CIUDAD DE MÉXICO: MIS VIEJOS JARDINES (1)

EL PUENTECITO

Había llegado a lo que era para mí un gran monstruo, enorme, basto, una de las ciudades más grandes del mundo me había dado su cobijo como si toda la vida hubiera vivido en ella, era extraña la sensación que tenía al caminar sus calles, al ir de un sitio a otro que no conocía, me sentía en mi casa, como si hubiera vivido en ella en otro tiempo.

El único terror que tenía era el que había traído conmigo, el que me acompañaba y que se recreaba en determinadas situaciones inesperadas, otra historia, otro cuento, otro sentir que se está borrando ya me puedo reír en una parte de ello y hasta contarlo o aceptar esos cuentos que me hacen aquellos que me conocieron en ese momento.

Historias que dan vida a otra historia, esta ciudad me regaló el sentir de nuevo el sabor de la libertad, cosa que le agradezco infinitamente desde el corazón.

Había llegado al primer departamento que tuve en mi vida, pues de donde venía los jardines, los bosques eran lo que me rodeaban, el mar, los espacios abiertos, en su forma exterior, en ellos me había criado, había crecido como parte fundamental de mi existencia, sin embargo, un día llegó el encierro en la supuesta «libertad», lo llevaba dentro, cuidando cada paso que daba, el miedo a caer en las manos de ese despotismo que reinaba, que no tenía escrúpulos en meterse con quién no quería seguir los pasos que él señalaba o que por casualidad se encontraba en el lugar inadecuado, otra historia, que me llevó a esta, cuando fue imperativo abandonarla.

Ese primer departamento era como una cueva, no tenía ventanas hacia afuera, sino a un pequeño patiecillo que siempre estaba a obscuras y ni se diga los pocos rayos de luz que entraban.

Sin embargo, tenía dos hermosos parques, a los cuales los había incorporado a mi vida, como el Jardín del Frente, el Parque España y el del Fondo, el Parque México.

Crucé a recorrerlo, en busca de un puentecillo, los árboles frondosos, que no habían dejado de desarrollarse, creando una sombra reparadora para ese ardor intenso y abrasador que ya se dejaba sentir, en esta nueva ola de calor que asola al territorio y que en esta ciudad en particular se hace muy inquietante a medida que la temperatura rebasa los treinta grados.

*

*

El bosque amparaba, daba reposo, parecía que hasta la respiración se hacía más calmada, junto la goma oxigenada se aguaba y resbalaba más facilmente hasta llegar a los pulmones.

Llegué a la zona de los juegos, los recuerdos brotaban, uno detrás del otro, la algarabía nocturna que nos invadía, cuando después de estar todo el día trabajando, hasta la noche, llegaba a la casa, tomaba a mis hijos y nos cruzábamos a jugar y a cenar si así lo permitía el clima en nuestros picnics bajo las estrellas, un decir, pues ya en esa época eran pocas las que se veían.

Otro sitio, más moderno, reformado, sin embargo toda la alegría que nos había dado sus antiguas resbaladillas, los sube y baja, los columpios y no se diga cuando se ponía una pequeña feria donde juegos del tiro al blanco, de pescar  pececillos de plástico de una batea o el acomodar las bolitas en los casilleros y algunos otros más, no se podían olvidar, como el juntar las moneditas en una bolsita, esperando el día ansiado para no solo mirar, sino ser parte de ellos.

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De repente, se abre frente a mí un espacio desconocido, no existía cuando por esos rumbos vivía, demandado por la proliferación de mascotas en la gran ciudad, el área para los canes, para esos amigos entrañables que nos acompañan y se vuelven cada día más nuestro centro.

*

*

A ello se une los conflictos, los cuales no pueden faltar en cualquier ámbito que se preste de «civilizado», donde la individualidad prima y bueno no se busca la conciliación en muchos casos, sino la demanda para ver quién logra la razón, ahora es con los paseadores de perros, pues están acaparando los parques y eso no está siendo tolerado por los vecinos, hablan de los ladridos, cosa que no escuché ninguno en todo el tiempo que estuve con ellos, sin embargo, solo pudo ser que no los agarré en un día alterado, ni tampoco vi mucho excremento regado por las veredas, pero bueno, pudo haber sido suerte, antes se encontraba mucha más. Pleitos modernos en zonas de elite.

Me paré a mirarlos, se veían ¡tan lindos! todos juntos, sueltos, corriendo, jugando, alegres, en confianza, ni una sola pelea me toco, bien cuidados, por dueños y cuidadores que sentados platicando los atendían, tirándoles pelotitas, parándose y llamándolos y en un instante todos sus cuatro patas se juntaban a su alrededor.

Uno se acercó a mí, se paró con su carita dulce, con esos ojazos cafés.

*

*

Otro desde lejos, me saludaba y me recibía moviendo su cola, me quedé un rato platicando con ellos, susurrándoles lo hermosos que se veían.

*

*

Seguí mi camino, mi objetivo estaba trazado, llegar a ese puentecito, que antes de tener ese apartamento, muchos fines de semana me acercaba a él, a quedarme un buen rato, mirando la fuente,  perdido mi pensamiento  en esa conexión que simbolizaba en mi fuero interno, la unión de las dos orillas entre la vida pasada y en la cual estaba tratando de introducirme, de lo conocido a lo desconocido, del cambio abismal que estaba sufriendo, la búsqueda de poder cruzar de un lado a otro uniéndolos, sin añoranzas, ni nostalgias que no facilitaban la adaptación y deteniéndome en su centro apoyada en él, donde se daba la unión de las dos, viendo a ese chorrito que brincaba y me traía un recuerdo regenerativo de mi infancia de una felicidad enorme, cuando mi padre nos llevaba a ver en la noche la fuente de colores que prendían para fin de año en el Parque de los Aliados en Uruguay, donde su enorme cantidad de emanaciones de agua saltaban a los aires cambiando las luces con ello.

Era sublime y mágico para mí el estar en ese instante, ahí en brazos de mi padre que me alzaba para que los viera pues siempre estaba rodeada de gente y de ahí partíamos a recorrer la iluminación de la avenida principal de Montevideo, 18 de Julio.

*

*

El puente, el estar abstraída en él, enfocada en mi adentro, buscando unificar, encontrar un equilibrio en las vivencias, cruzarlo era simbólicamente un acto de fusión.

Abría mi corazón, los sentimientos y emociones fluían, me reconectaba….

La fuente estaba vacía, no había chorro que jugueteara, la crisis hídrica que llegó a esta gran ciudad, después de décadas de desconocerla, aunque desde que yo la pisé de dos cosas se hablaban, de la contaminación y de la falta de agua que asolarían el futuro.

Me senté en otro puentecillo en donde solía hacerlo para ver a esa fuente en toda su dimensión y que no todos cruzaban, ni se le acercaba, ahí era como sentirse aislada de todo lo que acontecía un sábado o domingo en un Parque donde muchos concurrían con niños a pasear.

*

*

La sonrisa invadió mi cara, era muy hermoso sentir mi interior que fluía…..ya de salida, vi a la Biblioteca del parque, otro lugar que tiene su historia, algún día la contaré pues ella une a dos generaciones de niños de la familia que pasaron por ella.

*

*

Seguí mi camino, rumbo a mi jardín del fondo, mientras  andaba me nacía la necesidad de saludar a los que pasaban por mi lado, como en el pueblo, sin embargo, me empezaron a contestar a un amago de hacerlo, pues algo me detenía, la ciudad se abría, el saludo y una sonrisa, como la que me regaló aquel chavo frente al Palacio de Hierro, cuando reía como loca conmigo misma en este paseo de recapitulación…

CONTINUARÁ….

MÉXICO

ABRIL 2024

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8 comentarios en “CIUDAD DE MÉXICO: MIS VIEJOS JARDINES (1)

  1. Enverdad sí, si que tus escritos, así como este en particular, llenos de profundidad. Ay Themis, MIS LUGARES… Yo, hay cosas que no puedo escribir de esto, a ver si puedo hacértelas llegar en alguna oportunidad.

    Un gran abrazo 🤗

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    1. Sí Maty tienes que salir, darte una vuelta, recobrarlos, vivirlos desde este aquí y esta ahora, y no tanto en lo que fueron. Hay muchas cosas nuevas para descubrir, para asombrarse con ellas, esta bella, bella la colonia. Cuando quieras hazme llegar lo escrito, me dará mucho gusto el leerlas y ver la Colonia através de tus ojos. Abrazo tan grande como la distancia que nos separa

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  2. Hola Themis, nos embarcas en tus aventuras de una forma excepcional, compartiendo imágenes y lugares hermosos con una explicación que nos hace reflexionar, al menos a mí me llevó a tener una tertulia familiar con mis hijos comentándoles tus paseos, los lugares tan hermosos y leyendo tus letras. Bella pluma amiga mía qué gusto compartir. Un fuerte abrazo

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    1. Nuria, es lo más hermoso que a alguien que escribe le puede pasar, ser parte de una tertulia familiar, reunir a todos como parte del paseo reflexivo, gracias por ello, por permitirlo, abrazo ultra grande extensivo a todos los tuyos.

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  3. Hola, Themis, haces un montón de reflexiones en tu escrito: la libertad, la nostalgia, los recuerdos, el fluir de la vida, los cambios en la sociedad (la adaptación al medio podríamos decir)… Reflexiones a partir de tu visita al parque que nos muestras en las fotografías. Tus palabras dan vida a ese momento y gracias a esas reflexiones nos haces pensar también a nosotros sobre los aspectos que comentas. Muy buen escrito y me has hecho pensar…

    Un abrazo. 🙂

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    1. Hola Merche, gracias por tus palabras, me haces saber hasta donde llegan lo que se vierte en ellas, una buena enseñanza de la vida, que no deja de encontrar, si se lo permitimos y nos quitamos la coraza que con el tiempo nos hemos puesto, y dejamos que fluya que el adentro por si solo logre esa recapitulación tan necesaria y acomode las vivencias, y nos abra a un nuevo momento. Un abrazo muy grande,

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