RUMBO A PUEBLA: LA PARTIDA

ENTRE VUELTAS

Después de mucho tiempo de haber estado dando vueltas y que surgían diferentes situaciones que no permitían que se partiera, primero la pandemia, luego que siempre no se iba a necesitar el papel por el cual tenía que moverme de mi zona de confort e ir a ver si lograba algo por esos lares o eran puros cuentos, al rato Don Goyo que andaba largando cenizas y fumarolas para todos lados, que amagaba con empezar a sacudir la tierra, y lanzar ese gran llanto incandescente para abajo de la montaña, no era prudente ir camino a sus tierras, llegó el gran día había que salir ya no había vuelta atrás.

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EL VOLCÁN POPOCATEPELT, DON GOYO Y SU FUMAROLA, foto tomada de internet

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Había perdido la costumbre después de tantos años sin alejarme de los lugares conocidos donde siempre era dar vueltas sobre lo mismo y eso hacía que la falsa seguridad y la confianza estuvieran presente en cada movimiento, ya que si hay algo que nos sucede con el correr de los años, es que ya no se es tan osado o tal vez, inconsciente como en los tiempos anteriores.

Partí a dar el paso que me abriría a la autopista de nuevo, mis emociones estaban encontradas por un lado me daba el entusiasmo de ir a un territorio «desconocido» y ver cómo me manejaba en él, por otro el miedo que se hacía presente y que de vez en vez salía con alguna que otra pregunta o vacilación que hacía que me regresara a esos momentos donde la autonomía se debatía con la duda.

Allá lejos en el principio de los primeros pasos, cuando parados sobre los dos pies se comenzaba a realizar las primeras acciones y el mundo externo muchas veces ponía obstáculos a esas iniciativas que nacían por no verlas acordes a las posibilidades que se tenían, las cuales iban creando introyectos y miedos que permanecerían a lo largo de la vida, más allá que se luchara con ellos y algunas veces pensáramos que habían sido superados, tal vez en alguna parte sin embargo, no en toda su magnitud, por eso afloraban a lo largo de la vida y había que regresar a tomar consciencia de ellos, para con otra actitud dar el brinquito y eludirlos. Más allá que muchas veces el entorno se encarga de mostrarnos que ya no se está para muchos trotes.

El miedo, a esta altura se ha vuelto un compañero de camino, si es que lo domesticamos e hicimos un acuerdo con él, si no otra cosa mariposa, es lo que se encuentra. Ese que alerta y pide cuidado frente a los diferentes peligros y descuidos, cosa que le agradecía y ya cada día lo iba entendiendo más, no había lucha sino reconocimiento.

Allá salí rumbo a la capital del Estado, a la Heroica Puebla, a Puebla de los Ángeles o Angelópolis como se le conoce, una de las ciudades más pobladas y más hermosas de este gran México.

Tomamos el camino de las montañas con sus cactus columnares que por miles se extienden por muchas hectáreas y le dan este sentido tan peculiar a esta región, única en el mundo, hasta llegar como siempre a Tehuacán e ir camino a la Terminal de Autobuses.

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Me senté tranquilamente a esperar que llegara el momento de zarpar, al rato de estar ahí en una «tranquis», respirando conscientemente, se escucha el llamado para abordar, voy andando por el andén hasta llegar a ese autobús que espera, como siempre el primer asiento es el que me aguarda, para ir viendo la carretera cuando se vaya abriendo frente a mis ojos .

Vamos rumbo a la salida pasamos por ese mural que indica que ya partimos, que otro destino nos espera.

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La televisión va mostrando todos los cuidados que hay que tener para viajar cómodo y seguro, abrochar los cinturones, las salidas de emergencia donde se encuentran, los diferentes servicios que ofrece la compañía y destinos. Hacía tanto que no lo escuchaba ni viajaba con asientos así de cómodos, que todo parecía una nueva experiencia.

Comienza la película, también es de un viaje, que tiene que realizar una familia judía en la Alemania nazi para escapar de la persecución, basada en una historia real, donde tienen que separarse para poder lograr más posibilidades y a lo largo del periplo son ayudados por almas generosas que se arriesgan a pesar del peligro pues, no pueden ver a otro semejante padecer tal infamia.

Se centra básicamente en los dos pequeños de la familia que salen apoyados por un párroco y comienzan con su largo peregrinaje en busca de poder volverse a reunir con toda su familia en un lugar seguro para ellos.

Al final lo logran, todos juntos llegan a un final feliz, sin embargo, no todos contaron con la misma suerte. En el último tramo del camino en un pueblo que había sido liberado, uno de los colaboradores de los nazis que los ayudó a esconderse, les dio casa y comida, fue apresado por la gente, más allá que el pequeño fue a hablar con todos ellos y a pedirle por él y la familia, no fue escuchado y a golpes y malos tratos se lo llevaron.

Iniciaba el viaje, la autopista marcaba sus líneas de carriles, el valle se abría y a lo lejos estaban las montañas, el paisaje había cambiado, en eso el conductor baja una cortina negra para evitar que el sol lo ciegue y solo me quedo con un pequeño pedacito por donde la puedo ver. Algo frustrante e inesperado fue lo que ocurrió, aunque parecía que se estaba viendo a través de el pequeño ojo de una cerradura. Ni modo eso era lo que había, a disfrutarlo igual.

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Los viajes por carretera tranquilizan, llevan a una especie de letargo, ¡claro! si no se va conduciendo, ver pasar el paisaje en un continuo, lo que fue, ya no es, se vuelve otra cosa, como en la vida, todo transita sin detenerse y no podemos retener el pasado o adelantar el futuro, se va contemplando paso a paso lo que sucede, con un ritmo y una velocidad instaurados por los acontecimientos.

Me llama la atención las planicies, pues vengo de carreteras onduladas, donde el serpentear es la mayor parte del trayecto, aquí deja las curvas para volverse recta, la serpiente se va perdiendo, más allá que vamos camino a esa ciudad que en la época prehispánica se la conocía como el lugar en donde cambiaban la piel, algo que luego también contaré.

Gran parte de los terrenos están plantados de diferentes hortalizas y de una planta que ya brotó, creciendo para florear en unos meses, preparándonos para el acontecimiento que va a llegar, es el cempasúchil, que será parte del altar para esas ánimas que vendrán a visitarnos el Día de los Difuntos, que con sus pétalos de esa amarillo dorado viejo o naranja y su aroma, se les irá señalando el camino para que no se pierdan y lleguen a festejar con todos los que las aguardan.

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No es largo el tramo que hay que recorrer, unas horas para llegar, así cuando menos se espera, sorprende la gran ciudad con sus edificios altos, con sus iglesias, con sus construcciones coloniales, con su movimiento, con el tránsito que la invade, con la gente, con sus pasos a desnivel, algo que hacía tanto que no veía que ya la memoria lo tenía olvidado.

A diferencia de otras veces no me molesta el ajetreo, esa música que crea cuando su banda sonora se pone a ejecutar ese sonido característico de ella, cada ciudad los tiene, unas disarmónicas, otras con una armonía muy peculiar, como la que le sentí a ella, que rompía con mi recuerdo de hace más de 18 años, cuando me había corrido por haber sido demasiado díscola en su manifestación.

La Heroica Puebla de Zaragoza, la Ciudad de los Ángeles, Angelópolis, se fue abriendo a nuestro paso, llena de títulos y nombramientos, esas historias la dejo para contarla más adelante, en otra entrada.

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Íbamos entrando, el viaje estaba llegando a su fin, me sorprendió su tamaño, hacia muchisísimos años que no la visitaba, recordaba su Centro Histórico con  arquitectura colonial española, francesa y barroca, por lo que es considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, también el ruido infernal que tenía en aquel momento, el embotellamiento del tránsito, los sonidos de los cláxones vociferando con estruendo, la marabunta de personas, que no permitían disfrutarlo a plenitud.

Ahora había que volverlo a re-descubrir, llegar a esa magia que está encerrada en ella sin tener ninguna expectativa, sonriendo al reencuentro y a lo que es.  

CONTINUARÁ…

MÉXICO

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10 comentarios en “RUMBO A PUEBLA: LA PARTIDA

  1. Hay que enfrentarse a la gran ciudad, algo que me sorprende, que esté catalogada como Patrimonio de la Humanidad, acostumbrado a encontrar el arte en lugares pequeños y cuidados, aguardo a ver lo que nos muestras en esta ocasión. Un abrazo.

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    1. Hola Carlos, está muy bien cuidado ese Centro Histórico que se mantiene, es muy bonito, muy arbolado, claro para lo que suelen ser las ciudades en México, que fue algo que llamó mi atención. Te mando un abrazo grande y ya verás lo que voy a ir publicando

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  2. Merche tiene razón, me encanta cómo y lo bien que narras tu viaje a Puebla. Me hiciste recordar mis viajes a este lugar, la gente, las calles, la Catedral, los museos, la cerámica, la comida, los alrededores, el volcán… tantas vivencias poblanas… Gracias, Themis. Seguiré leyendo tu viaje y deseo que todo te vaya bonito allá. Mi abrazo fuerte.

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      1. ¡Hola Themis! Nuevamente se me hace palpable la humanidad que muestras aquí, tu esencia de ser humano al mencionar los miedos y esas cosas. Por lo demás, tus descripciones son aquellas a las que nos has acostumbrado.
        Me impresiona tu fuerza para tantos paseos. La avidez es del alma, a qué sí!

        Un gran abrazo! 🌹

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      2. Gracias Maty, me gustan tus palabras pues me muestran cosas que no siempre veo o percibo. Eso que llamas «paseo», es una forma de moverme en el mundo para que los años no me agarren desprevenida y me entumezcan antes de tiempo. De acuerdo contigo esa alma que uno crea tiene mucho que ver. Abrazo super grande y de nuevo gracias

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  3. Hola Themis, gran narración de tu viaje. Dices que te gustan los viajes en carretera, cuando no se conduce. Yo, si no conduzco, me duermo a los 0’2 segundos, del sopor que me entra, y si conduzco, voy centrada en la carretera y no veo casi nada a mi alrededor. Me gusta conducir, pero no el viaje en sí, me cansa.
    Me gusta leerte por el cariño que destilan tus palabras, muy buena narración.
    Un abrazo. 😊

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    1. Hola Merche, la carretera me da calma, no me duermo con facilidad, también provoca el sueño por la relajación, así lo veo, a que te lleva, es como un desprenderte. El viaje en si mismo es cansador, pues conlleva a entrar en otra frecuencia. Gracias por lo que dices de mi forma de narrar y no me había fijado en eso del cariño, te mando un abrazo bien grande

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