¡CORRAMOS, CORRAMOS!, QUE SE NOS ESCAPA
Desde que había regresado de la Ciudad de México, hace ya un par de meses no salí del pueblo.
Sin embargo, como suele suceder, hay circunstancias por las cuales no hay más remedio que ir a la ciudad más cercana de a donde vivo: Tehuacán, así que tomé mi mochilita vieja, esa que está gastada, con el cierre roto y que bueno, es esencial en esta vida llevar atuendos que no promuevan la tentación de nadie, pues si encima que a uno ya lo ven con sus años, bueno no solo lo ven, sino que ya los lleva, y eso supone para muchos el ser más estúpido o inocente, o que a veces los años quitan la maldad; bueno en una parte hay algo de razón pues poco a poco se baja la guardia y la distracción aparece con más frecuencia, aunque hay que ver, pues las generaciones actuales encerradas en su telefonitos mientras caminan o con sus auriculares en las orejas, que lo dejan fuera del mundo en que viven, quien sabe si no son también presas fáciles de esos que andan al acecho de ver a quien cazan.
No llevaba mucho ánimo de paseo y no bullía con ganas de salir y menos de llegar a una orbe con todo el ajetreo que suelen tener.
El día se me hacía extraño, estaba raro, rarito, como que la luz que desprendía estaba apagada, no tenía ese encanto con el cual suele estar, se me hacía que se había desteñido, le faltaba algo o tal vez era a mí.
Allá fuimos recorriendo ese camino que nos lleva a introducirnos en esos bosques de los cactus columnares, de las montañas repletas de ellos que se van extendiendo en la lontananza.
*

*
La lluvia no se había presentado, como que se había alejado del territorio y su falta estaba resecando todo el alrededor, el verde ya se estaba perdiendo y en su lugar el gris ganaba terreno, junto a todas las ramas marchitas que nada circulaba por ellas.
El desierto comenzaba a guardarse, nos iba mostrando que era hora de replegarse también en el adentro, guardar las pocas nutrientes y energías que se tenían para sobrellevar esos tiempos de invierno.
La tristeza se estaba haciendo cargo de él, con ese pensamiento que revoloteaba en mi mente, que me hacia darme cuenta del tiempo que sobrevendría, cuando de repente, llegamos a ese pueblo, el del ónix, donde la mayor parte de sus pobladores se dedican al trabajo con él.
Al ver expuestos a esos grandes ángeles de piedra que cuando se le prende su lamparita interna sacan para fuera una luz muy hermosa, tenue, suave y dejan que se vean todas las vetas que el material silenciosamente tiene teñido en él.
*

*
Me recordó a Navidad, pues suelen ponerlos en los nacimientos para iluminarlos, dentro mío algo me dijo:
-Estás loca, recién estamos en noviembre saliendo de los Santos Difuntos, esperando el festejo de la Revolución que en unos cuantos días llega, para ella aún falta.
Más allá, sentía que la atmósfera olía a fin, también el paisaje lo reflejaba, en esas extensiones más cercanas a la ciudad donde ya los cactus columnares se van desapareciendo y dejan el camino libre a un panorama más yermo, vacío, donde las piedras son la base fundamental.
*

*
Eso sí, las nopaleras que empezaban a aparecer a la vera del camino haciéndose cada vez más notorias, al igual que la basura que las rodeaba, cosas «extrañas» que tiene el ser humano donde no mira más que su necesidad inmediata, como es el deshacerse de ella y con buen tino crea los rellenos sanitarios dentro de ese paisaje o mejor llamarlos basureros o lo que es más desde los autos en lo individual van tirando sus bolsas de deshechos y cosa que me sorprende, donde hay una bolsa, ahí mero, se empiezan a acumular, como si el hecho de que alguien lo hubiera realizado antes los exime de culpas.
*

*
Entramos a la ciudad, el movimiento se hizo cargo, los semáforos, algo que siempre me sorprende cuando por tiempo no estoy cerca de ellos y mi ser los olvida, pues por donde ando son pocos los cuatro ruedas que circulan y lo hacen con tal lentitud, salvo en la carretera, pero dentro es como si no existieran.
*

*
Cuando el autobús agarró la avenida de los árboles ancianos, me sorprendió ver que de ellos ya colgaban lucecitas de colores, ¡los adornos de Navidad!, sin lugar a dudas, había mucha prisa por terminar el año, adelantando por semanas lo que aún no había llegado, enfocarse para adelante y no disfrutar cada paso que se da, «Piano, piano, si va lontano», ( Quien va lento, va lejos), decía mi abuela.
Mucho después apareció otro de esos refranes en italiano en mi vida, mucho más contundente:
«Chi va piano va sano e va lontano, chi va forte va incontro alla morte»»
(El que va despacio va sano y llega lejos, el que va fuerte va hacia la muerte”)
Y sí, de ahí la prisa.
En la avenida la Navidad estaba instalada, con sus estrellas, sus velas, su gran anuncio de «Feliz Navidad».
*

*
Corramos, corramos que de repente llegamos a esas aspiraciones que reinan en nuestras cabezas como ilusiones implantadas, en esa búsqueda de ser alguien o de cumplir con todos los preceptos en ella instalados, «no alcanza el tiempo», decimos, «¿para qué?», «¿para llegar a dónde?».
Eso sí corramos, compremos, llega la hora de los regalos, no los dejen para el final, comiencen ahora, para eso se los recordamos, se trata de consumir no de festejar la fecha de ese advenimiento en un establo solo rodeado de bueyes y animalitos en la total humildad, eso es secundario, solo un pretexto nada más.
Seguí mi camino al centro, paso a paso, lento, sin apuros, igual nada me alargaría un instante más en esta vida.
Al llegar a la plaza, me fascino la imagen, por un lado se alzaban las guirnaldas de todos los colores, esas que marcaban que la Revolución estaba llegando, el armado para festejarla y en el mismo instante, la Navidad adelantada.
*

*
Me dio mucha risa, el ver la escena, como dos acciones se mancomunaban, como de un lado y del otro los trabajadores se apuraban, como si estuvieran en una competencia.
-¡Vaya locura!- le dije a mi misma que se había asomado.
-«C’est la vie«- me contesta con gran entereza, ahora que le ha dado por afrancesarse, haciéndose eco de esa Revolución que llegaba para destronarlos a todos los porfidistas, ( la dictadura de aquel momento, en el 1910, donde lo francés se veía como lo máximo, por la burguesía) que se engalanaban, creyéndose de la gran elite y sin embargo, no querían ver que los desarrapados se estaban levantando, pues ya hartos de tanta miseria y que en última no perdían nada con hacerlo.
Una gran carcajada para adentro me nació, toda la razón, que otra cosa quedaba que la resignación, reconocer los hechos, en vez de combatirlos, pasear por ellos si se atraviesan en nuestro camino y mirarlos, no juzgarlos, ¿para qué?, ¿qué nos aportaría?.
Así seguimos nuestro camino, lento, bien lento, la prisa no llegaba, como si solo estuviéramos de visita por la gran ciudad y esa vida, donde era imperioso apurarse para llegar más rápido a ningún lugar, como si el mensaje que nos dejara fuera:
-«Corramos, corramos que la vida se nos va.»- tal vez, así la podemos alcanzar, una gran paradoja para mi lógica interior.
MÉXICO
NOVIEMBRE 2023
***
https://bloguers.net/votar/blogdethemis
TEHUACÁN: MUSICA CÁLIDA EN EL CAOS
***
Te invito a visitar mi página de face
Y TAMBIÉN EL BLOG
puedes encontrar otras entradas que te interesen.

GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!

Todo tiempo es propicio para ordeñar la billetera del vecino. Creo que es el anuncio que hacen las luces. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Sin lugar a dudas, jajajajajajaj, así es para que los incautos caigan y se dejen ordeñar. Abrazo grande
Me gustaLe gusta a 1 persona
Las ciudades se han vuelto hormigueros para ver las luces, y la luz interior está apagada, es el resultado de la prisa, de la aceleración de los acontecimientos,
de la publicidad y la vanidad y la competencia a ver qué calle o qué casa, o qué pueblo está mejor adornado. En realidad la Navidad interior a poca gente le interesa. Me ha gustado mucho tu narración y tu vivencia. Que el Niño de Belén vuelva a lo más sencillo que podamos vivir y compartir esa luz. Te mando mi abrazo y cariño.
Me gustaLe gusta a 2 personas
De acuerdo contigo Julie en todo lo que dices, ese renovar la esperanza de espíritu no está de acuerdo con la época, Santa Claus con los regalos y sus todos sus adornos son los espejitos que se venden para afuera.
La sencillez, la simpleza, eso ya no se conoce en el sentir, de la paz que otorga al vivir. Gracias por tus palabras y un abrazo cálido y con mucha luz
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ya hace tiempo que por aquí veo mezclados en las tiendas los adornos de Halloween con los de la Navidad.
Las luces se instalan como un mes antes, todo pensado para incitar al consumo.
Es un mundo muy tonto este.
Abrazo grande para ti, Themis.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Tamaño destiempo calendárico se vive, han pasado de no dejar un respiro entre festejo y festejo, para pasar ahora a todos juntos, forma más fácil por el sobre estímulo y esa ansiedad de la población por el consumo, para vender sin que siquiera se piense, creando necesidades. Abrumador mundo el de las ciudades por lo que veo. Abrazo grande Eva y siempre es un gusto saber de tí y más tenerte visitándome, gracias por ello
Me gustaLe gusta a 1 persona