«Crucificar la vieja vida
y renacer a la nueva«
Después de caminar durante muy buen rato, saber por cuánto es difícil, pues cuando se empieza a subir el cerro, sea cual sea, el único enfoque que se tiene es cuidar los pasos, ir metiéndose cada vez más en el entorno, ir atento, respirar y acompasar el ritmo a ese aire que entra y sale, cosa que no se desgasten energías de forma innecesarias ni se pierda la fuerza.
Hay momentos que ese andar se vuelve hipnótico, el tiempo no cuenta, no hay pendientes en la mente, solo hundirse en ese vacío, fundirse con él, y seguir adelante.
El calor abrasaba, no había sombra que se pudiera encontrar por ninguna parte, era el mediodía, el sol en su cenit se encargaba que esto sucediera, la tierra caliente desprendía un suave ardor, que rodeaba al cuerpo como si un horno a la intemperie lo encerrara.
Llegamos, ya se habían empezado a juntar los congregados, la cocina estaba en todo su apogeo, preparándose en ella en pequeños fogones, los tamalitos de frijol, el arroz rojo y el mole de chivo.
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Maguito, quien me había invitado a compartir con todos ellos, ahí estaba cuidando los tamalitos, desde muy temprano había llegado a prepararlos junto a otras mujeres, para que todo estuviera listo para ese instante y habían logrado cubrir a tiempo todo lo que significaba organizar ese evento, tan importante para los que desde hacia mucho años venían acompañando la ceremonia .
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Abajo de unos arbolitos de esos que ni hojas tienen, sin embargo las ramas dan la impresión que guardan un poco de sombra, además sirven para que en ellos se prendan alguna tela o pequeña lona que subieron los invitados y los asientos de piedras aguardan para sentarse en ellos y si no para atenuar los rayos quemantes están las sombrillas, que la mayor parte han llevado para guarecerse.
Al toldo de la cocina se estaba acercando la mesa que iba a oficiar de altar. En un inicio se había puesto cerca de la cruz, para que el padre celebrara la misa, sin embargo, no era prudente el hacerlo bajo el sol y el otro toldo quién sabe qué había pasado con él, no había llegado.
Muchas cosas no se habían acarreado, pues eso de subirlo todo, fue una labor difícil y al final el desierto estaba tan quemante, tragándose las pocas energías que se tenían, que ya dificultaba el traslado, por otro lado no eran imprescindibles.
Ahí en uno de esos minis toldos nos invitaron a compartir, allá fuimos, estaba puesto justo en frente de la Cruz, me senté en una piedra y me quedé observándola, se veía bella en su pequeña explanadita.
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De vez en vez abanicaba la brisa y los banderines ejecutaban su música de percusión y danzaban, mientras se esperaba que llegara el padre.
Otra escena que tenía frente, era la biznaga que quién sabe cómo había hecho para llegar a tener ese tamaño y estar sobre una piedra, esas maravillas que el desierto enseña, esa capacidad de revertir la adversidad, de no desfallecer, de no dejarse, de buscar la forma de adaptarse y seguir perdurando, de esa manera los seres que en el habitan se vuelven longevos.
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Además la acompañaba una bolsa y un palo de esos duros, resistente, era el bastón para apoyarse en esa cuesta para hacerla más simple y dar más seguridad.
Abajo muy pequeño, pequeñito se extendía el pueblo.
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Llega el padre, descansa durante unos momentos y se dispone a iniciar la misa, se comienzan a acercar para escuchar mejor y participar de esas palabras que tiene para ofrendar en este momentos a todos aquellos que allí se encuentran.
Comienza su sermón exhortando a no adorar la cruz, sino el poder trascender a ese misterio que hay detrás de ella, la cruz no deja de ser un símbolo nada más que nos acerca a una Sabiduría que nos supera muchas veces y a ese Amor verdadero que ahí se encuentra.
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Cita entonces cuando Moisés por orden de Jehová, crea la serpiente de bronce
«Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.
Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel. Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo.
Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre un asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre un asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.»
Sin embargo, el pueblo luego de este episodio se dedica a adorar a la serpiente hecha por Moisés y le quemaban incienso y se volvieron idólatras hasta que llegó Ezequías y la hizo pedazos.
Una cosa es venerar y la otra idolatrar, fácil es idolatrar cuando no se tiene fe verdadera.
«NO SEAN IDOLATRAS, NO ADOREN UN MADERO, SINO EL MISTERIO QUE HAY DETRÁS DE ÉL ES AL QUE HAY QUE LLEGAR Y COMPRENDER.»
La cruz no invita a la tristeza, al sufrimiento, habla más del amor que del dolor, nos habla de vida y muerte, pero también de resurrección y esperanza, encontrar la libertad al verse aprisionado es elevarse y fundirse con la inmensidad.
«Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.»
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La guitarra va acompañando la ceremonia y los cánticos que se expanden por las montañas, llevando por los aires ese soplo de vida que acompaña, ha llegado el momento de darnos un signo de paz entre los que allí estamos, es hora de comulgar, llega la oración final y las palabras: «podéis iros en paz».
Un ramillete de flores llega junto al padre que lo toma y se encamina a donde está la cruz, lo hunde en el agua bendita y la bendice.
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Luego viene el instante de cubrirla con el manto blanco.
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Con mucha compenetración uno de los niños que ha seguido la ceremonia desde el inicio, callado, taciturno, se queda observando lo que a su alrededor sucede como en una meditación que lo envuelve.
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Se da por terminado el evento, ahora es hora de comenzar el convivio, todos se van acercando a los fogones, para recibir los alimentos y…
CONTINUARÁ….
MÉXICO
MAYOR 18, 2023
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LA CRUZ DEL NATUCHO: EL ASCENSO (2)
LA CRUZ DEL NATUCHO: EMPRENDIENDO EL CAMINO (1)
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!


¡Qué bonito es viajar y transportarme a través de tus palabras! Gracias! Themis! Espero poder volver con más asiduidad. Un fuerte abrazo!
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Gracias José Manuel, me alegra que te guste esos viajes por el monte, toda una experiencia, trepar cerros. Abrazo grande
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Hola Themis, muy lindas y entrañables estas ceremonias que se dan en los pueblos, más allá del significado religioso, me encanta que las personas se junten y convivan. Apuesto a que la comida estuvo deliciosa. Saludos.
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Idolatrar a las imágenes de los santos o a la cruz semeja a lo del tonto que contempla el dedo mientras le señala el avance de una estrella fugaz. Hay que tener una gran fe para asistir a esa ceremonia en medio del calor abrasador. Un abrazo.
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Muy buena comparación Carlos,la de la idolatría sin lugar a dudas la fe es importante cosa que en México es fundamental para sus habitantes. A donde sea llegan movidos por ella. Abrazo grande
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Ese calor inmenso da fuerzas aunque agote… Puedo entenderlo. Una gran experiencia Themis. Importante para nuestros recuerdos y vivencias. Mi abrazo.
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Estoy siguiendo el día muy concentrada.. la verdad debe ser muy cansado con el calor y todo.. un abrazo
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Sí, es cansado y el calor agota, aunque es extraño en realidad, uno recarga fuerzas en el desierto, cuando está en estos eventos y se siente unido a una colectividad que ha permanecido en él sin desfallecer. Abrazo grande
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