CUANDO EL TODO RENACE
El calor se dejaba sentir de una manera que abrasaba con todo aquello que encontraba a su camino, era sofocante, las lluvias no llegaban y con ello el paisaje árido y sin esperanza se iba cerniendo en cada paso que uno daba.
El verde perdía a ese azul que lo compone y el amarillo hacía alarde de devorar todo a su alrededor, aunque relucía bellamente cuando las luces doradas de ese Hermano Áureo las clavaba sobre esos pastos que se deshidrataban.
Ya no se hallaba la forma de permanecer en ese bochorno, todo estaba yermo, seco, volviéndose una pasa de sí mismo. El aire no corría, había alcanzado la catatonia en este clima que no se conmovía.
Un día así nomás, el cielo azul turquí fue perdiendo ese color, todo se puso gris, un gris canoso, el blanco alborotado daba vueltas en sí mismo como si una mezcladora lo estuviera zarandeando y de repente, un estallido hizo que temblara el suelo, y otro, y otro, era la tormenta que se avecinaba con sus truenos, el agua comenzó a caer, el cielo se había condolido y la lluvia bendecía a la tierra empolvada.
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La calle mostró como esa agua bendita corría, amarronada por la tierra que cargaba en sí misma, formaba pequeños ríos de lodo, llenos de promesas. Fluía, fluía y era un verdadero primor verla pasar, mirar cómo se deslizaba aunque al rato nada más empezó a inundar lo que podía, sin embargo todo iba a renacer con ella, no había queja, sino agradecimiento.
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El desierto se deslumbró, se baño, se sacudió todo su polvo de tierra y de estrellas y muy galán como saliendo de ese resort celeste al cual había sido invitado, estaba presto para mostrar la magia en un destello: florecer y volverse una jungla enana en solo un cerrar y abrir de ojos.
-Mañana lo verás- parecía que me dijera
Así, se fue a preparar a buscar ese disfraz que guardaba muy en su adentro desde el comienzo de sus tiempos, hace millones de años cuando una selva era su guarida, ahí estaba escondido y las hojas verdes y las luces amarillas eran la que le daban la vida, vida que corría entre esas venas de savia y clorofila que lo vestían de malaquita y con ello sorprendía a todas las maravillas que a su alrededor se encontraban.
¡Vaya magia!, cómo hay quienes dicen que ella no existe, ni los milagros, ni ese esplendor asombroso de aquel que guarda su encanto, para pillar a esos curiosos que caminan por la vida, desvistiendo embrujos.
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La tierra exhalo un suspiro de alivio, esas primeras gotas y luego el aguacero le daba cuenta que podría seguir resistiendo, el olor a tierra mojada, ese preticor que invadía todo con ese perfume profundo y ancestral, se elevó hacia el cielo gris, un saludo de bienvenida a la vida que regresaba, por ese suelo agradecido que la recibía.
El desierto, que minutos antes era una extensión de piedra y polvo, se convirtió en un lienzo de colores verdosos, de todas las intensidades, de todas las variedades, los destellos de humedad empezaron a hidratar la piel de todo ser sobre este territorio.
La lluvia no era solo agua; era un bálsamo que curaba la sed de la tierra, la purificaba y la preparaba para su gran transformación.
Los charcos entre las piedras formaban pequeños espejos que reflejaban lo que los rodeaba.
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A medida que las gotas se convertían en un aguacero constante, el desierto comenzó a despertar. Los tallos secos y sin vida se empapaban, absorbiendo el sudor del agua. Las raíces, que habían permanecido dormidas en las profundidades de la tierra, se desperezaban tímidamente, como si supieran que su momento había llegado, era hora de guardar aquel líquido celestial con el cual estaban siendo bendecidas.
El encantamiento se hacía visible en cada rincón. Las pequeñas flores que habían esperado pacientemente bajo la superficie de la tierra, ahora se asomaban, con pétalos tímidos que se atrevían a mostrar su color. El blanco puro y el amarillo brillante fueron los primeros, se abrieron paso, salpicando el paisaje con explosiones de existencia.
La tierra, que parecía muerta y sin esperanza, mostraba que la vida estaba latente en su interior, esperando el momento perfecto para revelarla y como el mago en plena escena la sacaba de su chistera.
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El desierto se había vestido con su ropaje más hermoso, que la lluvia bordó con mágicas lentejuelas.
MÉXICO
AGOSTO 2025
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EN BUSCA DE LAS SOMBRAS AMARILLAS
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¡Themis, qué imágenes! Y las que describes, también. ¿Y qué a dónde llegará la prisa poética? Solamente a superarte a ti misma, te sale magnífica. Qué hermoso canto a la Madre Naturaleza, eleva el alma hasta ese lugar sagrado de la comunión con lo sagrado. Muchos abrazos Themis.
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Hola Maty, quien sabe hasta donde llegará, hasta donde quiera. Bien lo dices es una comunión con lo sagradro, te sientes parte de ello, de ese todo maravilloso. Gracias me gustan tus palabras, abrazo muy grande
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Hola, Themis. Qué maravillosa la naturaleza, y que bien lo cuentas. El agua hace que todo vuelva a renacer, a transformarse, como si la naturaleza se pusiera su mejor traje una vez más. No hay nada como el olor a tierra mojada después de una tormenta de primavera o verano. Me ha encantado leerte. Un abrazo 🤗
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Gracias, si, la naturaleza es la maravilla más bella, bien lo dices, más cuando se transforma con el paso del tiempo y te va mostrando esos embrujos que tiene guardados para sorprender y enseñar las diferentes formas a las que hay que adaptarse en el lugar en donde uno se encuentra. Abrazo grande
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Hola Themis me gusta mucho como narras este evento, este renacer del desierto cuando le cae el agua. Yo viví unos años en Querétaro, que es semi-desierto y bueno, ya no me tocaron las lluvias torrenciales (raras) de estas últimas fechas pero sí aquellas que narras en tu relato, las que después de mucho tiempo de sequía traían el verdor y la frescura. Me gustó mucho y las fotos están preciosas. Saludos.
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Hola Ana, conoces de cerca ese milagro, cuando el semi desierto revive y todo es fiesta, tanto para la flora, la fauna y para los habitantes humanos, que lo festejan. Es bello ser parte de ello. Gracias y un abrazo muy grande
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Hola, Themis, te quedó poético, sobre todo ese final de lentejuelas o ese mago sacando vida de su chistera, ¡precioso! Me gustó mucho. La foto de las nubes parece un cuadro y no una fotografía. El agua es vida y tu texto y tus fotografías así lo demuestran. ¡Bienvenidas sean, todas!
Un abrazo. 🙂
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Gracias Merche, si me está naciendo esa prosa poética, cosa que estoy sacando y dejando que fluya a ver hasta donde llega. El agua es una bendición aunque a veces también cause serios problemas, más en estos tiempos que está todo desequilibrado con ella, dirían en los mayas en el Estado de Yucatán, que la diosa maya Ixchel está enojada, ya que su naturaleza es dual por un lado un encanto y por otro destructiva, te manda tormentas e inundaciones devastadoras y por otro lado es la que cura y da vid, sobre todo cuando está en su parte más anciana, que ahí si, crea catástrofes. Abrazo más que grande
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Ojalá llueva también por acá, en todo el verano ha caído una gota y todos tenemos sed, de olor a tierra mojada, de limpieza de los caminos, las hojas de los árboles necesitas un buen baño de lluvia… todo resucitaría de este calor, de este letargo y abandono… Entiendo el disfrute que sentirían con la lluvia. Un abrazo, Themis.
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Aquí hemos tenido algunos días de lluvia sobre todo por lo huracanes que han pasado, sin embargo no tanta como se esperaba, no ha dado para llenar los depósitos de agua, sin embargo por ahora ahí la llevamos. Es bello ver llover cuando se ansia la bendición del cielo, eso sí nos ha regalado más días nublados y eso también es un remanso. Abrazo grande y gracias Julie, feliz fin de semana
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