DÍA DE MUERTOS EN MÉXICO: LA LLEGADA DEL RECUERDO

LA FIESTA INMINENTE

Me levanté muy temprano antes del alba, tenía que emprender viaje a la ciudad, hacía frío, se sentía como la piel no quería abandonar el abrigo de las cobijas, quedarse en el calorcito, más allá que dé un salto estuve fuera de él, no había que engolosinarse y hacerse la remilgosa, ni darle la posibilidad a la tentación para que siguiera ese camino de pereza, había que irse, si o si y no se podía perder el transporte. Por otra parte surgió la imagen compensatoria, imaginarse lo lindo que sería, ir viendo asomar al día.

Caminé por las calles aún dormidas, el frío me aguijoneaba, pero el paso rápido y rítmico que había encontrado se convirtió en mi propio fuego. Y entonces, al doblar la esquina, el regalo: la maravilla del amanecer. El sol naciente pintaba el cielo de un naranja vibrante, recortando las siluetas oscuras de las montañas. Era el día brotando, y yo, agradecida, lo saludé.

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Me subí al camioncito, iba lleno, nunca hubiera imaginado que tanta gente se iba en ese primer transporte que sale del pueblo.

Me senté en mi lugar favorito justo delante, sintiendo el aire helado que entraba por la puerta abierta, calaba los huesos, pensé en cambiar de asiento, pero las ventanas iban todas ocupadas, el sol mientras se alzaba con una velocidad que me asombraba directo al cenit como si tuviera urgencia por alcanzarlo.

Iba abstraída en el paisaje, el viaje se me hizo tan rápido que cuando vi la ciudad a lo lejos quedé con la boca abierta, el entrar en ella, la verdad me golpeó, clara y colorida: ¡La fiesta está a las puertas!, Día de Muertos.

La urbe entera era un altar en construcción. Los negocios, grandes y pequeños, se vestían de gala. Un escaparate de peluquería me sacó una carcajada: «Pa’ que te arregles» rezaba el letrero, anunciando servicio completo de corte, uñas y pies. La gente se prepara para recibir a sus difuntitos con dignidad, aunque la calabaza y las brujas del Halloween se entremezclen de vez en cuando, sabiendo bien que la tradición de  «Muertos» sigue siendo la patrona, la fiesta principal.

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Mientras caminaba, sentía cómo el ánimo colectivo me envolvía. Todos, absolutamente todos, estaban enfocados. Es un sentir profundo de reencuentro que alegra el alma. Se percibe esa energía unificada, como si al desearlo con tanta fuerza, la gente lograra hacer palpable lo que la razón diría imposible: que crucen, que lleguen, que invadan las calles y los hogares.

Seguía caminando y me iba encontrando con diferentes negocios, una fiesta que se estaba preparando para recibirlos, para que llegaran, para que invadieran las calles, con ese sentir de reencuentro que se avista en lo profundo.

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La casa de las telas era un hervidero imposible,  buscando ese género para adornar las mesas, hacer faldas y todo aquello que haga falta para la gran recepción.

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El mercado otro hormiguero, donde se preparaban los puestos poniendo como base esas calacas impresas que llaman no solo al recuerdo sino a la reflexión y a la aceptación que «pa´ya vamos», tarde o temprano.

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Y esas faldas que muy elegantes se muestran para ser lucidas ese día, cuando nos vistamos de catrinas.

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Y por supuesto, el dulce sabor de lo efímero: las calaveritas de azúcar y chocolate. No solo son para la ofrenda, sino un regalo con mensaje. Se entregan para endulzar la vida de quien las recibe, para recordarle que se le tiene presente y desearle larga existencia. Y de paso, susurrarle al oído lo rápido que pasa todo, que despierte, que no deje que la vida se le escape entre los dedos.

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El aroma que lo inunda y guía a las ánimas, es el del cempasúchil, la flor amarilla que lo engalana todo. Es la «Flor de la Muerte», majestuosa y humilde a la vez.

No podemos ignorarla porque su esencia no es solo quien los encamina a los que vienen del otro lado, sino un recordatorio que nos trae «La que no pregunta» para los vivos: ella nos lleva tarde o temprano, a emprender el camino al Mictlán, por lo tanto: «ponte listo», haz aquello por lo cual estás aquí, vivir, porque no hay ruego que escuche si procrastinaste creyendo que el tiempo te sobraría.

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Las oficinas no se quedan atrás, tienen que poner su detalle para este «Día de Muertos» festivo y especial y dentro sin lugar a dudas está el altar, la ofrenda para que a visiten los que van a arribar.

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Incluso la librería, «El arte de leer», se sumaba al fervor. Porque sí, celebrar a la vida y a la memoria, es también un arte. Todo es un regocijo, un preparativo constante para ese abrazo que, aunque no se vea, se siente hasta lo más profundo del corazón del pueblo.

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Y así, entre idas y venidas, y los ajustes finales, nos sumergimos en el preámbulo a la gran fiesta. La vibración de este encuentro inminente se expande por cada recoveco, metiéndonos de lleno en la atmósfera que nos grita que el reencuentro está cerca: esos días fugaces donde quienes partieron regresan para llenar nuestras vidas de alegría y agradecimiento por todo lo vivido.

MÉXICO

OCTUBRE 2025

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LA MUERTE Y LOS ENCUENTROS

ENTRE ALEBRIJES Y CALACAS

¡¡¡ALEBRIJES!!!, ¡¡¡ALEBRIJES!!!

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12 comentarios en “DÍA DE MUERTOS EN MÉXICO: LA LLEGADA DEL RECUERDO

  1. Hola, Themis. Siempre me ha llamado mucho la atención cómo celebráis el Día de los Muertos en México. Es que no es solo una tradición, es todo un arte de vivir el duelo con color y cariño. Me encanta esa idea de que los que ya no están regresan por un ratito, y se les recibe con flores, comida y música.

    Lo que más me gusta es cómo se mezcla lo cotidiano con lo simbólico. Que si el pan de muerto con su cruz de huesitos, que si la foto del abuelo junto a su mezcal favorito… Es como decir: “te seguimos queriendo, y aquí está tu lugar”. Y esa mezcla de respeto y fiesta, de nostalgia y alegría, me parece profundamente humana. Como si la muerte no fuera el final, sino una pausa en la conversación.

    Un abrazo 🤗

    Beatriz (Historia)

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    1. Hola Beatriz, la muerte no es el final, es una transformación, un viaje que sigue y que en este plano desconocemos, ignoramos, eso es todo. Aquí se la celebra como parte de la Vida, pues en cierta forma detrás de todo es a ella a quien se está festejando unida al camino que se seguirá. Es color, es música, es sabor, es aroma como también lo es el momento mismo en que alguien emprende su viaje hacia ese «más allá», también se le despide con todo ello. Gracias, abrazo grande

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