio, el reposo y nos regala su energía cuando nos acercamos.
CONTINUARÁ…….
ZAPOTITLÁN SALINAS
MÉXICO
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Son muy peculiares estos árboles.
Ya lo creo que nos enseñan, para poder comunicarse con ellos solo hace falta quedarse cerca, atentos y en silencio.
Como siempre, muy bonitos tus pensamientos.
Un abrazo, Themis
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Parece árbol, sin embargo no lo es, tampoco sé que es.
Como bien dices en la quietud junto a ellos encuentras el entendimiento y se abre otro Universo.
Todas estas especies en especial me lo han hecho ver y sentir. Un abrazo grande y feliz semana
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Muchas gracias Themis, cuando una especie habita en un lugar impregna el terreno con su espíritu, quien piensa que los árboles son inertes ignora con quienes comparte el planeta. Un abrazo.
Las fotos impresionantes.
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Gracias Carlos, totalmente de acuerdo contigo,
un abrazo grande
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Impresionantes paisajes. Con razón te encanta el lugar. Preciosas fotos
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Gracias Luz, que bueno verte por aquí, un pueblo terroso y mínimo sin embargo la Naturaleza lo rodea y lo maravilloso que a medida que exploras encuentras un mundo que te sorprende. Un abrazo grande
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