Para todos mis amigos, para los que me siguen, para el mundo bloguero, para aquellos que me leen, para los que me estimulan en mi camino, para los que necesitan aliento, para los que festejan la Navidad, para todos, para el mundo entero, hoy quiero contarles una historia que acaricie el alma, haga brotar una sonrisa, nutra al corazón, lo llene de esperanza y nos muestre que si todos nos unimos en una misma visión lo podremos conseguir.
¡Seamos Paz!
Con ello les deseo lo más hermoso para este día y para el Nuevo Año que se avecina.
ENSUEÑO EN NAVIDAD
En una alta montaña, alejada de las costumbres de la ciudad, una comunidad indígena esperaba la llegada de la Navidad, donde ni Santa Claus, ni Papá Noel, ni regalos, ni arbolitos, ni nacimientos, ni grandes comidas existían, sólo el gozo de preparar la fiesta de bienvenida al: «Dios de los Cielos».
Como ellos decían, «hoy nos vendrá a visitar pues es el día de su nacimiento».
En una entrega total y con una sola visión que los unía, todo el pueblo se había organizado para realizar los preparativos, no había otra cosa más importante en esta vida que poner el corazón para tal evento.
El día había amanecido frío, con niebla, una suave llovizna congelada caía y desdibujaba el paisaje, sin embargo ello no los contuvo y poco a poco, cada uno se volcó a la tarea.
Un grupo de mujeres con sus canastos habían salido a recorrer los empinados caminos para recolectar las flores silvestres, las hojas de palma con la que realizarían un arco de enhorabuena dentro de la Iglesia.
Se habían lavado los vestidos de la Virgen, se la hacía lucir hermosamente bella con el traje típico que todas las mujeres llevaban, de telas relucientes adornados de listones de todos los colores.
Era la madre que había hecho el milagro que el Rey de los Cielos naciera y regocijara el corazón de sus fieles.
Los hombres salieron a recolectar leña, para llevarla a la Iglesia donde se haría en gran fogón para preparar el café que cada familia había acercado. Otros limpiaban las inmediaciones, cortando el pasto, quitando piedras, dejando el espacio reluciente.
A las nueve de la noche se escuchó el sonido del caracol, el cual anunciaba que se fueran acercando, donde todos sin faltar uno se congregaron para que se oficiara la oración.
Cientos de lucecitas encendidas de palo de ocote, subían o bajaban de la montaña en una procesión calmada y lenta, creando sin saberlo una gran guirnalda en movimiento que se iba aproximando.
Una enorme olla dejaba escapar el aroma de un café que impregnaba la atmósfera, junto a ella cientos de panecitos pequeños que habían sido amasados y bendecidos para que fuera el alimento que todos compartieran, se calentaban al calor de la hoguera.
Los pobladores llegaban con sus velas en las manos, entraban a la Iglesia y las iban prendiendo alrededor del arco y depositándolas en el suelo, iluminando con ello el ambiente.
Las mujeres se sentaban a la derecha y los hombres a la izquierda, mientras los niños jugaban en el pasillo, salían y entraban, sin ser perturbados, ni reprendidos. Acaso, ¿no es de ellos el Reino de los Cielos?.
Con cánticos de Alabanza, cantados en su lengua, con música de violín y guitarra, la ceremonia se oficiaba. El tiempo se fue perdiendo, con total devoción fueron entrando en una misma vibración, una gran energía fluía, todo el pueblo se enfocaba en un solo aletear: el de la Esperanza.
Terminado el rezo, fueron saliendo y se congregaron alrededor de la olla donde presentaban su tasa para recibir el café con el pan y celebrar la cena. Hasta que todos estuvieron servidos comenzaron a compartir y saborear la delicia de algo caliente en el cuerpo.
Una comunión perfecta era lo que trasmitían, un evento de almas unidas que esperaban la señal del Cielo; el cual se comenzó a abrir, la niebla se disipó y la bóveda celeste mostró miles de puntos luminosos, para regocijo de todos, que extasiados lo miraban. ¡Estaban siendo recibidos!
Cuando anhelantes la miraban, una estrella fugaz hizo su aparición y como gran llama se presentó.
Los signos de alegría no se hicieron esperar, las risas, el júbilo, los comentarios, el contento, el gozo mayor bullía:
¡Había llegado!, ¡ya estaba entre todos!, ¡los venía a acompañar!
La música se dejó oír, anunciaba el comienzo del agazajo con una gran danza donde todos participarían para celebrar el mágico advenimiento, que la congregación latiendo en un sólo Corazón había hecho realidad.
¡Qué mayor regalo y alimento en este día que recibir el Espíritu de quien lo inspira!
Espero hayas disfrutado esta entrada…!
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GRACIAS A TODOS!!!! FELIZ NAVIDAD!!!!
Así es como se debe celebrar la Navidad, no haciendo compras locas de cosas innecesarias, a veces para gente que ni es estimada y sólo se hace por compromiso, ni con comilonas (mientras muchos pasan hambre), ni bebiendo hasta perder la conciencia.
Muy bonito relato.
Abrazos de luz
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Gracias, Feliz Año
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Me uno también a ese deseo de paz.
Una celebración sencilla, espiritual y preciosa, como debería ser en realidad.
Mis mejores deseos para ti, Themis.
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Si Eva, hay que multiplicarse. ¡Feliz Año Nuevo!. Un abrazo
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Muy hermosa historia, Themis. ¡Felices fiestas!
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Gracias, igual para tí. Un abrazo
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Feliz Navidad Themis! Hermoso tu relato. SEAMOS PAZ!
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SEAMOS PAZ, Mirian, hoy y siempre. Un abrazo grande Feliz Año Nuevo
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Soy atea pero me encantó tu relato. Qué pena que en las ciudades la gente se entregue al cosumismo desenfrenado!
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Hola Ruth, creyente o ateo la Navidad la festejamos y nos olvidamos lo que hay detrás de todo ello. Gracias, feliz Año Nuevo
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