CUTHÁ: LA PIRÁMIDE  EN LA CIMA

ENTRE ESPINAS Y FLORES

Habíamos llegado a un muro, esas terrazas que construían para retener al suelo, para sujetar el agua, dependiendo de donde se encontraban, pues si algo tenían aquellos pobladores primeros era saber elaborar presas y canales para aprovechar ese líquido imprescindible, que cae de los cielos, eran grandes ingenieros.

Observábamos las piedras que lo componía, entre ellas parte de los Prismas Basálticos aparecían, imaginar cómo hacían para traer esos pedazos de roca desde tan lejos y subir más de mil quinientos metros, era toda una faena y un ejercicio para la imaginación de quien extasiado, lo estaba mirando .

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Las plantas crecían en él y lo enseñoreaban, dejaban plasmado  el paso del tiempo de ese Señorío que fue Cuthá, en este México que no deja de sorprender, con todo lo que se encuentra en su interior.

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Esta es una región muy especial, donde estuvo cubierta por las grandes aguas, inicio de la vida, de ahí que está llena de fósiles marinos, que al caminar sobre su faz, muchas veces se aparecen y hay sitios donde están llenos de ellos.

Fue habitada por diferentes grupos humanos nómades que se ocuparon de conocer su ambiente, de vivir acorde con lo que la naturaleza les marcaba, volverse en una parte recolectores de todo aquello que les ofrecía el desierto y además ser la cuna, cuando se asentaron, de la primera domesticación del maíz, frijol y otros alimentos básicos en la dieta mexicana y de Mesoamérica.

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También se dice que escondieron el amaranto, ese cereal que fue prohibido durante la Conquista hasta casi exterminarlo, por darle fuerza a los guerreros y usado para rituales, cosas que los conquistadores vieron como una corrupción hacia la eucaristía cristiana el seguir consumiéndolo e hicieron que no se volviera a cultivar, sin embargo se guardó en regiones como esta, de difícil acceso.

Habían logrado explotar la sal de mar, de todos esos nacimientos oceánicos que habían quedado bajo tierra, al igual que las piedras como el ónix y el mármol, como se sigue haciendo hasta la actualidad.

Antes en sus principios, cuando algunos se acercaron a estudiarla, se creía que Cuthá era una fortaleza donde se habían amurallado por las disputas que había entre ellos, entre los diferentes grupos que lo habitaban o por las invasiones que habían tenido de los mexicas, que siempre andaban a la orden para ganar territorio por la fuerza y lograr que los pueblos se rindieran y les pagaran tributo para mantener la paz.

Pero las investigaciones fueron demostrando que lo que se creía una fortaleza era una ciudadela, cabecera de un gran Señorío que floreció entre 650-1000 D.C., más allá que su crecimiento comenzó casi con el inicio de la Era Cristiana.

Desde esa cima, a la cual íbamos en su búsqueda, habían dominado todo ese valle de Zapotitlán donde esos grupos de diferentes procedencias habían vivido y se habían unido, habitando diferentes poblados que se extendían alrededor del cerro.

Seguimos el camino, sube y sube la cuesta, donde las nubes parecían estar muy cerca, como si estuviéramos alcanzando el cielo.

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La vegetación había cambiado, un micro clima con árboles más frondosos y tupidos nos rodeaba, con plantas más llenas de hojas y las espinas si bien no habían desaparecido se habían apaciguado.

En una de esas serpenteadas para alcanzar esa pirámide prometida, en un descampado se abrió un panorama bello, allá abajo el pueblo se extendía en la lontananza.

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Los cactus floreaban, ya se preparaban para empezar a regalar todas esas frutas deliciosas y nutritivas, cargadas de agua, colores, antioxidantes, vitaminas, para darle al cuerpo esos elementos que necesita consumir durante la primavera y verano para estar fuerte para el otoño y el invierno. Sabia Madre Naturaleza, que protege a los suyos y les enseña.

Bellas flores con un aroma suave, casi imperceptible que atrae a los polinizadores diurnos y nocturnos y con ello garantiza seguir el camino de su expansión, lo que ha hecho durante milenios, conquistando kilómetros de territorio donde ellos, los cactus, son los Señores, guardianes de este infinito, antenas que conectan al Cielo con la Tierra.

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Se sentía una vibración muy intensa, extraña, como si algo o alguien anduviera por las inmediaciones, el espacio merecía mucho respeto, era muy fuerte lo que emanaba.

Un sitio que guarda en si mismo muchos acontecimientos, muchos hechos vividos en él  y aún alberga a esas entidades sobrenaturales que protegen a los pueblos, más allá que en apariencia hayan desaparecido.

Nos detuvimos un momento, a percibir, la atmósfera se cargaba de una energía palpable, una mezcla de curiosidad y misterio irradiaba, impregnado de una sabiduría ancestral.

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Un llamado a la conexión, a recordar quiénes somos en esencia, a pesar de las capas que nos cubren, que el paso por esta vida nos ha impuesto.

No estamos solos, un tejido de experiencias y emociones nos une a todos y al todo.

Enseguida brotó el cuento, una experiencia vivida, resulta que hace un tiempo habían ido a visitar el lugar un matrimonio con su hijita que tenía unos cinco años, recorrieron el espacio, entraron a la tumba, descansaron un rato y cuando ya se iban la pequeña le preguntó al papá, si en el lugar vivían personas, a lo que cual le contestó que ahora no pero que antes sí.

Sin embago llamó su atención la pregunta de su hija, a lo que quiso saber de dónde le había nacido esa inquietud.

– Es que hay un señor alto, vestido solo con una tela en la cintura que ha estado al lado nuestro todo este tiempo.

Gran sorpresa se llevaron pues así se dice vestían los antiguos pobladores del lugar.

Después de la historia que daba para pensar, en una de esas tantas vueltas, después de pasar por una zona donde la sombra reinaba y mitigaba al Hermano Áureo que ya dejaba sentir la fuerza de sus rayos, frente a los ojos incrédulos se apareció, la pirámide- tumba.

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Así, en medio de esa vibración intensa, el encuentro con un viaje hacia lo desconocido de nosotros mismos, donde cada paso nos llevaba a explorar nuestra propia condición, y en cada palpitación, nos recordaba que la vida, con sus espinas y sus flores, siempre nos ofrece la oportunidad de renacer cuando estamos dispuestos a ello.

Habíamos llegado, impactaba el sitio, esa apertura que tenía delante oscura, negra, que invitaba a acercarse, a entrar por ella…..

CONTINUARÁ…

MÉXICO

FEBRERO 2025

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16 comentarios en “CUTHÁ: LA PIRÁMIDE  EN LA CIMA

  1. ¡Hola, Themis! ¡Qué fuerte! Si de verdad dices que se respira esa atmósfera cargada de pasado, también será verdad que esa niña viera a ese habitante del pasado, como dices, la leyenda que puede reflejar perfectamente la realidad. Quizá, sin darte cuenta, en alguna de las fotos que has tomado hay algo, habrá que revisarlas con detenimiento, no sé. ¡Qué intriga! Nos dejas con la miel en los labios para el relato siguiente.

    Un abrazo. 🙂

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    1. México es así, en cualquier lado se presentan historias fantásticas y a veces muy reales, aquí te das cuenta que el realismo mágico muchas veces no es para nada fantasía, sino que lo vives. No a todos se le abre, no niego que la niña lo viera, son mucho más perceptivos, no tienen todavía el cerebro tan cerrado o educado a percibir solo en una dirección, en la educada. Me fijaré con detenimiento en las fotos, aunque las energías no siempre se materializan. Gracias Merche, abrazo super grande y grancias mil

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  2. Me ha parecido una obra fascinante, rica en descripciones y cargada de una mezcla única entre historia, naturaleza y misticismo. Tejes una narrativa que no solo describe un lugar físico —el antiguo señorío de Cuthá en el valle de Zapotitlán, México—, sino que también invita a un viaje introspectivo y espiritual.

    Describes un ascenso hacia una pirámide-tumba, pero va mucho más allá de lo meramente físico. Desde el inicio, con la mención de los muros de piedra y los Prismas Basálticos, se percibe una admiración por el ingenio de los antiguos pobladores, quienes dominaron el paisaje con presas y canales. Esta reverencia hacia la historia y la conexión con la tierra se mantiene a lo largo de todo el relato, dándole un tono propio de la Arqueología.

    La descripción del entorno es vívida y sensorial: las plantas que «enseñorean» el muro, los fósiles marinos esparcidos por el suelo, los cactus floreciendo con sus frutas nutritivas. Estas imágenes no solo pintan un cuadro del desierto mexicano, sino que también simbolizan la resiliencia y la sabiduría de la naturaleza. La transición hacia un microclima más frondoso al subir la cuesta añade una capa de transformación, como si el ascenso fuera también un viaje hacia lo desconocido.

    El texto está impregnado de historia cultural: la domesticación del maíz y el frijol, el ocultamiento del amaranto durante la Conquista, las disputas con los mexicas y el florecimiento de Cuthá como señorío entre los años 650-1000 d.C. Estos detalles no solo enriquecen el contexto, sino que también conectan el pasado con el presente, mostrando cómo el lugar sigue siendo un testigo vivo de su legado.

    Uno de los aspectos más destacados es la atmósfera mística que se va construyendo. La «vibración intensa» que se siente en el lugar, la presencia de «entidades sobrenaturales» y la anécdota de la niña que ve a un antiguo poblador son elementos que dan un giro hacia lo sobrenatural. Esto no se siente forzado, sino que encaja perfectamente con la idea de que el sitio guarda una memoria ancestral, una energía que trasciende el tiempo.

    El cierre, con la aparición de la pirámide-tumba y la invitación a «entrar por ella», deja al lector en suspense, con una sensación de anticipación y misterio. La frase «la vida, con sus espinas y sus flores, siempre nos ofrece la oportunidad de renacer» resume el mensaje del texto: un equilibrio entre las dificultades (espinas) y las bendiciones (flores), y la posibilidad de redescubrirse a uno mismo.

    Este último mensaje me ha llegado especialmente al alma por circunstancias personales.

    Enhorabuena por este bello e intrigante escrito.

    Te invito a pasarte por mi blog y comentar. Gracias

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    1. Gracias Marcos, me da mucho gusto que te hayas pasado de visita por mi blog y no te digo esas palabras que has dejado, realmente realzan lo que escribí, le dan otro valor.
      En la tierra que vivo es una parte de un México profundo donde aún se guardan muchos principios y narraciones de muy antes.
      El desierto es un gran maestro, te habla si lo escuchas, en esa soledad y silencio al que te somete, aunque no quieras te lleva adentro de ti mismo, a descubrirte aunque no lo quieras. Claro, hay quienes pasan y nada más, ahora si te abres a él, es otra cosa. Te mando un abrazo super grande y me daré una vueltecita por tu blog,

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  3. Que escrito tan bonito, Themis, y que curiosas algunas cosas, como lo del amaranto que rechazaron los conquistadores por relacionarlo con la eucaristía cristiana de manera negativa. Me ha gustado mucho.

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    1. Gracias, es que el amaranto tiene toda una historia detrás de él, era considerada una planta sagrada, ya que era un cereal con el cual se hacían las figuras de los dioses y objetos rituales, cosa que a los españoles no les pareció calculo que por el uso que les daba y la fuerza. Algún día hablaré de él pues es bien interesante su historia, también se habla que en esta región fue donde se domesticó. Abrazo grande

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    1. Sí, la entrada a ese recinto oscuro y negro, cerrado por todos lados, salvo esa entrada que permite recorrerlo. En la próxima les cuento, lo que vi y lo que sentí estando en él, abrazo grande, super grande y también un bello fin de semana

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