CAMINATA MAÑANERA: EL GIMNASIO ENTRE CACTUS

LOS DETALLES COLORIDOS

El frío se dejaba sentir y con ello el cielo había amanecido con un rojo anaranjado intenso que pintaba sus nubes, como si llamas emergieran incendiándolo en una danza majestuosa. 

Se veía bello, como que presumía de ser quien es y que se puede vestir como se le antoje, de un gris sombrío donde los colores mueren y todo se vuelve triste en apariencia, a estos tonos chillantemente agresivos que se atenúan con los blancos dejando paso a esa gama de rosas que se pierden a lo lejos, símbolo del amor suave, más que el pasionario que centra.

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Me quedé mirándolo, contemplando unos momentos, ese regalo que ahí estaba, que en una parte anunciaba que el día había llegado y que era hora de encararlo. Un despliegue de emociones y cómo mitigarlas.

Pasaron por mí y nos fuimos, camine y camine, metidas dentro pues estaba fiero como congelaba, llegamos a la calle del puente, adornada con todos los banderines que lo cruzaban y le daban ese color que rompía con la monotonía de los ocres y los verdes deslucidos que la tierra y la falta de agua ya empezaban a teñir el lugar. No nos podíamos quejar, nos había bendecido la temporada con lluvias inesperadas, que por unos cuantos meses fueron el deleite del desierto y de todos los habitantes sin importar el reino al cual pertenecieran.

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De repente, nos desviamos por un caminito y nos encontramos con una cancha de basquetbol entre montañas, cactus, un centro deportivo en las afueras, todo muy nuevecito, como recién estrenado.

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Marchando un poquito más se llegó al gimnasio, vaya lugar escondido entre cactáceas, que en ese detalle natural espinoso se encontraban algunos aparatos, caminadoras, para hacer abdominales y ese que era el que buscaba para estirar tendones de las piernas.

Comenzaron otro tipo de ejercicios no los cotidianos de la caminata sino usando algunos aparatos, una nueva experiencia, había que aprovecharla.

Rato estuvimos ahí, ejercitándonos mientras los pájaros libres y sin ningún miedo se acercaban, cantaban, algunos con unos gritos estridentes para que sus congéneres los escucharan, iban y venían, de toda especie, de todos los colores, como mostrando que en ellos estaba también ese detalle de sonrojo que matizaba el entorno.

Terminamos con ese calentamiento y proseguimos la incursión para conocer los alrededores.

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De repente un ofrecimiento

-Vamos al Jardín Botánico- una de las maravillas del lugar

No se podía rechazar, eran unos kilómetros más, metiéndonos por el desierto.

Un sendero se abrió, uno de esos pequeños cauces que ayudan a que el agua corra cuando llega su hora, lleno de piedras boludas, más que boludas, «boludazas», donde había que mirar muy bien dónde meter el pie. No estaba fácil, tampoco imposible, agudizar la atención y proseguir sin apuro.

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A medida que bajábamos por él, las paredes iban creciendo a nuestro lado, dan cosa tenerlas tan cerca pues hay que temerles y respetarlas pues en cualquier momento se resienten y se desploman, más cuando se empiezan a resquebrajar con la seca después de tanta agua.

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Había llegado la hora de subir la cuesta, ir camino al cielo, dejar esos subsuelos y elevarse, por un senderito donde las piedras sueltas de repente rodaban mostrando claramente los motivos de su nombre.

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Llegamos arriba y ahí se abrió otro panorama frente a esos ojos que habían estado en las honduras del terreno rodeados de paredes que no le daban mucha confianza, que sencillamente se habían encomendado a los Cielos pidiéndoles su protección.

Ahí desde las alturas se divisaba ese paisaje rugoso, formando lugares caprichosos, rodeados por todos esos arbolitos bajos, contentos pues aún guardaban en ellos toda esa agua con la cual los habían bañado, cuando ese spa celestial se fijaba en ellos y les había enviado una ducha copiosa para que en un ¡TRIS!, reverdecieran y se volvieran esas minis selvas en lo árido del desierto.

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Unas cuadras más y apareció, la parte de atrás de ese Jardín, el lugar por donde entrar sin pagar entrada, el área de las cabañas que ahí estaban, lo mostraban.

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Ese alrededor con esas voluntades vueltas montículos, rugosidades de la Madre Tierra, que si son sus arrugas o sus cicatrices, esos pliegues que la embellecen de una manera que son dignos de contemplarse por ratos largos, perderse en ellos.

El desierto impacta, por su inmensidad, por su lobreguez luminosa, por su silencio, por el respeto que inspira, por las historias que muestra de todos esos millones de años que han pasado por él y cómo lo fueron dibujando en su tez.

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Era hora de regresar, el sol ya empezaba a avisar que no iba a tener miramientos, había cambiado el frío empezó a calentarse y anunciaba que iba en aumento.

Dimos la vueltas para desandar los pasos, regresar a donde habíamos salido, despacio, sin apuro, las prisas nunca son buenas consejeras, ellas crean caos en las emociones, estas hacen estragos, sobre todo en la distracción que promueven y en perder el foco de lo relevante del momento, donde no hay cosa más importante que fijar bien en donde poner el pie, algo tan automático que hay que volverlo consiente.

Unas florecillas de un magenta hermoso, se apareció delante, muy orgullosas de sí mismas, de ser esa manchita luminosa dentro de ese entorno homogéneo.

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Una gran sonrisa, al verlas, tan tiernas, tan airosas, llenaban de espíritu el instante, alegraban al alma. Algunas solo estaban en botones y otra no estaba completa, otra ya marchita, el florear fue y es su objetivo, lograrlo toda una proeza, sencilla y simple, cumplió con su misión en la vida.

Una gran enseñanza en todo su proceso, estaba ahí como  alegoría representada y diciendo:

«Florea, crea belleza no solo para tí, sino para todo lo que te rodea, ¡qué mayor propósito!, puedes aspirar en esta vida!.»

MÉXICO

ENERO 2024

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CAMINATAS MAÑANERAS: LA VUELTA AL NATUCHO

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6 comentarios en “CAMINATA MAÑANERA: EL GIMNASIO ENTRE CACTUS

  1. Wowwww otra de las tuyas Themis! Mira a dónde llegué… Pero, llegué! Yo me pregunto siempre de dónde sacas tantas fuerzas. Siempre. Lo de tu narración y esas preciosas imágenes no me extraña nada, sólo lo paladeo cada vez. No son sólo paseos, todos los conviertes en poesía. Es tan grato leerte! Te dejo mu mu muchos abrazos.

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    1. Qué lindo lo que dices!, la vida es poesia si así la quieres ver, bella o terrorífica, de donde la mires. Los caminos van abriéndose y mostrando todo eso que en ellos se encuentra, descubrirlos, oírlos, nutrirse con ellos.
      No parar, de ahí viene la fuerza, no perder condición mientras se pueda, eso es lo que mantiene. Abrazo miles y gracias por acompañarme

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  2. Hola, Themis, otro paseo de palabras. Da la sensación que no andas entre piedras, caminos, cactus y flores, sino entre palabras y que las fotos solo demuestran las palabras que durante el camino atesoras… Magnífico.

    Un abrazo. 🤗

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    1. Hola Merche, en una parte puede ser, sin embargo es a la inversa, todos ellos me muestran, me llaman de alguna forma la atención y cuando eso pasa es como si me trasmitieran eso que luego escribo, claro, es mi interpretación de eso que recibo. A todo lo que me llama le saco fotos, si puedo, eso sí.
      Abrazo grande y gracias por tus palabras

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