ENTRANDO CON LA SOMBRA
La Capilla Enterrada es una huella religiosa que yace en la Mixteca poblana, en el desierto de México, cerca de donde están las Salinas Grandes, esa enormidad de piletas de donde se saca la sal que reposa escondida en lo profundo de la tierra, que brota en pozos y el agua que la guarda se seca en ellas para que nazcan esas joyas que brillan como diamantes.
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Habíamos salido en la mañana muy temprano aún antes que el sol se mostrara en la faz de la tierra, había que caminar mucho, cruzando el desierto para llegar a ella, a ese primer centro evangelizador que hubo en esta región, que mezcla rasgos prehispánico con coloniales, luciendo su fachada de adobe, la cual se encuentra semidestruída.
Lugar misterioso, que guarda muchos enigmas, que no se han podido responder, ni siquiera dilucidar alguno de ellos, más bien nacen nuevos.
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Parada en la entrada de esa cueva que es quien la guarece, de ahí nace su nombre de enterrada pues da la sensación que así se encuentra, sepultada.
Las pinturas murales cubren todas sus paredes, el techo, van contando historias bíblicas, sumado a algunos aditamentos que no se explican que hacen ahí, como ese ojo de la Providencia, con su triángulo invertido, el barco a vapor, el velero.
El primer impacto fue que era delirante, un alucine eso con lo que me encontraba delante, a pesar de faltar muchos elementos por los saqueos y el deterioro.
Me había recibido el beso de Judas pintado fuera, en la entrada y dentro estaba el cielo con Jesús, el Espíritu Santo, San Pedro con su tiara papal y la Tierra representada por los diferentes elementos humanos, clérigos, soldados, con el cual se iniciaba el viaje por el recinto, sumándose al del tiempo, ese haber entrado a otra dimensión a otros instantes al atravesar todos los parajes anteriores en la caminata que había realizado, donde hasta el paisaje confabulaba para llevarme por esos derroteros.
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Mi mirada sigue a esa pared pintada sumida en la luz tenue que el Hermano Sol le regala, para llegar a otra parte más oscura donde en ese muro en frente de mí, duerme el altar, con gran parte de él destruido, saqueado, sin embargo deja ver esbozos del paisaje donde es claro un nopal allí pintado y palmas, marcando que es como un oasis o tal vez ¿el Jardín del Edén?, ese lugar privilegiado, ese paraíso donde vivían Adán y Eva antes de ser expulsados por haber cometido el pecado original, haber sucumbido a la tentación y desafiar a Dios.
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Quiero entrar y es como si una fuerza me detuviera y me hiciera dar la vuelta y me lleva a otra abertura, señalándome simbólicamente que es mi sombra, que será ella, esa parte oculta dentro de nosotros, que no queremos ver, con sus miedos, vergüenzas, sentimientos de culpas, malos pensamientos, tentaciones, rechazos, actos realizados u omitidos que se vuelven una carga en nuestras vidas por no sacarlos para afuera y liberarnos de ellos con el consabido arrepentimiento, quién es la invitada que entrará en ella. No lo hará por la puerta principal sino por el costado, como quien dijera como aquel que irá a cumplir un servicio, en la casa principal del amo.
Con una cierta intriga y un cierto misterio me encamino, todo está obscuro, un juego de luces y sombras me recibe apenas puse mis pies dentro, formaban una imagen extraña, me recordó su forma al riachuelo que cruzaba el Camino Real que llevaba a la Capilla y daba la vuelta, en busca de su destino .
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-¿Dar la vuelta?-extraño mensaje apareció en mi cabeza y se quedó revoloteando en ella.
Otro juego que se instalaba, se me hizo como un acertijo, acertijo para ser interpretado, magia del espacio, donde al parecer la sombra es la reina, esa que habita las tinieblas de nuestro ser, cercana a nuestro propio infierno.
El aire se vuelve más fresco a medida que me voy internando en ella y las paredes parecen resonar con ecos de tiempos pasados, suaves murmullos como si ese túnel estuviera susurrando secretos de generaciones pasadas.
La obscuridad se va haciendo cargo a medida que se avanza, lo negro invade los aposentos aledaños a la cueva excabada .
Una luz alejada que muestra otra abertura, llama para ser seguida, para llegar a ella, para introducirse y profundizar en los misterios allí guardados, custodiados en un secreto imperturbable y salir por un instante de esa sombra que me tiene agarrada, obscura y desafiante, por momentos diciendo: «Atrévete».
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Seguí adelante, cruce el umbral de la puerta y la luz amarilla coronó ese intento, como dándole claridad al momento, luz y sombra en su juego. Se veían las paredes de tierra que parecían escarbadas.
Poco duró ese remanso, ese río luminoso que a la entrada me había recibido y oficiaba de guía señalaba a otra puerta opuesta a la anterior. Negra.
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Me paré un instante en ese umbral, miraba a la nada, al vacío, con un silencio avasallador, «la noche obscura» allí aguardaba, una pieza sin nada que la iluminara, con todos sus monstruos, sus fantasmas, sus espíritus espeluznantes, que aterrorizan al alma que se siente apresada, que se ha descarrilado del sendero y perdido en sus laberintos mentales internos.
Esa «noche oscura» instigaba a la purificación, al vaciamiento del ánimo, para intensificar la vida y potenciar a la del espíritu, con ello los versos de San Juan de la Cruz aparecieron esa transformación de una poesía profana en apariencia que marca la vía de la iluminación, que transciende a la mente y a los sentidos y alcanza la unión a ese Ser Superior, a ese Dios.
Ahí está frente a mí, «La Noche Oscura» como la llamó él.
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¿Será que la Capilla es eso?, esa búsqueda plasmada de un principiante para llegar al amor de Dios, pues es a ella a donde entran aquellos que están meditando en ese camino espiritual, a esa «noche oscura» como dice el Santo, es la que todos tienen que cruzar.
Una luz de una linterna aparece e ilumina el techo, señalando un rosetón pintado en negro, más obscuridad en la obscuridad, la parte azabache que muestra belleza, esa que se encuentra en todas partes y que es a la que el alma se tiene que abocar, buscarla, hacerse una con ella y a no desconocer lo grotesco en lo hermoso y lo hermoso en lo grotesco. Así va liberando al Espíritu de la cárcel en que se le tiene encerrado.
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Una y otra se complementan para lograr el equilibrio y en él llegar a la armonía donde de repente la felicidad, el gozo, el éxtasis se presenta, fugaz sin embargo, intenso, cruzar la «noche oscura» y entrar pleno al camino del renacimiento.
CONTINUARÁ…
MÉXICO
DICIEMBRE 2024
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Hola, Themis, nos has dejado una experiencia mística con tus palabras e imágenes, no sé si se acercarán a la Noche Oscura de San Juan, pero la metáfora que has creado es bellísima. Y las fotos también. Curiosa capilla llena de magia.
Un abrazo. 🤗
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Hola Merche, eso son palabras mayores, sin lugar a dudas que no, el recuerdo llegó de ese poema leído por allá en la adolescencia, ya olvidado en el baúl de los recuerdos. Un lugar mágico, con mucho misterio y perdido ahí en el medio del desierto. Gracias, abrazo ultra grande
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¡Y todavía va a continuar, qué alegría! Y vaya experiencia Themis… Las fotos me embriagan, como me embriaga esta hora de la madrugada en que te leo con mi lamparita de noche en un ambiente de esos que me busco, o que me encuentro o me encuentran, no sé, dando a todo más magia aún, si fuera posible. ¿Puedo preguntar de nuevo si ahí te sientes segura? Cómo me gustaría estar en ese lugar y en esa obscuridad llena de misterio. ¿En verdad se parecerá a la obscuridad por la que casi obligadamente tienen que pasar los santos? Esa sí me da terror, por obvias razones.
Seguiré muy atenta a la espera de la continuación y de verdad que te doy las gracias por estas emociones. Uno y mil abrazos 🤗🤗🤗🫂🫂🫂
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Este es el cuento de nunca acabar, es que se extiende, se extiende y no termina, como que cada vez brotan más cosas.
Mi hora mágica es la madrugada, antes que salga el sol, donde el silencio es absoluto, ni los pajaritos cantan aún.
Me siento confiada en donde vivo, pues segura es algo imposible, como dijo el Pepe Mujica, «seguro se murió en la sopa…».
Llevo años subiendo a veces cerros sola, metiendome en el bosque de cactus y ni un alma camina por ella, a veces te cruzas con pastores de chivas a lo lejos.
La obsuridad que había me recordó a esa «Noche oscura», que en cierta forma es entrar en ese mundo interno que no ha sido resuelto ni superado que atormenta. La obscuridad era densa, un cuarto sin iluminación y sin aberturas que dieran al afuera.
Gracias a tí Maty, me alegra que me sigas en este «alucine», que la caminata y el ayuno incrementan. Abrazos muchos
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Pues sí que es interesante este lugar, Themis y, según lo cuentas, mucho más. No es fácil recordar y revivir la «Noche Oscura» de San Juan de la Cruz y vivirla bajo tierra, luces y sombras que en suma es lo que somos. Una aventura espectacular la que viviste en este viaje a las salinas. Gracias, Themis, por contarlo, por intrigarnos, por tus impresiones tan bien transmitidas. Te mando mi abrazo y no dudo que saldrás bendecida de esa capilla escondida entre sal. Mi abrazo fuerte y feliz semana.
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Llegó el concepto de la Noche Oscura, fue raro el lo que se me hacía, más la fantasía que se suelta y lo que se va interpretando. Un espacio espectacular, un delirio realmente, más ahora que se entra a la Capilla y te encuentras con todo eso pintado, lástima que no esté conservado. La Capilla antes de serlo fue bodega de sal. Gracias Julie por tus palabras, abrazo más que grande
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