LA CAPITAL DEL IMPERIO: MÉXICO

La entrada que publiqué hace unos días, es la que seguiría a esta, ya que es como una historia o una crónica lo que estoy escribiendo sobre lo vivido en este viaje a la Capital del Imperio y todos los avatares con los que me encontré, de toda suerte y tamaño, por eso hoy va esta intermedia para lograr la secuencia. Perdón por el descuido y gracias.

LA PRIMERA SALIDA

Había llegado, cruzado la ciudad para ir a donde me hospedaría, no daba crédito de ver tanto verde, por todas partes bullía, los árboles parecía que habían tomado su espacio y se disponían a crecer con su follaje hacia el cielo. Esas pequeñas vacaciones que les había otorgado la Vida para su renacimiento, les había caído de maravilla, cuando a todos los «parásitos» nos había enclaustrado un tiempo, para que el remanso volviera, tal vez para conocerlo y ojalá despertar, no olvidar lo sucedido y disponerse a enfrentar los nuevos acontecimientos con otra perspectiva, más sana, menos contaminante y descubrir el aire puro, ese que sin lugar a dudas en la ciudad no había y las nuevas generaciones en su mayoría desconocían y solo por las «pantallitas» sabían que había existido.

La respiración se me dificultaba, era difícil que el aire entrara y si lo hacía parecía que una masa pegajosa cayera y se adueñara de los pulmones y de todo el sistema, también había que tener en cuenta la altura, pues es otro factor, sin embargo, a ella se ajusta teniendo unos días de reposo.

Me tomé solo un día de descanso, pues venía el Grito de Independencia esa fecha tan importante para todos los mexicanos y que la festejan a lo grande y no era bueno dejar los trámites que iba a hacer para el último momento pues se acercaba el fin de semana largo y todo se adormecería.

Allá me fui al Centro, como siempre caminando rumbo al Metro, es el sistema que mejor conozco, pues el Metrobús no es de la época que vivía por estos lares y no estaba para explorarlo, tal vez en otro momento.

Seguía mirando todo lo verde que estaban las calles, cuando de repente frente a mí se apareció ese pequeño túnel de vegetación, unas hermosas flores moradas señalaban su entrada, estaban hermosas junto a una serie de alados que revoloteaban entre ellas, increíbles verlas, sentir esa vida que trasmitían.

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Me metí por el pasaje, no pude dejar de hacerlo, de recorrerlo, solo lamenté por un instante el que no hubiera una banca para sentarme a aprovechar el espacio para respirar, sentirme rodeada de ese frescor y reponerme un poco de la caminata. Me detuve para probar si sentía un aire menos gelatinoso entrando por las vías respiratorias, intento fallido.

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Continué mi camino, había que llegar al metro, me sentía como primeriza en él, como  si todo fuera nuevo y no alcanzara a comprender para donde debía ir. En ese caso, lo mejor es preguntar, enseguida me enviaron por un camino para hacer el trasbordo, no lo conocía no era el que hacía siempre, era nuevo para mí, me detuve a confirmar con un vendedor si por ahí llegaba a mi destino y me dijo que sí. Siempre es bueno el hacerlo pues hay quien contesta cualquier cosa por el apuro que llevan y no la piensan.

Pasillos largos, mucho más obscuros, así lo sentía, con mucha más cantidad de personas que circulaban, hasta que llegué a una parte llena de murales en sus paredes, donde no podía faltar, la Virgen Morena con Juan Diego, la representación de la Pelona, y el binomio de Pancho Villa y Zapata cuando se sentaron juntos y otra cantidad de simbolismos que muestran a México.

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Llegué a los andenes donde espere haciendo fila la llegada del vagón, subí y enseguida me dieron el asiento, me sorprendía la amabilidad de los jóvenes, lo mismo me había sucedido en Puebla.

¡Al fin!, la estación Bellas Artes y me bajé, para salir a la Alameda Central, ese gran parque del Centro Histórico de la Ciudad de México, el más antiguo del país y de América, creado por el año 1592 poco después de la invasión de Tenochtitlán.

Lo crearon los españoles para esparcimiento y recreación de la clase alta, quienes llegaban en carrozas tiradas por caballos y estaba rodeado de una cerca para que no fuera invadida por alguien que no perteneciera a la elite, del otro lado quedaban los caballos, los huaraches o cacles, como se les llamaba a los zapatos utilizados por los habitantes autóctonos, los cuales por lógica no pertenecían a esas «castas distinguidas» y la terracería.

Fuentes y más fuentes se hacían cargo, los chorritos que se «hacían grandotes y se hacían chiquitos», brincoteaban en ellas, iba mirándolos, entre esa arboledas que daban una sombra sabrosa para el calor que ya hacía, a pesar de ser temprano.

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México se vestía de fiesta, llegaba el Grito, sus colores el verde, el blanco y el rojo por todos lados estaban representados, el organillero típico personaje de la Ciudad que deleita con su música no podía dejar de vestirse para la ocasión.

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Unas turistas que aprovechaban las banderas desplegadas para ponerse unos bigotes y retratarse al mejor estilo revolucionarias, o los carritos llenos de chucherías para celebrar y vestirse para la ocasión.

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Iba a donde iba, no me detenía demasiado, entre el cansancio que sentía que me hacía por momentos parar, me sentaba en todos los lugarcitos que podía, por lo menos unos momentos, llegué al gran edificio donde también era una zona para el resguardo con sus jardines, entre el verde muchos hacían tiempo antes de proseguir su camino.

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Llegué para que me dijeran que allí no era, que diera toda la vuelta en esas cuadras interminables y llegara al otro lado de la manzana.

A seguir caminando y ver con qué me encontraba, surgió el barrio chino, del otro lado, con su entrada, vestido con sus típicos farolitos, linda la vista, ya ni me acordaba que él existía y menos aún que iba a terminar entre sus tiendas y restaurantes, me distraje unos momentos, mirando, curioseando.

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Hasta que una voz dentro salió con esa frase tan mexicana:

-«A lo que te truje, Chencha»

Me hizo reaccionar y allá llegué a hacer una fila para que me dieran toda una explicación de los motivos por los cuales necesitaba operar de otra forma ya que se había cambiado el sistema y no era presencial el asunto.

¡¡¡Viva México!!!, el cual siempre guarda sorpresas surrealistas.

Ni modo, así es la vida, con una gran risa, como dice la canción «es preferible reír que llorar», entrando de lleno en la resiliencia, me encaminé al Palacio Iturbide, donde me habían aconsejado ver una exposición «Biombos y castas», hacía siglos que no iba a una, había que aprovechar para «culturizarme», más allá que los espacios cerrados no me entusiasman demasiado.

MÉXICO

SEPTIEMBRE 2023

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LA CAPITAL DEL IMPERIO: KAFKA EN EL CENTRO HISTÓRICO

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RINCONES URBANOS: LA CALLE REGINA, CIUDAD DE MÉXICO

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12 comentarios en “LA CAPITAL DEL IMPERIO: MÉXICO

  1. Hola Themis, siempre hay sorpresas cuando visitas Ciudad de México. Lo bueno fue que a pesar de no poder hacer tu diligencia de forma presencial, al menos te paseaste por esa ciudad surrealista, encantadora y terrible al mismo tiempo. Saludos.

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  2. Varias sonrisas me has sacado. Me encantó lo del chorrito que se hacía grandote y se hacía chiquito, la frase que te salió de muy adentro «a lo que te truje Chencha» jajaja…
    No puedes dejar esos breviarios de cultura, la Alameda no puede ser mencionada por Themis (ni nada) sin parte de su historia.
    Sentí que me faltaba el aire! Qué duro, y así vivimos acá.
    Sin embargo, te das el lujo de sacarle lo hermoso a tu paseo aunque haya sido burocrático: fotos hermosas y coloridas, plantas.
    Nuevamente, otro paseo vivido.
    Te sentabas en dónde podías, así podías continuar con el cometido.
    Espero con gusto las partes que falten, y ni pensar si vienes para Día de Muertos.
    Una aventura más! Y yo te mando un fuerte abrazo 🌹 y te doy las gracias.

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    1. El aire falta en esa gran ciudad, como en muchas otras pero ella se gana el primer premio en su falta de calidad.
      Tal vez, Muertos me agarre por aquellos rumbos, espero que así sea, pues quisiera vivir un poco la forma de celebrarlo que tienen.
      Gracias Maty, abrazo bien grandote

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  3. Hola, Themis, «a lo que te truje, Chencha», traduce, por fi, jeje, me puedo hacer una idea, más o menos, de lo que significa, pero me ha llamado la atención. Qué bonitas letras, paisajes y desarrollo de tu viaje, seguiremos leyendo la crónica.
    Un abrazo. 🙂

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    1. Hola Alguien, «a lo que traje, Crescencia», es lo que quiere decir, cuentan que en la época del Porfiriato había un matrimonio que trabajaban en el campo. Ella se llamaba Crescencia y en un momento se distrajo y el le dijo esa frase y ya quedó como parte del lenguaje de los mexicanos.
      Me alegro mucho que sigas la crónica, pues aún no acaba, abrazo grande

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  4. Un paseo por la gran ciudad siempre es interesante y tal como lo describes
    te sigo. Gracias Themis, por darnos a conocer tus sensaciones en cada momento
    de ese viaje donde, además de papeles, hay flores, verdes parques y exposiciones…
    Un placer seguirte. Mi abrazo y feliz semana.,

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