EQUINOCCIO DE PRIMAVERA: LA LLEGADA A LA EXPLANADA (4)

EL RENACIMIENTO

Ya la Primavera había llegado un rato antes de que saliéramos. El camino nos iba envolviendo con esa brisa que soplaba de a ratos.

Habíamos recorrido esa vía serpenteante hasta llegar al cauce del río seco, de ahí a la subida por donde ascenderíamos a la explanada.

Un grupo de piedras grandes mostraban la entrada.

*

*

Allá fui, con mucho cuidado, mirando bien en donde pisar, las piedras eran enormes y redondeadas, eran «piedras boludazas».

En la mitad me detuve un momento a darme vuelta y mirar hacia arriba, ver la distancia que aun faltaba para llegar a tierra firme, para describirlo de alguna manera.

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*

La subida después de pasar las enormes piedras redondas se dificultaba, muchas piedrecillas sueltas de esas que apenas se les toca se deslavan, una mini pared que ponía un obstáculo y no podía con facilidad ser trepada.

Observar la manera para avanzar, sea sencilla o con dificultad, es prioridad, hay que encontrar la salida, cómo darle la vuelta al obstáculo, cómo poderlo sortear, dejar al miedo que a veces se asoma y nos da cuenta del peligro que nos puede acechar, solo aceptarle que nos de precaución, atención y nos permita evaluar sin interferir en la elección que necesitamos hacer. Poco a poco, se vuelve un informante, más que un paralizante.

Miré hacia atrás y me volví a encontrar con esa pared que tenía enfrente mucho más amplia, tenía un hermoso juego de luces, esos amarillos dorados que impactaban al verla.

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Logré eludir el inconveniente con la ayuda de una mano y pisando en el lugar adecuado para así poder subir la pierna y elevarme.

Unos pasos más y una explanadita surgió adelante, la visión del entorno era embriagante.

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Esa tierra que estaba en los pies, cuarteada, intacta como si llevara mucho tiempo sin que pisada humana la hubiera tocado, todo el lugar estaba igual, pequeños senderitos se dejaban ver, caminitos de animales no muy grandes, tal vez, chivas salvajes, coyotes y quién sabe que otros pasarían por ese lugar.

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Se buscó la posibilidad de cruzar para el otro lado, para llegar a la explanada que se pretendía, dimos vueltas por si algún sendero se aparecía. Acto imposible, el lugar por el que se podía estaba demasiado arriesgado no daba garantía que no se desmoronara.

Había que aceptar que hasta ahí se llegaba, ya la puesta de sol también estaba cercana y en cualquier momento la luz iba a empezar a mermar y se tenía que tener en cuenta que abajo en el cañón, la obscuridad llegaba antes y que a él había que tomarlo para el regreso .

Me fui acercando con mucho cuidado al pisar, para ver desde arriba a esa gran barranca, las biznagas, los cactus, todas las plantas que conforman ese ecosistema hechizante, que sin lugar a dudas parece venido de otra parte.

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Divisaba desde las alturas esa magnífica quebrada que se encontraba abajo, ese cauce del río por el cual veníamos caminando.

Ese sendero de piedras de todos los tamaños y paredes que nos habían circundado.

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Imbuida en ese silencio que ni el sonido de los pájaros lo perturbaban, no es la ausencia de sonido lo que se busca, sino a pesar de que esté, crear ese oasis de serenidad para recuperar el equilibrio interior y que nada lo altere.

Es en cierta forma ese poder que nace de adentro que todos tenemos, cuando  no estamos encadenados al pasado, atentos al presente y con miedo o incertidumbre en el futuro, ahí nos empieza a hablar esa magia de voz sin voz y podemos escucharlo.

Solo hay que detenerse, respirar profundo, acallar el pensamiento y en este caso volcarse a la contemplación.

Rodeada de la naturaleza árida y fecunda, con esa boca que se cernía ahí abajo, donde la belleza se desplegaba a sus anchas, sin tener miramientos para los ojos.

El cauce del río seco que rugirá con su estridente sonido al llenar los espacios vacíos, cuando lleguen las lluvias, en esa carrera loca que nada lo detiene, con esa fuerza que emana del agua.

Las montañas a lo lejos con ese color tierra luminoso, acariciadas por el Hermano Sol que ya se iba, sin embargo algo curioso, no marcó con un gran despliegue su salida o no lo vi.

*

*

Sentarse y disfrutar un café sabroso, para ese frío que allá arriba se empezaba a sentir, por esa brisa que suavemente rozaba, que creaba la necesidad de abrigarse.

Con él darle la bienvenida a la Primavera, brindar por ella.

*

*

Una segunda vuelta es lo que amerita para después emprender la bajada, antes que la noche se haga cargo de obscurecer sin reparos.

*

*

Agradecer esta jornada, esta posibilidad que la vida mandó, que pocos pueden gozar y darle el valor que tiene, un acto sencillo, simple, austero, eso sí, fue el café, uno de los más deliciosos tomados en este año.

Así con paso lento, fuimos bajando para desandar el camino, aun faltaba un tirón de más de una hora para encontrarnos con el pueblo, con las luces, con el ruido, con la entrada a la civilización, aunque no demasiado revolucionada en este contexto.

La noche fue punteando al cielo con pequeñas lucecitas, que con cada minuto se reproducían, hasta quedar atiborrado de ellas.

Desde la negrura de la quebrada se veían aún más, reflejadas en ese firmamento azul profundo.

Me descubrí caminando la noche, pudiendo ver en ella, ya no me provocaba temor, esa visión disminuida, como me había sucedido hace algunos años cuando la angustia se posesionó temiendo que la obscuridad llegara, otra historia, en otro cauce seco, que aquí lograba la superación.

Todo estaba obscuro como si se estuviera llegando a ese final de la envoltura, donde la ninfa ha completado su transformación, solo le falta salir de su capullo, desplegar sus alas, tomar el ímpetu necesario para volar y disfrutar a esa nueva vida que la aguardaba.

MÉXICO

MARZO 2023

***

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8 comentarios en “EQUINOCCIO DE PRIMAVERA: LA LLEGADA A LA EXPLANADA (4)

    1. Hola Ana, lo más probable, tienes que irte adaptando al ambiente, no queda de otra para poder andar por él sin muchos obstáculos. El paisaje es enigmático, no me canso de andar por él y sentirme en otro plano. Hermoso caminar el desierto. Gracias, abrazo grande

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    1. Así es Carlos, aquí las espinas están por todos lados, las hojas se han cambiado por ellas para de esa manera retener y aprovechar toda la poca agua que cae.
      El sol sin lugar a dudas va pintando todo aquello que está a su paso. Gracias, abrazo grande

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  1. Hola Themis, qué bonito todo lo que cuentas, con que gran cariño lo haces y el paisaje, como dices, casi venido de otro planeta. La foto con la tierra cuarteada me ha recordado el texto que publiqué ayer. Cuánta agua necesitamos por todo el planeta (agua dulce claro). Un abrazo. 🙂

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    1. Ya leí lo que publicaste y la verdad que así es, aquí también es por el clima, sin embargo también se sienten los efectos, el año pasado llovió muy poco, a cuentagotas.
      Necesitamos agua que también se controle pues luego llega con sus inundaciones. Gracias Merche, abrazo grande

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      1. ¡Lo he vivido increíblemente, más que en otras ocasiones!
        Las imágenes son realmente majestuosas. Sí, sí que es un privilegio estar allí y vivirlo a tope, con los cinco sentidos y aún más.
        Felicidades!
        Un gran abrazo…

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      2. Gracias Maty, hay que aprovechar y vivir en donde la vida nos pone, ser parte de esos espacios, siempre se encontraran posibilidades de descubrimiento, de asombro, de belleza. Abrazo bien grandote

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