CUESTA ABAJO

El portal que se abría ahí delante mío, en esa cuesta arriba en un día que florecía, lleno de pétalos morados que con la brisa volaban y caían como danzando con gran alegría.

Me detuve un momento antes de cruzarlo, ahí se apareció mi sombra, esa que no me abandona y ¿qué podía querer?, sin lugar a dudas una foto de ella en el camino, siempre me he preguntado si es el ego que ella guarda o el de este otro lado, sin importar cual, si silueta o imagen completa, la cuestión es que no se puede obviar la presunción que guardan, la cuestión es aparecer de cualquier manera.

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Crucé el umbral, ese que se presentaba que era una invitación a un mundo más sencillo y más simple, donde la belleza y la aventura fuera la guía, al entrar en el encuentro de eso que la vida depara sin importar para nada que fuera lo que sucediera, pues siempre hay que estar preparado en espíritu para que sea lo que sea que nos aguarde, ya estamos listos para enfrentarlo, por eso hay que trabajar el desapego cada mañana desde que despertamos.

Seguí mi camino, hundiéndome en los ocres, con cada paso la montaña se mostraba más pelada, reseca, aguardando a que las lluvias lleguen.

De repente, lo que no podía faltar, el cuatro patas ladrador, con un porte de pocos amigos, diciéndome que estaba defendiendo su territorio que no me atreviera a seguir por ese camino.

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Chiquito pero bravo, con paso lento seguí adelante, mientras abría mi mochila y tomé un pedazo de pan, claro que del dulce, cosa que no le haga mala cara, pues bien nutrido se le veía.

Antes de llegar a él cuando ya se me abalanzaba, cuando el olfato podía percibir que era algo comestible, tiré una fracción del dulce elixir y salió corriendo a ver que era, lo que me permitió pasar sin que se inmutara.

A lo lejos se veía el jacalito de Maguito, un poco más y ya habría llegado a ver en la que estaba, pues anda por construir casita nueva, ya que el terreno en que se encuentra, debajo son puras cuevas pequeñas, sin embargo no son seguras pues con un temblor todo se puede venir abajo.

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Ahí nos saludamos, me contó en la que andaba, dándole de comer a las chivas y a las gallinas y los polluelos que habían nacido muchísimos. El gallo mientras muy orondo se paseaba, mostrándose como diciendo: «Aquí estoy, mírame».

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Estaba esperando que llegara la máquina para que nivelara y dejara el terreno firme. Ya había desarmado su «jacalito», solo faltaba bajar unos grandes tambos de agua a una casa más abajo.

-¿Me acompaña o me espera?

Allá nos fuimos bajando ese gran armatoste, al principio lo cargamos, pero pesaba que ni se diga cuánto, después lo volteamos y empezamos a tratar de que no se ladeara, sin embargo estaba difícil.

No le serví de mucho.

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Risa y risa que nos traíamos como niño moviendo un aro, que se le iba para cualquier lado, cuando de repente se apareció el Güerito, que así se llama el susodicho custodio cuatro patas, muy enojado estaba.

-¡Ya! Güero, me conoces, ¡vete para tu casa!- muy obediente se calló

Nacieron los cuentos, de que lo había calmado con un pedazo de pan dulce y la oración que amerita el caso.

-¡Ay!, San Roque que este perro ni me mire ni me toque.

-No lo conocía- me dice

Entre risa y risa miraba al cielo.

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Entre risa y risa miraba al cielo.

-Yo cuando se me vienen encima le rezo a todos los Santos, son mis huestes celestes para que me amparen.

Y…..¡¡¡¡¡ jajajajajajjajaja !!!!!, nacía la risa, que simple era sentirse feliz, con tan poco, mientras ruede que ruede ya nos íbamos acercando.

Entramos a la casa y enseguida me mostró todas sus plantas, que las había bajado para refugiarlas, a las cuales ama profundamente, que con la falta de agua no hay suficiente para regarlas, solo un poquitito y una lavanda no aguantó y se secó.

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Sin embargo, había soltado semilla y una nueva estaba saliendo.

– ¡Dios es grande!, él nos cuida

La máquina no llegaba, tampoco se sabía si iba a llegar y tenía que bajar al pueblo, ya se le había hecho tarde, no sabía si la esperarían, así que salimos corriendo.

 Muy apurada emprendió el viaje cerro abajo.

Veníamos bajando otra que ultra rápido pues como es muy de ella ya iba retrasada, bajaba con una agilidad que llamaba la atención.

Ahí nos pusimos a hablar de sus años que no le creen que los tenga que ya unos meses más y llega a los 70.

-Es que por tí los años no pasan- le decía una muchacha mientras la llevaba en su moto, ya que tenían que subir una cuesta.

-Es que cuando vienen me agacho para que no me agarren- y jajajajjaja, suelta esa risa contagiosa de alguien que vive en comunión con la vida, con la fe entregada a ese cielo que la cobija.

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-No hay que hacerse problema, pues eso es lo que nos termina acabando, si tiene solución para que preocuparse y si no la tiene para qué hacerlo.

Yo les digo a mis hijas que si un día caigo enferma no me lleven a hospital alguno, que me dejen morir en mi cama y que todo lo que vayan a gastar lo metan en mi entierro, pues ese de cualquier forma lo van a tener que hacer.

¡¡¡¡¡¡¡¡ Jajajajajajajaaja !!!!!!!!!, su risa contagiosa y las dos como niñas despreocupadas y unidas con la vida, sin problemas, pues para ellos ya se han pasado los tiempos, así me decía, ahora es de aceptación a lo que venga y con buen espíritu sobrellevarlo.

Fuimos descendiendo, rápido, rápido, tan rápido que volábamos.

Con que poco se puede alegrar al alma, nada más con aceptar, jugar, reír y amar.

MÉXICO

MARZO 2025

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