ENCUENTROS
El día de mi cumpleaños cuando estábamos subiendo uno de los cerros, para ver si podíamos acercarnos a través de él a la cúspide de otro, de repente la lluvia se desató y tuvimos que regresarnos, ahí decidimos que en cuánto se pudiera volveríamos a hacer el camino.
Al otro día tomamos otro rumbo y fue cuando se apareció la riada, que nos dejó con una aventura en nuestro haber sin embargo la intensidad del momento, junto a pasar parte de la noche a la intemperie, caminar más de 15 kilómetros subiendo y bajando alturas, estábamos molidos, eso no impidió el salir a dar la vuelta e ir por un camino más plano, rumbo al río, pero por otra entrada para ver si se podía llegar a una mina de piedra que se ve desde abajo y que parece como si fuera una escenografía en la montaña.

Por otro lado estaba la gran curiosidad de si ya había desaparecido ese torrente de agua que de un momento a otro cerró el camino de regreso.
Allá nos fuimos, caminando lentamente, al atardecer, cuando ya el sol estaba menos potente y una leve brisa corría por los aires, jugueteando con las hojas y las flores, bañándolas con la tierra que suele volar por el lugar.
Llegar al río y verlo nuevamente sin agua fue impactante, ver la amplitud del cauce, recordar esa corriente que hacía unas horas lo atravesaba, que en poco más de media hora había cambiado la faz del lugar.
Era asombroso, sentir a esa fuerza de la Naturaleza desplegada en toda su grandiosidad.
Caminamos un poco por él observando la gran pared de uno de sus lados, iba imaginando que pasaría si de nuevo brotaba, así sin dar ninguna señal. Merecía todo mi respeto y por otro lado internamente mi cuerpo recordaba la escena y se cimbraba.
El agua había desaparecido y el sol quemante del desierto había secado y cuarteado la tierra como si nada hubiera pasado en él.
Dimos la vuelta y luego nos fuimos a sentar en ese rinconcito muy peculiar, al lado de la Iglesia del Calvario, a ver a nuestro hermano Sol desaparecer entre las montañas y llenarnos del reposo que el momento inspira.
Al otro día después de haber descansado, cuando ya nos sentíamos con más ímpetu y ganas de volver a subir el cerro para ver a donde llegábamos, enfilamos la marcha.
Las biznagas se aparecían por todas partes, como que se empezaban a hacer presentes, a mostrarse, a llamar la atención, así fuera rodeada de vegetación, con su forma redonda llena de espinas.
Subimos por un buen rato, entre ellas y sotolines, con la maravilla de ese mundo que se abría alrededor y que a medida que uno se interna, va mostrando otras realidades ocultas.
El camino amplio se acabó y hubo que seguir por un sendero más angosto, que más allá parecía que no tenía mucho problema, estaba cómodo de transitarse.
De pararse a contemplar, a dejarse ir por unos momentos, sobrevolar el entorno, descubrirlo, sentir las corrientes que por el pasan.
Querer captar en una foto la magestuosidad, la inmensidad, el extender la mirada sin que se acabe e irse encontrando con magníficas plantas, de todo tipo, tamaño y forma.
Un cactus que parecía que miraba un poco compungido, arrugado, llamó mi atención, me acerqué a él y me quedé un rato observándolo.
Sube que sube, hasta que en un momento, las cosas se pusieron un poco más complicadas, era demasiado reducido el lugar por el que había que pasar y con muchas piedritas de esas que hacen que uno se resbale.
Había que prestar mucha atención, por momentos mi corazón se agitaba, una sensación de cierto miedo se hacía cargo, ese que es el miedo previsor el que te advierte del peligro, y al cual hay que escuchar, el que llama al alerta, iba mirando con mucho cuidado donde ponía el pie, parecía que ese escollo en el camino no iba a terminar nunca.
Todo pasó, sin ningún acontecimiento, saliendo nada más de ello un sotolín se me aparece.
¡WOW!, que belleza, me acerco a él y lo abrazo, mirando sus ramas y su corteza, me quedó unos momentos respirando y nutriéndome de su energía, que me armonizaba por dentro para poder estar acorde con el afuera, era como si me transmitiera lo que se necesitaba para abordar ese espacio.
Parecía que no iba a acabar nunca la subida, cada vez se iba prolongando más e iba mostrando la apertura a otro mundo, el silencio presente, ese silencio insondable de la Naturaleza, que más allá los sonidos de sus habitantes se funden con ella, son como intervalos acústicos que resuenan en una armonía perfecta.
De repente algo cambia en mí, como un mareo que no es mareo se hace cargo del instante, es el cambio de frecuencia, es la entrada a ese mundo prodigioso de energías naturales donde uno se funde con ellas, es un habitante más, es una parte, dentro de ese todo que tiene la sincronía de un reloj.
El camino se empieza a cerrar, ya como que se enmaraña el seguir adelante, hay como un matorral que cubre, por donde al atravesarlo y asomarse como una escalera de piedras parece que marca una bajada y cuando se llega una piedra plana en la parte alta de una cañadita se presenta.
WOW, vaya lugar que se aparece cuando todo se cierra, cuando parecería que ese sendero no tenía salida, por lo menos para llegar a donde se pretendía, sin embargo el paisaje que mostraba era digno de contemplarse todo el tiempo que fuera posible.
Ahí nos quedamos, por muy buen tiempo.
El sol empezó a descender, el cielo se mostraba hermosamente agraciado por las nubes, sin embargo había que emprender el regreso………
Sin dejar de contemplar la inmensidad que nos rodeaba, las nubes que se iban tiñendo con el color que el sol las pintaba, fuimos desandando el camino.
CONTINUARÁ……
ZAPOTITLÁN SALINAS
MÉXICO
EL FESTEJO: CAMINO A LOS PRISMAS ÍGNEOS (1)
EL FESTEJO: CUANDO EL CAMINO SE CORTA
EL FESTEJO: CUANDO EL CAMINO SE ABRE
Te invito a visitar mi página de face
Y TAMBIÉN EL BLOG
puedes encontrar otras entradas que te interesen.
GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Un precioso post.
Saludos cordiales.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Isabel, me alegra mucho que te haya gustado, un abrazo
Me gustaMe gusta
Me gusta pensar que cuando todo se cierra y parece que no hay camino algo bello puede aparecer, como en tu paseo.
Abrazo, Themis
Me gustaLe gusta a 1 persona
A mí igual, sabiendo encontrar siempre hayas algo que sorprende, ya verás el lugar que encontramos. Un abrazo
Me gustaMe gusta
Gracias por compartir tu experiencia. Es un lugar muy hermoso, uno cree que el desierto sólo es seco y pedregoso o un mar de dunas de arena y resulta que la vida explota en toda su belleza. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Qué lindo lo dices, pues así es y está poblada de muchas especies igual que de fauna, es maravilloso ver no solo lo macro sino lo micro que se esconde en él. Un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona