CELEBRACIÓN EN LA INMENSIDAD: EL FESTEJO (3)

AL CAER DE LA NOCHE

En un instante dejamos ese sendero que teníamos al frente y tomamos otro mucho menos amplio donde los arbustos con sus espinas, si no se tenía cuidado y se pasaba muy cerca de ellos,  trataban de detenernos aferrándose con ellas a nuestras ropas, algo muy común que suceda en esta región cuando se abandona el terreno más despejado o se va desatento, que apliquen también, esa acupuntura natural que hace que enseguida se reaccione y se despierte.

Subimos un poco más y frente a los ojos se desplegó una explanada de una belleza que dejaba con la boca abierta, circular, como si un mándala se abriera a la visión, el centro lo formaba  la parte de tierra casi despoblada de plantas, algunas piedras no muy grandes estaban esparcidas, de ahí se iba desplegando como si fueran círculos concéntricos.

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Era fascinante el verlo, esos caprichos de la Naturaleza, esa escultura con la que se expresa donde podemos ser parte integrante de ella en su juego interactivo.

De esa planicie de tierra se iban conformando unos pequeños pliegues con sus surcos, dando la impresión de las circunvoluciones de un cerebro, donde muy tímidamente surgían algunos cactus.

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Para luego en un tercer plano, ese mar redondo de cactus columnares y candelabros, que se erguían majestuosos, observando a esos seres atrevidos que se habían vuelto parte de la estructura y se disponían a aposentarse en ella.

Esos cactus que transmiten y parecen decir, «confía en tí y en tu fuerza interior».

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Dicen que es una planta que se asemeja en muchas cosas al ser humano, que  rodea  su parte más interior de espinas para defenderse y resguardarse de no ser dañado y por otro, guarda en él las más dulces y bonitas de las flores, entonces, desde muy adentro cuando se siente en confianza y protegido, florece y las entrega.

Muy allá a lo lejos, cerrando la estructura circular, las montañas que se elevaban.

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Un suspiro nace, deja escapar esa emoción contenida, ese asombro de descubrir que más allá de que parecería que todo es lo mismo dentro de ese paisaje homogéneo, que para una visión descuidada y no compenetrada puede suponer algo aburrido y que el caminar horas para llegar a eso, es una pérdida de energías y tiempo, donde solo el silencio y lo solitario del entorno espera.

Sin embargo, un poquito más en lo profundo, dejando las apariencias, la magia se despliega suave, serena e invade al ser completo y lo llena del espíritu que la fusión con la fuente original inyecta.

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Sentarse a contemplar, a dejarse ir un rato por el embelesamiento, fundirse, plantarse muy dentro para comenzar a gozar de lleno el instante, preparar la mesa para iniciar ese festejo en las alturas, a la caída del Hermano Sol y la llegada de esa noche que en unos momentos más nos rodearía.

Atrás estaba la Hermana Luna, hermosa, mostrando cada vez más cómo se iba iluminando, mientras del otro lado ÉL cansado de recorrer el firmamento durante todo el día, se despedía.

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El mantel se extendió, se empezó a disponer la cena, unas deliciosas tostadas, que cada quien iría armando a su gusto con todos los elementos que se habían llevado, las tortillas crocantes en donde se le pondría una capa de frijolitos, luego la lechuga, el jitomate, el aguacate, el queso y por último esa salsita roja no muy picosa, sino exactamente en el sabor adecuado, para coronar y realzar  los ingredientes sin que perdieran ese gustillo natural.

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Así la primera tostada surgió, un gozo darle ese mordisco con mucha precaución para que no se desbaratara toda, cosa que suele ocurrir muy a menudo, típico de los antojitos mexicanos, que casi todos se comen con las manos, y muchas veces estas quedan impregnadas de sus componentes.

Un placer sin lugar a dudas, sin igual, más allá que dentro de lo «fino» no se podría catalogar como un acto «digno» de los buenos modales.

Comimos, saboreando cada una de ellas, acompañándolas de un delicioso café y para coronar el evento, el pastel, pequeño, pequeñito eso sí un deleite de remate para esa cena a la cual no se podía hacer otra cosa que agradecer a la Vida por haberla permitido y ofrecido.

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La noche comenzó a caer, poco a poco el horizonte se fue volviendo anaranjado obscuro, resaltado por las siluetas de las montañas que desaparecían.

Un planeta se desplegaba delante de nosotros, ¿quién sería?, Venus, Mercurio, Júpiter, Saturno, eso sí, Martes no era, no estaba rojo. 

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Se asomaba a saludarnos, a dar la bienvenida era el maestro de ceremonias quien abriría el evento cósmico.

El más callado de los momentos se instauró, contemplándolo a él y en eso, se empezaron a prender las lucecitas en el firmamento, unas aquí, otras allá, cada vez eran más e invitaban a dejarse ir, a soltar, a viajar entre las estrellas.

A lo lejos solo se sentía la voz de un ave, un búho, que con su ulular creaba un fondo sonoro rítmico, hipnótico, que iba acompasando ese regreso a uno mismo, a la serenidad del adentro mientras se flotaba en esa inmensidad bajo esa cúpula que cobijaba.

La noche se hizo obscura, era hora del regreso, de sumergirnos en ella,  de caminarla, ir perdiendo el miedo en cada paso, aprender a ver en esa falta de luz clara, pues ahí estaba ELLA con su rayo plateado aguardando para ser nuestra linterna.

Así como sombras andantes emprendimos el descenso…

MÉXICO

MAYO 2, 2023

***

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12 comentarios en “CELEBRACIÓN EN LA INMENSIDAD: EL FESTEJO (3)

    1. Hermosa experiencia, un gran disfrute, bien adentro en el desierto, después de caminar un muy buen trayecto. La luna con las estrellas es otro espectáculo que aguarda cuando se está lejos de las luz artificial. Abrazo grande y gracias

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  1. Themis, ya sé que estoy hipersensible y demasiado sentimental. Pero ahora me has sacado unas lágrimas de emoción, porque tú niña te comes la vida cachito a cachito y tú manera de describir cada detalle está llena de amor. Gracias otra vez Themis.

    Abrazo, abrazo y abrazo.

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    1. Hola Maty, gracias por lo que dices, es que el estar inmerso en esa inmensidad, en el medio de la naturaleza, rodeada de vida te lleva a vibrar y la belleza del entorno lleva al agradecimiento a esa fuerza superior que nos alimenta. Abrazo grande, bien grande

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  2. Hola Themis: «como sombras andantes emprendimos el descenso» qué bonita comparación. Un muy bonito texto acompañado de unas bellas imágenes, las cuales han provocado al primero, sin duda muy buena provocación en este caso.
    Un abrazo. 🙂

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    1. A medida que bajábamos la luna que era la única luz que tenía, no alumbraba en todas partes con su claridad lo que hacía que solo se viera las siluetas caminando como si fueran eso sombras que por momentos se confundían con el entorno obscuro que las rodeaba, una hermosísima imagen donde los rasgos no existían. Abrazo grande y gracias

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