DOMINGO DE RAMOS

SIN PALMAS «PERO CON FLORES VUELVO»

El calor había estado agobiante, se extrañaba no tener una hamaca de esas de las tierras yucatecas y también de las paraguayas para poder tirarse en ellas a reposar, hamacarse y refrescarse.

Era Domingo de Ramos, se me antojaba ir hasta el atrio de la Iglesia a ver si había alguien que estuviera vendiendo sus trabajos en palma, ya que es en este día cuando lo hacen. Ellas evocan el momento de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.

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EN ESTE LINK PODRÁS VER UNA REPRESENTACIÓN DE ESA LLEGADA DE JESÚS Y LAS PALMAS QUE SE LE PONEN DELANTE DE SU CAMINO

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En casi todas las iglesias se las bendice, ya sea a los trabajos en palmas o a su hoja o las ramas de otros árboles nativos que la representan, ya que simbolizan las hojas de ellas que la multitud esparció frente a Jesús, mientras él entraba en el borrico en Jerusalén.

Llevarlas a la casa luego de la bendición es tenerlo presente y recordarnos que siempre hay que recibirlo en el hogar.

Luego que termina la Semana Santa se sugiere que se lleven a la iglesia para que se quemen y se utilizarán como cenizas en el Miércoles de Ceniza, del siguiente año.

A la tarde cuando ya había bajado un poco el sol, salí a dar la vuelta, quería llegar a la Iglesia y además ir a fotografiar un quiote que imaginaba que ya había florecido, lo había visto cuando aún estaba creciendo.

Grande fue mi decepción, no había nada en el atrio, solo los restos de lo que había sido la representación de la llegada de Jesús. Había sido en la mañana y yo ni enterada.

Eso sí, gran fue mi sorpresa cuando vi a los árboles ancianos adornados con esa flor que quería encontrar.

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El quiote la flor del maguey, esa planta que solo florece una vez en su vida cuando ya está madura, después de muchos años de crecer y anuncia con ello que le sobrevendrá la muerte, es su despedida de su estar en este plano.

De ella sale el pulque, el tequila, el mezcal, además de ser comestible, sanadora y tener muchos atributos, sin lugar a dudas, fue un gran regalo de los dioses al ser humano en estas regiones tan hostiles.

Detrás de uno de ellos se veía la escenografía de palma que había servido para personificar aquellos tiempos bíblicos, la llegada del Mesías a celebrar las Pascuas judías y con ello cumplir con su destino.

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Crucé el camino de los Apósteles y seguí en busca de sorpresas  que la vida me tuviera preparadas, algo adentro mío me lo indicaba.

Al salir nada más, ahí me la encontré en ese cielo azul cerúleo que la reflejaba, sí, era ELLA, hermosa, tímida aún, esperando que la noche obscura llegara y la dejara resplandecer a sus anchas, mostrarse en todo su esplendor, surcar el cielo nocturno dueña absoluta de él y sentirse como pez en el agua.

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El calor seguía y no corría ni una gota de aire, caminaba lento, buscando la sombra.

Al llegar al quiote, la alegría se hizo grande, ¡estaba florecido! y como otro gran regalo ELLA se dejaba ver a su lado.

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Seguí caminando rumbo a la carretera, quién sabe los motivos que me llevaron a hacer eso, solo escuchaba esa señal que me guiaba sin ignorarla.

Al llegar me la volví a encontrar ahora detrás de un jacarandá, ese árbol maravilloso, de esas flores moradas que acompañan al sentir de este momento, esa tonalidad que se relaciona con la vestimenta de Jesús, a quien le pusieron una túnica de ese color para burlarse de él, «por ser el rey de los judíos”.

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Tal vez, ellos florecen en este instante y por todos lados van regando tiernas florecillas como forma de marcar que no está solo, que esa actitud de  «bulling» de milenios, tan característica del humano no ha sido olvidada, por el contrario día con día se va acrecentando.

Para donde mirara ELLA aparecía, en los lugares menos esperados, como si posara.

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Di la vuelta para el regreso, la brisa trajo como regalo un fresco inesperado, respiré profundo, llené mis pulmones, me detuve un instante para disfrutarlo y junto con ello un aroma dulce impregnó mis fosas nasales, me embriagué con ello y como quién iba siguiendo la huella de donde provenía, llegué hasta un arbolito lleno de azahares blancos, como estrellitas, más grandes que los normales y cargado de frutas rojas, a las cuales no conocía.

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Tomé un azahar del piso y comencé a inspirar en él, llenándome del aromaterapia que era capaz de trasmitir, cuando de repente escucho una voz:

-Ese no tiene tanta aroma, mejor es el que aquí está plantado

Me sorprendí, pues el árbol impedía que viera de donde venía esas palabras, me moví y allí vi en la ventana abierta una señora que me hablaba.

Salió y de un pequeño arbusto cortó una flor, me la entregó y nada más mientras ella la acercaba a mi mano me envolvió en un perfume penetrante, exquisito, que llenaba todo mi espacio vital.

Me sentí sumergida en ese deleite sanador, otro regalo que la vida me daba, otra florecita blanca y otra, y mi mano y mi ser se envolvían en esa fragancia y un movimiento hizo que se diera, el encuentro con las rosas.

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Hermosas, de un rojo escarlata sobrio.

-¿Quiere una?- me preguntó

-¡Sí!- le respondí- para mi altarcito, gracias

Dos de ellas coronaron mis manos junto con esa flor aromática y mi corazón contento con ese regalo que bajaba del cielo, como si fuera la ofrenda que mandaba.

Luego nos acercamos al árbol donde me contó que era un ciruelo manzano que su fruta se comía y me regaló tres de ellas, las cuales guardé en mi bolsillo.

Luego de una plática casual, de reconocernos, de encontrarnos, de presentarnos, de no ser más desconocidas, agradeciéndole su acto, seguí mi camino oliendo a las flores, llena de Primavera, de renacimiento, de final y de comienzo.

Al llegar a esa pared derruida, de ese muro que guarda la historia del pueblo, donde vive la ardilla ahí escondida, un clamor muy lastimero, de un pequeño alado me hizo buscarlo pues no lograba divisarlo y lo sentía muy cercano a  mí.

Casi no se le podía diferenciar de su entorno, había que buscarlo con calma para reconocerlo, como quien examina la imagen para encontrar el objeto perdido.

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Encuentra al pequeño alado escondido

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Ahí lo visualicé, camuflado entre ramas secas de su mismo color, pequeñito, dulce, anunciando que necesitaba ayuda o que tenía hambre o que se había quedado a mitad de un vuelo. Pedía por sus padres.

Me detuve un momento y le empecé a hablar, irrumpió su llamado y me quedó mirando, era hermoso verlo, una nueva vida que traía este renacimiento que se estaba gestando.

Con esa visión en mis ojos, sin palma, pero con flores y frutos llegaba a la casa.

Las puse en agua, enseguida las llevé frente al pequeño altarcito, prendí una veladora y le dije a Tonatzin“nuestra madrecita” Guadalupe.

-Mira, lo que te envían, siente el aroma- durante dos noches aromatizó la casa

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Así con todos esos regalos que había recibido y con el corazón lleno de regocijo, no había encontrado lo que buscaba, sino tal vez, recibía aquello que necesitaba, en forma simbólica era el amor a la vida renovada que había entrado en la casa.

Lo que trasciende a todos los momentos no es la repetición de acciones heredadas, sino el saber encontrarlas en otros hechos y aprender a no esperar nada.

MÉXICO

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8 comentarios en “DOMINGO DE RAMOS

    1. Gracias Ana, así es bien dices, esas dádivas que a veces son pequeños detalles, pequeños encuentros que no siempre somos capaces de darle la magnitud que tienen, son los que nos hacen regresar a la vida, a su camino, y nos dan la fuerzas para seguir en ella. Un abrazo bien grande

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