LA CRUZ DEL NATUCHO: SU FESTEJO

EL DÍA ARDIENTE

Estaba recién llegadita del viaje a la Ciudad de México donde se habían presentado un sin fin de vivencias, una de ellas me había llevado a mi desierto de rocas y cactus, a ese lugar que habito con toda su intensidad y silencio.  

Fue ese maguey que había visto en Tenochtitlán que creció entre las piedras y estaba enormemente desplegado en ellas, como si nada lo detuviera ni siquiera lo yermo para extender sus hojas y enraizarse sin obstáculos, mostraba en sí mismo la resistencia y belleza que parecían desafiar el desierto de piedras edificado por los antiguos habitantes.

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El desierto un espacio vasto y árido donde en él, el tiempo parece detenerse entre rocas, tierra que vuela por todas partes cuando la brisa la acaricia y si no sucede, igual por si misma, quién sabe cómo, se va colando por todas las rendijas que puede, como si no aceptara que las construcciones humanas, tan lejanas a su naturaleza, hubieran tomado su reino para expandirse y se volvieran obstáculos en su camino, ella las decora con una frágil lámina que si se deja pasar unos días, sirve de lienzo para expresarse.

La soledad se hace la compañera constante, aunque se tenga al humano ahí al lado, pues la hosquedad sobre todo en un principio cuando no se conoce el terreno en donde se encuentra parado, puede convertir la presencia de otro en un silencio enredoso, en una especie de muro invisible que impide abrirse por completo. Es como si ese espacio desconocido, esa incertidumbre, alimentara una variedad de resistencia interna, una duda que se aferra y no suelta, haciendo que cada palabra sea medida, cada gesto se cargue de cautela.

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Es el desierto que así se pronuncia con todo lo que trae de su propia evolución, de su historia, de los diferentes momentos vividos, sometidos, descarnados, ese llegar a él después de andar deambulando, huyendo para no ser atrapados, buscando refugio en sus cuevas, comiendo aquello que con su austeridad abundante proveía, con el agua escasa, festejando y agradeciendo cada lluvia son danzas espontáneas, donde también tuvieron que doblar las rodillas ante los parecidos a sí mismos y después, los otros, los recién llegados de tierras distantes, que traían muchas costumbres nuevas que impusieron, poco aceptadas y entendidas entre ellos.

Con el tiempo, y tras atravesar esas primeras barreras, la familiaridad va armando una especie de puente entre la soledad y la compañía. La aspereza, que en un principio parecía una fortaleza impenetrable, se va suavizando con pequeños gestos, con miradas que dejan entrever una voluntad de entender, de conectarse más allá de las palabras.

Él guarda en si mismo esas señas que fueron las primeras formas humanas de enlazar con el otro, cuando se buscaban los primeros códigos de comunicación en las oscuras cavernas y en los vastos paisajes áridamente abiertos. Sus voces, sus primeros sonidos guturales, profundos y resonantes comenzaron a emerger como una respuesta instintiva, una especie de grito primario que trasmitía las emociones básicas, el miedo, la alegría, o también la urgencia, acompañándose de movimientos corporales.

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Así el desierto fue tejiendo un lenguaje propio entre cactus y espinas, entre susurros de la tierra y ecos de viento, donde cada grano y cada rama murmura historias antiguas, secretos guardados en la quietud eterna del paisaje. Allí, en esa grandeza silenciosa, las palabras nacen en el roce de las hojas y en la dureza de las peñas, creando un diálogo profundo que solo los corazones atentos pueden comprender, un relato de tenacidad, de soledad y de vida que florece en medio de la dureza del entorno.

Se acercaba el festejo de la Cruz del Natucho, ese que año con año se realiza, no el mero día de la Santa Cruz, el 3 de Mayo, ya que ese día en todas partes se hacen eventos y hay uno mayor en otro cerro, Chacatecas, mucho más alejado del pueblo, por eso se elige otra ocasión para no interferir, pues el sacerdote no puede con tantas misas.

Maguito una de las encargadas de la organización, ya que es el cerro cerquita de donde vive y que desde los comienzos, hace ya muchos años de ello, cuando un grupo de vecinos decidieron poner la cruz arriba de él, ella estuvo en todos los preparativos y hasta el día de hoy sigue en ello, junto a otros, llegó a invitarme.  

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Había llegado el día y me apronté para salir. Era el mediodía de una jornada en donde el Hermano Sol, no solo ardía sino rugían las llamaradas de aire hirviendo que mandaba.

Con paso lento, sin prisa, cargando mi sombrilla además del sombrero para protegerme un poquito más de su encarnizamiento fui subiendo la cuesta, a cada ratito me paraba un momentito para tomar aire y beber unos sorbos de agua entibiada por ese Hermano Ámbar que impasible y abrasador derramaba ondas de calor que parecían ondularse sobre la superficie.

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Una sombra debajo de una enredadera de flores celestes que muy orondas se desplegaban desafiando la inclemencia del calor, me sedujo, me acerqué a ella y me detuve unos momentos para admirar ese sentir que regalaba, una sensación de paz profunda, ellas se desplegaban en toda su belleza lanzando su aroma al aire, sin importarles las inclemencias.

Bajo ella, escuchaba el silencio estridente que se erguía en el alrededor, marcaba su absoluto, en la relatividad del momento, solo algún pájaro audaz se atrevía a romperlo en la lejanía.

La vista se perdía en un horizonte coronado de montañas, difuso donde el cielo y la tierra parecían fundirse con un aire cegador, la sensación de aislamiento era total y sin embargo, la imperturbabilidad que me habían mostrado esas flores se había impregnado en mí, estaba en una comunión con ese entorno inhóspito que a pesar de su dureza, guardaba una hermosura austera y poderosa.

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Agradecí el momento y seguí mi camino, aún faltaba un muy buen trecho, el Misterio de la Cruz aguardaba mucho más arriba en el cerro.

CONTINUARÁ…

MÉXICO

MAYO 2025

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13 comentarios en “LA CRUZ DEL NATUCHO: SU FESTEJO

  1. El Día Ardiente me ha transportado directamente a ese desierto lleno de vida y silencio. Es un relato que te transmite el calor abrasador y el polvo colándose por las rendijas. Esa mención del viaje a la Ciudad de México y el maguey “enormemente desplegado” entre las piedras de Tenochtitlán es una imagen potente. Me encanta cómo el maguey se convierte en un símbolo de resistencia, creciendo sin importar lo yermo del terreno. Es como si al verlo, conectaras con algo profundo, una especie de lección silenciosa sobre sobrevivir y florecer en la adversidad. Esa conexión con el desierto, descrito como un lugar de “intensidad y silencio”, me parece súper poética y me hace imaginar un paisaje que es a la vez hostil y lleno de vida. La descripción del desierto como un espacio donde “el tiempo parece detenerse” y la tierra se cuela por todas partes es increíblemente visual.

    Es muy realista esa sensación de estar en un lugar desconocido y sentir un muro invisible, esa cautela que te hace medir cada palabra.

    El relato da un giro hermoso cuando empieza a hablar de la historia del desierto, de cómo ha sido testigo de huidas, refugios, danzas por la lluvia y enfrentamientos con los romanos (o, en este caso, los conquistadores). Esa idea de que el desierto guarda “señas” de los primeros humanos, con sus sonidos guturales y movimientos corporales, es como un eco de algo ancestral. Me dio la sensación de que el narrador está no solo en un lugar físico, sino en un espacio donde el tiempo se pliega, donde el pasado y el presente se mezclan. Es como si el desierto mismo estuviera contando su historia.

    La mención del festejo de la Cruz del Natucho me pareció un anclaje perfecto para conectar lo místico con lo cotidiano. Me encanta que no sea el típico Día de la Santa Cruz, sino algo propio, local, con su propia fecha para no chocar con otros eventos. El personaje de Maguito, con su papel en la organización desde hace años, le da un toque de comunidad y tradición que hace el relato aún más humano. Me imaginé a esta mujer, con su energía y compromiso, invitando al narrador como si fuera un gesto de bienvenida a ese mundo desértico. Y luego, la caminata bajo el “Hermano Sol”… ¡qué manera de describir el calor! Ese “aire hirviendo” y las “ondas de calor” que parecen ondularse me hicieron sentir el sudor y la sed. La sombrilla y el sombrero como escudos contra el sol son detalles tan reales que casi podía verme ahí, jadeando en la cuesta. Pero lo que más me atrapó fue la pausa bajo la enredadera de flores celestes. Esa imagen de las flores desafiando el calor, con su “aroma al aire” y su “paz profunda”, es de una belleza sencilla pero impactante. Es como encontraras un momento de epifanía, un respiro en medio de la dureza, y esa sensación de comunión con el entorno me pareció preciosa. El “silencio estridente” es una frase que se me quedó grabada, porque captura perfecto ese contraste entre la quietud y la intensidad del desierto.

    Un abrazo, Themis.

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    1. Hola Marcos, el desierto es un lugar muy especial donde al ser un espacio muy hostil, de animales ponzoñosos de los cuales te tienes que cuidar pues habitan por todas partes, donde los recursos son escasos pero no faltan para los que saben vivir de ellos, pues te los da. Tienes que aprender a sobrevivir en la adversidad y como bien dices a florecer, él te lo muestra, con cada temporada regala sus botones o florecillas silvestres de colores diversos, que van cambiando y creando paisajes a veces de ensueño. Todas son delicadas y amorosas, flágiles sin embargo, no tienen miedo a desplegarse.
      En el desierto el tiempo te juega el hacerte sentir entre el pasado en diferentes épocas, desde que se formó y el ir pasando por etapas de la historia y el presente,
      Eso sí, siempre si te vuelcas te lleva a entrar en comunión con él, y con ello a la eternidad y el infinito.
      Gracias, abrazo ultra grande

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  2. Te escribí un comentario pero me salió que no pudo ser publicado. Es un relajo esto. En fin te decía que muy hermosas fotos del desierto, un lugar difícil para vivir que hace fuertes a las personas y éstas a su vez, lo hacen «suave» jajaja lo hacen cálido con tanto amor humano y solidaridad. Hermosa tradición la de la Cruz de Natucho. Creo que ya alguna vez te leí algo sobre ello. Saludos y abrazo fuerte. Ana Piera.

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    1. Hola Ana, todos los años escribo sobre él, y lo que sucede en esa subida al cerro, cada una tiene sus peculiaridades y los encuentros que se van dando y los descubrimientos, en esta subida fue el sincretismo que hay con la cruz y uno de los dioses del panteón mexica, Xipe Totec, que la iré narrando pues está bien interesante, es uno de los dioses que prevaleció en esta región. Se que eso te va a encantar, gracias, abrazo grande

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  3. ¿Ha pasado Themis un año ya? Recuerdo del año pasado, el Natucho. ¿Es posible, ya pasó ese tiempo?

    Esta narración de un diálogo de tú a tú con la naturaleza, al calor del Hermano Sol tan abrasador y el agua que tomas tibia para poder hidratarte, cómo magníficas tu encuentro con la vida y lo regalas en palabras. Una maravilla Themis, ya estoy pendiente de la continuación. Un abrazo muyyyy grande! 🌹🌹🌹

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    1. Sí Maty un año más que ya nos alcanzó, va que vuela y nosotros subido a él, se desliza con una velocidad como tragado por un agujero negro. No hay nada más grande que la vida y cuando a parte estás bajo el cielo y te encuentras con la inmensidad, con el infinito, con la eternidad, es un gran acontecimiento. Gracias, te mando un gran abrazo de fin de semana

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  4. Hola, Themis, ¡vaya cambio! De la estresante ciudad a la calma y paz del desierto con su típica vegetación que es de admirar a las condiciones a las que se adapta… Efectivamente, el desierto da esa sensación de que el tiempo se detiene, y las fotos lo inmortalizan todavía más.

    Aquí también es típico poner cruces en mayo. Son tradiciones muy enraizadas en la sociedad. Allí también por lo que veo. A Maguito ya la conocemos como «colaboradora» habitual del blog.

    Un abrazo. 🙂

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    1. Así son estás cosas, aunque el problema más grande es salir de aquí y encontrarte con aquella jungla de asfalto, de locura, de prisas, de ruidos, aquí son otras cosas. Aquí es un sincretismo que une lo prehispánico el tiempo de la siembra con la parte cristiana. En las próximas entradas lo contaré. Abrazo grande y gracias

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  5. Sin duda, tiene que ser muy furo enfrentarse al desierto, tal como nos lo cuentas, Themis. Pero no deja de ser un desafío, una experiencia única. El calor, el viento, las espinas de los cactus y toda esa sequedad del ambiente, se necesitan ganas para seguir adelante y desafiar el ambiente. Gracias por contarnos tu experiencia. Te mando mi abrazo y feliz fin de semana.

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    1. Hola Julie, es dura la vida sobre todo cuando tienes que andar fuera, y a esas horas que son pavorosas y más en los días que hay olas de calor, por otro lado está la belleza de él, y ese silencio que te lleva a otra dimensión. Gracias por tus palabras abrazo grande

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