DE VISITA EN UN PINO
Caminando con mi sombra, llegamos a lo alto de una duna y ahí lo vimos:
¡Un pino horizontal!, ¡qué extraña forma de crecer!.
Eso llamó a la curiosidad para irlo a investigar, pues esos detalles del mundo que llaman a la atención, es casi certeza que tiene un lugar guardado para ensoñar, es un portal al encuentro con lo Eterno.
Como ya estaba entrando la tarde y el día no estaba en su mejor sentido del humor, quedó como un pendiente a explorar en otro momento, cuando las condiciones fueran las adecuadas.
Y eso sucedió tiempo después, en un día muy bello. El sol mostraba una luz que casi aseguraba un evento y vino aquel recuerdo del pino acostado. Sin ninguna duda, encaminamos los pasos a visitarlo.
Nos acercamos, dimos una vuelta alrededor, vimos sus ramas creciendo algunas de ellas casi al ras del suelo, sus hojas se desarrollaban de tal forma que formaban como paredes.
En un momento que nos quedamos paradas mirando para adentro, nos invitó a pasar.
Después de agradecer y pedir permiso, entramos.
Era un aposento acogedor e ideal para guarecerse del sol que si bien declinaba, aún el calor estaba fuerte, formaba una pequeña cueva vegetal de la cual la cúpula eran ramas y sus ramilletes de hojas cubrían en parte el cielo y el alrededor, tapizando el piso en un tapete mullido.
Las ramas se expandían unas para un lado, otras para otro, algunas como troncos gruesos estaban en el suelo, otras habían crecido en formas caprichosas.
Nos sentamos en una de ellas a disfrutar del fresco, a contemplar lo hermoso que ese espacio era, donde la serenidad se hacía eco, distorsionada en algún momento por el grito de los teros, que ahuyentaban a algún desconocido que se había metido en su territorio, parecía uno encontrarse en la copa de un pino, donde sus hojas rozaban las mejillas.
Metida en las luces amarillas que rodeaban la escena, la sombra proyectada delante, moviéndose, como en un teatro, nació el recuerdo de antes muy antes, cuando el mundo se estaba abriendo a los ojos, a las vivencias y cada instante se volvía una sorpresa y una aventura.
Uno de esos momentos era cuando íbamos al bosque a juntar pajulla, como se le llamaba a la hoja de los pinos, para alfombrar el camino de entrada a nuestra casa, sin embargo eso es otra historia que la dejaré para contárselas en otra entrada.
Después de un rato de estar allí, de dejarme ir en recrear recuerdos, en gozar esta maravilla que la Vida me presentaba para enseñarme que quien busca encuentra, aunque a veces en su búsqueda lo que encuentra no se presenta de la manera que la mente cree que debe ser y no lo ve, eso trae la frustración, con todo lo que eso conlleva. Solo cambiando los ojos para ver, uno descubre ese centro invariable en donde todo siempre es.
Estamos en un instante de los Tiempos en donde el micro guarece al macro, para protege lo natural frente al cambio.
Me dispuse a seguir el camino, agradecí el momento, agradecí que aunque fuere en un espacio pequeño como cápsula, aún se preservara el sentir de esa época, donde uno estaba rodeado y salvaguardado por la Madre Naturaleza, como era el lugar en otro Tiempo, antes muy antes de que la urbanización se hiciera cargo de ella.
Las Toscas, Uruguay
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Tus relatos me hacen sentir que estoy ahí, y hasta siento el olor de los pinos…
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¡Delicioso aroma!, que con la brisa impregna el aire y te da una sesión de aromaterapia. Un abrazo
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Ya ves, ese pino caído por algún temporal se aferra a la vida. Me ha encantado. Un abrazo.
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¡Qué bueno, Carlos!, que te haya gustado mi relato. Ese pino lucha por sobrevivir y guarda una hermosa vibración.
Antes eran pinares y dunas toda la costa, poco a poco por diferentes motivos se fue despoblando de ellos y surgieron los jardines.
Feliz fin de semana
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En Galicia hay que respetar doscientos metros desde la ola más alta del temporal más bravo del cual se tiene noticia, eso deja mucho espacio para las plantas y sólo se accede a la playa a través de pasarelas de madera. Feliz fin de semana también para ti.
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¡Qué bueno!, en Uruguay también se tiene que respetar la franja costera, no se bien cuantos metros. Un abrazo grande
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Me gusta lo que dices sobre la mirada. Todos tus textos son muy sencillos y a la vez profundos. Y cómo sabes contactar con la Naturaleza.
Besos
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Gracias Eva, es mi refugio en ella me olvido que la «civilización» existe, es mucho más noble y se acerca más a lo que llevo dentro. Un abrazo
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