VISITANDO A MAGUITO

CUESTA ARRIBA

El día había despuntado caluroso, a pesar de ser bien tempranito, recién el gallo había despertado y anunciaba que en cualquier momento el Hermano Sol estaría fuera.

Ya nos sugería el alba lo que iba a ser al rato el día. que todavía estaba en sus desperezos, parecía que nos advirtiera con un delicado susurro candente, entre bostezo y bostezo:

-Si vas a salir hazlo ahora, luego no me comprometo a que no te rostices

Así que escuché sus sabias palabras que sabían un poco a ultimátum, ya que no se puede desconocer lo que estos acontecimientos nos hablan, sea cual sea el tono que usen para realizarlo.

Me empecé a aprontar para ir a visitar a mi amiga Maguito, que vive mero arriba de uno de los cerros y que hay que caminar un rato para llegar, eso sí por buen camino, pues ya se está volviendo una zona habitada donde cada día más vecinos hay en ella.

Terminé las miles de vueltas, tomé mi mochila, mi sombrero y lo que ya no me olvido mi cayado o como le dicen aquí, garrote, no solo para apoyarme sino que en mi última vuelta en esa subida, me encontré con más animalitos de los ladradores de los deseados, pues cuidan las casas y se toman muy en serio su labor, y bueno no todos ven con buenos ojos que los extraños recorran su territorio.

Por lo tanto, dos tácticas que uso, llevar el garrote por si fuera necesario, pero la más amable es llevar algo de comida, un bocadillo para lanzárselo en caso necesario, la comida tiene el arte de hacer amigos y de distraer, por lo menos un mínimo, mientras se huye ligerito con buen paso alejándonos de la escena, eso sí, sin correr, también hay que tener en cuenta respirar, para no soltar olores a químicos que los alerten de que hay peligro, como son los que segrega el organismo por el miedo o la ansiedad y mandarle al cerebro con el pensamiento y nuestra actitud, así sea dramatizada que todo está bien.

El sol había salido y el cielo estaba de un azul bello, fui caminando a la plaza y me encontré delante de mí, con el que no podía faltar anunciando que ya era marzo: los jacarandás, ese árbol morado que acompaña la Semana Santa, vistiéndose del color que la representa.

*

*

Al verlos no pude más que evocar, a mi amiga querida, que los amaba, que emprendió el vuelo hace unos años y que en estas fechas siempre anda dando vueltas a mi lado, juntas recorremos lugares por donde los encontramos. Sabe bien que los salgo a fotografiar y que me encanta recordar y rememorar aquel que había en su casa, grande, bien grande, lleno de ramas, eso sí a pesar de ya ser adulto, nunca había floreado, cosa que la entristecía, pues lo había plantado imaginando que  estaría bajo él cuando sus flores brotaran.

Pasaban los años, uno tras otro y nada, era como si algo dentro le impidiera el dejar que sus botones morados salieran, sin embargo sucedió, un día después de años que parecieron siglos, cuando yo andaba por otras montañas, lejos de la civilización reconocida, donde la mayor parte de las veces ni luz había, de ahí que el ciclo circadiano era el que nos regía, no había forma de comunicarse con el mundanal ruido, solo cuando se bajaba a la ciudad, cosa no muy frecuente pues el viajecito era pesado.

Sucedió entonces, que cuando abrí mi correo electrónico ahí me encontré con un mensaje suyo que con mucha alegría me contaba, que su arbolito, más arbolote que nada, le había regalado las primeras flores.

También me decía, que solo era en una rama, no importaba, por lo menos lo había podido ver floreado y como era tan grande, dice que se ponía bajo ella y al mirar para el cielo lo veía a él como si estuviera todo engalanado.

Así íbamos cruzando jacarandás,  que por todos lados se presentaban, subiendo la pendiente, sin lugar a dudas el alma de aquellos que siguieron su viaje, perdura en el recuerdo de lo que en el corazón sobre ellos guardamos .

*

*

Llegamos arriba y tomé el camino, me detuve, llamaba mi atención que las montañas no se veían, parecía que las hubieran borrados, una capa las envolvía, el paisaje lejano se desvanecía, como si una niebla grisácea hiciera de telón, cerrando la lontananza.

Más jacarandas surgían, como si fueran una mancha violeta, en ese paisaje que se desdibujaba, juego extraño entre la luz y la sombra, esa luz que enceguecía y creaba unos instantes de magia.

Visión rara esa, no recordaba haberla visto alguna vez de esa manera, sin embargo ahí estaba, cierta o no cierta, fantasía o realidad, ¿a quién importa eso?, el sortilegio ahí está para ser admirado, no cuestionado ni analizado.

Te busqué a mi alrededor, en un instante desapareciste, en eso un pájaro pegó un grito, ese que me persigue, el «cuicuite», que grita y grita, como si no tuviera otra cosa que hacer y pasaron frente a mí, como ráfagas tú y él, volaban a sumergirse en ese bosque de lluvia de pétalos celestes violáceos.

*

*

La sonrisa risa me ganó, ¡vaya locuras!, que se ciernen en esta vida. ¿Serán mis alucines?. ¿Por qué no?.

A medida que avanzaba por ese sendero de ocres pintado de verde, en un fondo azul cerúleo, sentía como si estuviera atravesando un umbral hacia un lugar donde los problemas y las preocupaciones se desvanecían, donde la belleza era la única verdad.

*

*

Era un momento de conexión, no solo con la naturaleza, sino también con mi mismo, con lo simple y lo sencillo, con el camino, un recordatorio de que en medio de la vorágine de la vida, siempre hay espacio para la calma y la contemplación y lo que es más para la magia, esa que nos asombraba de niños pues por todos lados se nos aparecía, por estar nuestra alma, tan cerquita del «Gran Ilusionista de los Cielos».

CONTINUARA…

MÉXICO

MARZO 2025

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12 comentarios en “VISITANDO A MAGUITO

  1. ¡Hola, Themis!

    Qué maravilla de paseo nos has regalado… Leer tu texto ha sido como caminar a tu lado, con la mochila cargada no solo de provisiones, sino también de memorias, de pequeñas estrategias para esquivar a los guardianes del camino —que eso me ha arrancado una sonrisa, te confieso—, y sobre todo, de esa complicidad silenciosa con la naturaleza y con los seres que, aunque ya no están físicamente, siguen floreciendo en los recuerdos.

    Me ha encantado cómo has tejido esa historia con tu amiga y el jacarandá. Esa imagen de la rama solitaria que por fin florece, y cómo ella se colocaba justo debajo para mirar hacia el cielo, es de una ternura que cala hondo. Tiene algo de metáfora viva: a veces, no hace falta que todo el árbol se cubra de flores para sentir que ha valido la pena esperarlo. Con una sola flor, el milagro se nos revela completo.

    Y luego esa sensación que dejas casi al final, cruzando el umbral hacia un lugar donde los problemas se difuminan… ¡Lo he sentido completamente! Has capturado a la perfección ese instante mágico donde la naturaleza y la memoria se funden y nos reconcilian con la vida. Esa es la magia que no debería perderse nunca, la que de niños nos parecía tan natural y que, gracias a relatos como el tuyo, recuperamos aunque sea por un rato.

    Me quedo también con esa frase que es casi un mantra: «en medio de la vorágine de la vida, siempre hay espacio para la calma y la contemplación». Me parece que ahí está el corazón de tu paseo, Themis.

    Te seguiré en este viaje hacia Maguito, ya tengo ganas de ver cómo continúa. Gracias por compartir este relato tan lleno de alma y de esa magia sencilla pero profunda que sabes transmitir tan bien.

    ¡Un fuerte abrazo!

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    1. Hola Tarkion, las dos que aparecen en esta historia son amigas muy amadas, como hermanas de vida, de encuentro, esas que la vida te pone delante y te lleva con ellas.
      Maguito es de aquí de este pueblecito en donde vivo, ella se dedica a sus chivas, a su jacalito, a enseñar a los niños la palabra de Dios a introducirlos y lo hace con un amor y una fé grandiosa.
      La voy a visitar y siempre ese camino tiene algo de milagro, es entrar en otra forma de vida, que te lleva a la paz interior y sobre todo a vivir cada instante como si fuera el último, pero no con locura o con intensidad excesiva sino lo contrario en la humildad y la entereza de saber que todo es superable si te entregas de corazón al camino.
      Gracias por tus palabras que siempre dejan algo hermoso y que llevan a reflexionar, abrazo grande y ya está la segunda parte

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  2. Hola Themis, gracias por compartirnos parte del paseo, estaremos en espera de la 2da parte. Mientras tanto, me quedé pensando que las jacarandas habitan en muchas partes de México y del mundo. Acá en Xalapa, Veracruz hay muchas y bien lindas también y engalanan la ciudad con su belleza anunciando que llega el calorcito primaveral. Se ven bien también por tus lares, mucha belleza ahí. Un tiempo viví en Los Cabos, y luego en Querétaro y esos lugares, desérticos también, son lindos. La naturaleza es preciosa, sea desierto, mar, montaña, playa etc. Gracias por mostrarnos tus rincones preferidos en tus paseos. Abrazo fuerte.

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    1. Hola Ana, el jacaranda o jacarandá, viene desde los sures del continente subiendo, llegó a México por un jardinero japonés que vino a hermosear la Ciudad de México, pensaba plantar cerezos, pero no funcionó y como en sudamérica se había maravillado por el color de las flores empezó a plantarlos en México. Por eso en la avenida Reforma en la capital estça adornada con ellos.
      La naturaleza es bella en cualquier presentaión, abrazo grande y gracias

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  3. ¡Hola Themis! Pero claro que recuerdo a Maguito. Pero te perdono 😂😀 (que será hasta la próxima) porque me está dando mucho gusto seguir tus historias con su continuación y en la vida he aprendido a tener paciencia. Es poesía la vida, y la tuya la conviertes justo en eso por tu forma linda de ver y sentir cada cosa que tienes al lado, lo que sea: la comida que ayudará a otros fines si es que se da el caso, el cayado, tu sombrero, la mochila, y qué decir de las jacarandas. Las favoritas de mi mami, cada año solía tomarle una foto junto a ellas. Eran un exquisito deleite para ella.

    En fin Themis, que otro gozo que regalas. Un abrazo cafetero. O como sea, abrazo al fin. Besitos.

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    1. Hola Maty, son bellos esos árboles, cuando dejé mi tierra allá en los sures, planté dos en la casa pues era un árbol que me fascinaba y llegar a la ciudad de México donde en primavera los veías por todas partes era un deleite mayor.
      imagino el deleite de tu madre, que por donde anduviera los encontrara.
      Abrazo grande, y gracias

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  4. Pensaba que iba a ver a Maguito, pero tendré que esperar al siguiente episodio. De todas formas he disfrutado con el paseo porque tienes una manera entre graciosa y profunda de narrar que me encanta.
    Bonita la historia de tu amiga y el jacarandá. Me gusta su buen conformar, con una rama hizo el árbol entero. También preciosa la relación que sigues teniendo con ella a través de los árboles.
    Abrazo, Themis.

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    1. Hola Eva, en el próximo capítulo ahí si la verás, gracias por esas palabras que me regalas de mi manera de narrar.
      En esta vida depende de donde te ubiques el panorama que tendrás, encontrar el todo en una parte.
      Cada vez que florecen los jacarandas, se aparece ella, es hermoso realmente el encuentro e inesperado, pues es como un juego.
      Abrazo grande y gracias

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  5. Hola, Themis, un buen paseo el que hiciste, con los jacarandás en flor y el garrote para aquellos animales que se toman su misión muy en serio (me ha hecho gracia lo del bocadillo para hacer amigos, jeje). Y, efectivamente, en medio de la vorágine de la vida, siempre hay espacio para la pausa y la contemplación, muy buena reflexión.

    Un abrazo. 🙂

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      1. Tu relato es una evocación lírica y profundamente personal que relaciona la naturaleza, la memoria y la conexión espiritual en una caminata matutina hacia la casa de una amiga. Con un tono poético y reflexivo, transformas un simple paseo en una experiencia mística, donde los jacarandás, la niebla y los recuerdos de una amiga fallecida se funden en un tapiz de emociones y contemplación. Me ha parecido una pieza bellísima, llena de sensibilidad y con una voz que invita a detenerse y mirar el mundo con ojos nuevos.

        La descripción del entorno —el sol que amenaza con “rostizarte”, el cielo azul cerúleo, los jacarandás como manchas violetas— es tan vívida que puedes oler el aire cálido y sentir el polvo del camino. El texto convierte la caminata en un diálogo con la naturaleza, donde el alba, los árboles y hasta la niebla tienen voz propia.

        La presencia de la amiga fallecida, que amaba los jacarandás, es el corazón que impulsa el relato. El recuerdo de su árbol que nunca floreaba y luego, tras años, dio flores en una sola rama está narrado con una ternura que conmueve.

        Me ha encantado, Themis.

        Un abrazo.

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      2. Son tan desérticos estos parajes, a veces no te cruzas con un solo humano, que te metes en el entorno, te sumerges en él, vas encontrándote con situaciones que llaman a la atención y que siempre si las atiendes te muestran algo, te enseñan. La naturaleza está ahí, tan pero tan cerca que no te deja, ella es parte de esa comunicación, los animalitos, las plantas, los cactus que te rodean, alto, bien altos, la vida te rodea, la compañía llega, tal vez no humana sin embargo de otras magnitudes, donde te das cuenta que con todos de alguna forma te comunica. El mundo se vuelve poesía, te hablan, te cantan, y no eres otra cosa que uno más de ellos. Gracias Marcos, un placer leer lo que me dices, me da gusto que asi lo veas y me lo muestres. Abrazo grande y feliz semana

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