RUMBO A LA CAPILLA ENTERRADA: LAS SALINAS ÁUREAS

“De las mulas que tenía

ninguna me falta ya,

porque la que me faltaba,

leyendo el letrero está”

Cuando se impermeabilizaban las salinas con cal, sobre el lienzo blanco se solía escribir algo o un poema o algún pensamiento que a quién lo estaba haciendo se le ocurriera. He aquí una de ellos.

Los cerros que bordeaban y las altas paredes que se alzaban a cada lado nos fueron encerrando cada vez más en un callejón, nos sumergíamos profundo por ese viaje a otra época, a otro contexto, a otro instante donde el tiempo se había detenido y nos marcaba un retorno a otro espacio.

Se lo respiraba en el gran silencio, ni un solo humano se apareció durante todo ese trayecto, sin embargo parecía oírse las voces de las mujeres de Chilac, un pueblo cercano, del otro lado de la montaña, que caminando entre las barrancas en el siglo pasado y en el anterior, llegaban a estos parajes de las salinas a ofrecerles a los trabajadores los sabrosos alimentos que ellas preparaban, o los sombreros de palma que hacían o el aguardiente, eso sí, llegaban a acuerdos pues hasta que no se vendiera la sal no había dinero y así es la vida de los salineros, había que esperar la época de los calores para que llegaran de todas partes a solicitar esa sal que allí se cosechaba.

En un instante el panorama se abrió, los juegos de luces se empezaron a notar, a lo lejos en un pequeño punto que afloraba,  se veía el amarillo tímido pintado por el Hermano Sol con sus rayos, ya anunciaba que estábamos próximas a salir de esas profundidades en donde ni siquiera la sombra se proyectaba.

*

*

Y así fue en un instante nada más ese tinte obscuro que nos acompañaba nos dejó de rodear, un mundo ámbar de  luz y la negra sombra se hicieron cargo de jugar un espectáculo sin sonido, ni movimiento, eso sí, de un gran contraste.

*

*

Una sombra sentada con las piernas cruzadas contemplaba ese mágico paisaje que la vida le había regalado, ese estar en un mundo detenido, que no había cambiado, donde las construcciones se fundían con la naturaleza, el ser humano había logrado hacerse uno con ella.

No llegué a saber la sombra de quién era la que estaba ahí, pues no había ser humano cercano, más allá la quedé mirando, pues me habían contado muchas historias sobre apariciones y fenómenos raros en las salinas, pues sin lugar a dudas las luces y las sombras juegan efectos sorprendentes, y por qué no, de repente otras dimensiones se cruzan o esa estaba en un mundo paralelo.

*

*

Así, con esa actitud, en la total abstracción, encontraban el sentido de sus vidas, su razón de ser en este universo, con esa percepción meditativa a que ese trabajo lleva y le da la sabiduría para entender cómo y cuándo hacer la sal, más allá que ese conocimiento venía de sus ancestros, que también en esa compenetración con el entorno, ese mismo se abría para enseñarles y marcarles el camino a seguir para una buena cosecha, sin embargo a la sal hay que sentirla de cualquier manera, no solo es seguir instrucciones, sino latir con ella.

Esa forma que con el paso del tiempo se va perdiendo, no se entiende, todo se vuelve negocio sin embargo, todavía hay quien la conserva y la sigue produciendo a esa usanza de antaño para dar como regalo a la vida, esos cristales para cocinar con un sabor especial, que mejoran la digestión, que le da el calcio al cuerpo y no cambia el sabor a las verduras, como dicen que con la sal de mar sucede pues es mucho más fuerte.

*

*

Habíamos llegado a una salina alumbrada, donde se estaba haciendo la cosecha.

Algunos canastos con esos granos cristalinos, relucían. me quedé mirándolos del agua habían nacido, del agua se habían solidificado y ahí estaban, bellas gemas como tesoros que el interior de la tierra nos regala.

Primeros seres humanos con los cuales nos cruzábamos, uno de ellos guardaba la sal en costales y el otro se detuvo unos momentos a platicar, a hacer un leve descanso de esa jornada que va de sol a sol.

*

*

El camino seguía, aún no habíamos llegado a dónde íbamos, ni siquiera a donde el sol radiante se encontraba, no había detenimiento, no se podía parar demasiado, pues en un par de horas nada más ya de esa tibieza que nos regalaba, se transformaría y nos abrasaría.

Como el río que desemboca en el mar se abrió frente a nuestros ojos esa inmensidad, ese paisaje esperado, esas salinas que no estaban guarecidas y ahí muy cerquita, ahí, si ahí, en algún lugar, estaría la Capilla Enterrada.

*

*

Un paisaje de sueño, un paisaje de un brillo singular, algo dentro brinco, ese encuentro maravillaba a cualquiera, esa imagen que por momentos frente a mí se expandía, un infinito coronado de un cielo azul, un dorado tierra y la boca abierta, la admiración aparecía y no daba crédito de estar fundido en todo ello.

Y atrás la salina, llena de canastos, en plena labor de recolecta, donde aún no se había empezado a guardarla en costales.

Enfilamos los pasos hacía ella y ni que decir lo asombroso del encuentro y ni que decir el agradecimiento a la vida por haber escuchado mi pedido.

Ahí, los primeros canastos relucientes se mostraron delante de un muro de piedras, pinceladas con el amarillento tono que a todo coloreaba, le daba esa sabor a luz, a claridad más allá que había salido de las obscuras entrañas de la Madre Tierra, como cimiente escondida esperando brotar.

*

*

Seguí alborozada, como niño descubriendo, festejando el encuentro, era tan hermoso ese paraje, arriba el cielo cerúleo inmenso como cúpula sostenida por cerros y en los pies un mundo de salinas blancas y ambarinas.

*

*

Derecho a una de ellas donde se estaba en la cosecha, donde llamaba la atención un altar a lo lejos.

Las piletas blancas, donde ya el agua se había evaporado, ya se estaba formando el manto, la sal cristalizada ya afloraba, ahí estaba.

Ahora era tiempo con un aflojador  de irla rallando, para luego amontonarla, a esa sal de espejuela o sal tierna como se le llama, pues después está la otra, la de arrobas que es para el ganado.

*

*

El altar me llamaba, iba hacia él, acercándome, quería leer lo que estaba escrito en ese arco que cobijaba a la Virgen Morena, la que no puede faltar, esa Tonatzin,  la Madre Tierra, «Nuestra Madrecita», la que provee esas cimientes, esos bellos botones diáfanos, de una pureza que sorprende, que cuando los rayos del sol los acarician despliegan sus destellos multicolores como arcoiris.

*

*

Ahí estaba la sal raspada, que la habían empezado a juntar.

Me adelanté un poquito más hasta que pude leer sin ningún problema lo que allí decía:

«Sra. Linda, el Plan de Don Juan, Viva Cristo Rey»

*

*

A un costado las herramienta que se utilizan, el que no puede faltar el quiote, esa vara larga y fuerte que el maguey da como dádiva esa única vez que florece antes de su muerte, delante las piletas, con la sal raspada.

Giré un poco hacia mi derecha y ahí aparecía en las piletas, los diferentes pasos del proceso, hasta llegar al canasto.

*

*

Era hora de seguir, de dejar las salinas, habíamos llegado a donde el sol señalaba, ahora a buscar a esa Capilla que se escondía y para ello empezar la cuesta arriba por un camino y que ella apareciera, como lo hizo, por arte de magia.

*

*

Y así fue, cuando menos lo esperábamos el Camino Real por el que antaño, en la época de la Colonia y desde antes, por él se transitaba para atravesar la región, ahí estaba, había que seguirlo, cruzar un hilo de agua salada, ínfimo y él nos llevaría a nuestro destino.

CONTINUARÁ…

MÉXICO

DICIEMBRE 2024

***

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6 comentarios en “RUMBO A LA CAPILLA ENTERRADA: LAS SALINAS ÁUREAS

  1. ¡Qué añadir a tus relatos Themis, a estos paseos maravillosos que llenas de tu sabor propio! Bien pendiente que estaré de la Capilla enterrada. Me fascinaron todas las fotos, los paisajes. En vivo debe ser colosal. Una de las que más me gustan siempre es cuando sacas las sombras de personas reflejadas.

    Y algo que admiro sobremanera es tu fuerza y emprendimiento, de verdad, quisiera tener la mitad que tienes tú. Gracias por estas maravillas y un mega abrazo kilométrico. 😊☺️❤️‍🩹🤗🤗🤗

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    1. Hola Maty, son maravillas que uno encuentra cuando anda de vagabunda por este mundo, es una región bella, muy bella, solitaria, misteriosa, que guarda muchas cosas en ella. Me encantó llegar a la Capilla estar dentro de ella, pero esto mejor te lo cuento en la próxima entrega cuando ya hayamos llegado mucho más cerquita casi adentro. Gracias por tus palabras son muy motivadoras y me gusta la aventura y no dejarme, pues a esta edad quedarte quieta es dejarte morir. Eso sí todo con moderación. Abrazo ultra apretado de corazón y con todo mi cariño en él.

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  2. Qué hermosa caminata por las salinas, Themis, me encanta saber que os encontrasteís con la capillita de la Virgen y qué buena conservación de las salinas. Muy buenas fotos. Gracias por el reportaje… Ya me quedo intrigada de nuevo con el siguiente capítulo. Un fuerte abrazo y feliz semana.

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    1. Hola Julie, bella muy bella la caminata y nos encontramos con la Virgen que cuida la salina, aún falta llegar a esa Capilla Enterrada, un delirio de lugar, ya lo verás, en un próximo capítulo. Gracias a tí por leer y muy fuerte abrazo con todo mi cariño, excelente semana

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  3. Hola, Themis, qué bonitas las fotos y acompañadas de tus palabras más, verdaderamente parece un arcoíris de color, hasta parece en alguna de las fotos que está lloviendo aunque hay sol. Y la sal, ¡qué blancura! Muy bonito todo.

    Un abrazo. 🙂

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