LA CRUZ DE DOÑA MARTA
Todo esto sucedió en una comunidad enclavada en las Cañadas en el sureste de México, donde una serie de fenómenos no usuales acontecen en una de las casas del poblado.
Había ido a ver la huerta de Doña Marta, como crecían sus hortalizas y lo bien organizado que tenía su terreno del cual se enorgullecía, pues lo mantenía ella sola.
De regreso a su casa veo una construcción entre la cocina y los cuartos, un techo rodeado de alambrada, extraño la ubicación que tenía pues estaba enfrente de la casa.
Al ver la sorpresa y que no entendía mucho para qué era empezó a contar, que allí iban a poner una cruz pues era un lugar muy especial donde muchas veces cuando había tormenta caían rayos o sin ni siquiera estar el cielo con nubes unas bolas llegaban y daban vueltas por el lugar.
Muchas veces se podían quedar quietas por unos momentos para luego desaparecerse, otras giraban y hacían un sonido como de un silbido, se podían mover con mucha rapidez o al revés con una lentitud que asombraba, había rojas, otras más amarillas y algunas blancas, algunas a su vez explotaban.
No sabían que eran, ya habían hecho oración, bendecido el espacio, pero nada sucedía, cada tanto pasaba lo mismo. Eso les daba miedo pues temían que alguna descarga pudiera agarrar a alguno de ellos como había sucedido con una gallina a la cual una de esas bolas había dejado carbonizada.
Cuando veían que iba a venir tormenta todos se encerraban pues no sabían nunca cuando les iba a afectar, más allá que no era necesario que la hubiera para que esas bolas danzantes se aparecieran.
Hablando con los principales habían decidido poner una cruz, hacer una ofrenda y una ceremonia para ver si de esa forma lograban que ya no llegaran más rayos desde el Cielo.
Habían quienes decían que eso era debido a que ahí había un gran tesoro de metal enterrado, tal vez monedas dejadas por los españoles y eso los atraía, otros que podía ser un enterramiento de los antiguos, no querían tocar nada pues fuera lo que fuera lo que allí hubiera era de los abuelitos y no había que perturbarlos si estaban en su descanso eterno.
Sin embargo construir la casita para la cruz y la ofrenda eso no era problema, ya que como iba a quedar en alto impediría que anduvieran las bolas de fuego dando vueltas por el suelo.
Me invitó a la ceremonia, aclarando que no era un festejo pues no había nada que celebrar sino era una ofrenda de protección, por eso los únicos que estarían serían los principales, el tuhunel, los músicos y por lógica la familia que vivía en la casa.
Raro lo de las bolas de fuego como le llamaban, que parecía que fueran centellas que quien sabe por qué el lugar las llamaba, era como si fuera un pararrayos, donde se precipitaban muchos de los rayos que andaban sueltos por los cielos.
El día de la ceremonia, allá fui.
Cuando llegué la cruz ya estaba dentro de su casita adornada con flores y un arco que la rodeaba.
Todo estaba ya listo para la ceremonia, iban llegando los principales y todos aquellos involucrados en ese evento que era de suma magnitud para todos los que habitaban el alrededor, más allá que nunca ninguno de estos fenómenos se había distanciado del lugar en donde se encontraba ahora la cruz.
Las mujeres estaban en la cocina preparando la comida que se iba a servir, con un fogón hecho en el suelo
y el otro donde se estaba echando la tortilla.
Poco a poco fueron llegando todos los participantes, empezaron a llevar todo lo que iba en la ofrenda, desde las flores, el café, el atol, el posh (aguardiente), la cabeza del marrano, pues esta iba a ser con animal, pues tenía que guardar mucha fortaleza y ser aceptada por la Madre Tierra y el Cielo, las tortillas, los cigarros, todo aquello que era imprescindible para la elaboración.
Uno de lo principales se puso a cavar dentro de la casita un gran agujero donde luego se iban a ir depositando todos los elementos.
Los niños andaban dando vueltas, para un lado y para otro, mirando todo lo que sucedía a su alrededor.
Los músicos iban acompañando la ofrenda con las canciones pertinentes para cada momento.
Mientras el servidor iba llenando la copita con aguardiente y dándole a beber a los que allí estaban, su acompañante dando el cigarro para que se fumara cuando uno lo creyera y mientras lo guardaba detrás de la oreja.
Otros de los principales iba adornando el alrededor de la casita con las flores y las hojas, para extender de esa manera el ornamento a todo su alrededor, para que toda la zona quedara protegida y bendecida.
Poco a poco se fue poniendo dentro del agujero todos los componentes de la ofrenda, previo hacer una oración en cada uno de ellos.
Así se fue terminando de armar el ofrecimiento, se cubrió el pozo, se depositaron velas de diferentes tamaños y colores.
Otro de los principales hacía lo propio en cada uno de los puntos cardinales, donde rezaba una oración, depositaba el aguardiente con los cigarros y prendía la vela.
Se fueron prendiendo todas las velas.
El tuhunel hizo la oración, habló sobre los acontecimientos que a veces el Cielo envía como si fueran mensajes que quería transmitir a los seres humanos, algunos de ellos inentendibles, sin embargo había que tener mucho cuidado pues por algo había elegido ese lugar, se había vuelto un lugar especial.
Luego bendijo a todos los de la familia.
Los principales, oraron y besaron a la Madre Tierra.
Miembros de la familia hicieron las últimas reverencias con total devoción y entrega.
Las mujeres ya estaban todas en la cocina esperando que se diera la orden de servir los alimentos.
Un delicioso caldo que el aroma abría el apetito y luego de la ceremonia que había llevado un muy buen rato se antojaba.
Así quedó terminado el evento con la esperanza de que el Cielo hubiera aceptado el sacrificio y la religiosidad de todos los ahí presentes y que dejara de enviar esos rayos y fuegos extraños o si lo hacía porque así estaba estipulado no ocasionaran ningún daño a los habitantes del lugar.
Para culminar lo que no podía faltar la sesión de fotografía.
donde algunos miembros sobre todos los niños posaron para perpetuar el momento.
MÉXICO
Sureste de mexicano
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Excelente post!!!
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Gracias Leyla, me alegra mucho que te haya gustado, un abrazo
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Saben que la Naturaleza puede ser peligrosa y la intentan poner de su parte, apaciguarla por medio de ritos.
Ya te dije otra vez que me gustan mucho esos vestidos tan coloristas de las mujeres y ver a los niños.
Abrazo, Themis
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Sí, por lo menos ellos se sienten protegidos y por otro lado la construcción de metal y ponerle techo sirve digamos como de pararrayos.
Son hermosos los vestidos, verlos en las montañas toda verde caminando a las mujeres eran el toque a color, pequeños puntos coloridos. Un abrazo grande
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Por todas partes las fuerzas de la naturaleza se manifiestan en determinados lugares y los rayos sienten preferencia para posarse en ellos. Son algunos misterios que cada pueblo resuelve a su manera. Gracias por compartir este testimonio. Un abrazo.
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Así es Carlos, son fenómenos extraños que se dan y no siempre se sabe los motivos por los que suceden.
Muchas veces estas ceremonias tranquilizan las almas de los seres que están cerca, de esa manera se sienten protegidos. Un abrazo
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En todo caso proteger ese espacio mediante un cerramiento metálico y mantener seco el terreno puede variar la conductividad y aumentar el aislamiento eléctrico reduciendo la posibilidad de caída de rayos. Los abuelitos sabían lo que se hacían.
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Claro que sí, sus soluciones a veces eran simples y muy útiles, sabían solucionar, le buscaban, le buscaban, hasta que encontraban que era lo que había que hacer. El ser humano pensante……sin recursos. Un abrazo
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