EL DORADO QUE SE EXTIENDE

Los animalitos andan todos alborotados, cantan con otra voz, juguetean entre ellos, como si el mundo sonriera.

El otro día me encontré a un gorrioncillo, tire y tire de una ramita de la enredadera, allá en lo alto. Esa que ya no es la de antes, pues para protegerse le dio por empezar a subir hacia el techo en vez de extenderse por el suelo como lo hacía en los viejos tiempos.

La causa de esa decisión la desconozco, prefirió pelear espacio con el chayote y el maracuyá, que hubo que trasplantar, ese que vino de polizón en la rosa, la  que llegó al hospital, ya desahuciada la pobrecilla, con cara de decir «hasta acá llegué» y sin lugar a dudas así fue. No hubo nada que hacer, era paciente terminal. Aunque como regalo postrero, sorprendió con unas flores rosas, del mismo color que su nombre.

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Por más que se le hizo, regarla, buscarle el lugar más adecuado, ponerle composta, para ver si con vitaminas y energéticos revivía, sin embargo, vaya a saber que cuitas traía dentro de ella, por qué caminos había transitado, por más que se le hablara bonito, se le diera ánimo, se tratara de revivirla, ella seguía cada día hundiéndose más en sí misma.

Son esos casos en donde ni todo el aliento de vida que se le puede trasmitir, son suficientes, también estaba en su contra que había llegado el invierno y tal vez el cambio que se había hecho no había sido conveniente, como eso que les sucede a los ancianitos cuando se los muda del espacio donde siempre han vivido y a los pocos días o al poco tiempo emprenden ese viaje definitivo, a seguir navegando por el infinito y más si es tiempo de recogimiento.

En realidad no era de ella que les iba a hablar, sino de la Primavera que parece que ya está acá o que muy pero muy pronto llegará, tal vez adelantada, tal vez es un renacimiento anticipado, saber, ya no es importante esas cosas, por más costumbre que uno trae de toda la vida de pensar que todo será siempre igual, mas si hablamos del clima, de la naturaleza, sin darnos cuenta que ella también ha de adaptarse para su propia protección, sin importarle un rábano que es lo que tiene que hacer para lograrlo, así sea exterminar a todo aquello que se le ponga a su paso.

«Ahí te voy- dice- ahora sabrás si me puedes dominar, si eres más fuerte y más inteligente y dueño de todo lo que hay».

Ahora nos marca que los acontecimientos hay que tomarlos de acuerdo a cómo se presenten, sin darle «mucha bola» como se dice por acá, asombrarnos de las cosas hermosas que suceden, sin importar el clima que las genere, ni los momentos, disfrutar cuando si hay y si no mejor es no esperar. Aceptar y entrar de lleno a este «no tiempo».

Salí rumbo a Tehuacán a esa visita semanal que le hago y mi gran sorpresa llegó, los arbolitos amarillos, esos que llenan al pueblo y que desde kilómetros antes, anuncian que ya se está cerca de él, que están en todas sus inmediaciones, habían florecido.

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No se podía dejar de sonreír, de que el cuerpo frente a lo que veía y sentía también él se empezara a mover con sensación de renovación.

Esta Primavera, «viste que es un primor» como dice en sus versos Gabriela Mistral, sin embargo no viste como «en limonero y en naranjo en flor» ni tampoco, » lleva por sandalias unas anchas hojas, y por caravanas unas fucsias rojas.», sino lleva en el ella el color del sol.

¡Delicia de carretera!, donde todo se estaba vistiendo de esa tonalidad, para en la tarde cuando ya declina la luz y movida por la brisa que con ella juguetea,  mecerse con su vestido ambarino, como floreando la falda en una hermosa coreografía.

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Más allá, en el patio comenzó a surgir una flor amarilla, pequeñita como una estrellita, que parece de melón y me llevó a pensar, que aquí el desierto se viste de amarillo en el mes de la muerte, pero parece que también lo hace así en el renacimiento, será acaso, ¿que ambos momentos se emparentan?.

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Lo más hermoso que sucedió, fue el otro día al salir al patio ver dos mariposas naranjas que se correteaban, iban y venían por el aire como haciendo  acrobacias, muy sincronizadas, en esa actitud de flirteo, de coqueteo.

Se detenían en el papayero, que dicho sea de paso, ya se está secando, sin embargo, no deja de regalar sus sabrosos frutos naranjas.

Al instante, después de un breve descanso, siguieron en las andanzas, hasta que al final juntas se posaron en donde estaba la «difuntita» rosa, pues la tierra venía abonada de muchas semillas, entre ellas jitomates, donde uno de ellos con mucha fuerza está desarrollándose, también  maracuyás, y algunos  papayeros. 

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Eso sí, quién sabe qué sucederá, pues el espacio es demasiado limitado  para que convivan todos, salvo que se vuelvan bonsai, habrá que ver que se va a hacer, ya que el maracuyá necesita un espacio bien grande para crecer y el papayero igual.

Un maracuyá se me haría extraordinario pues su flor es hermosa, una belleza de la geometría sagrada, a las que desde niña pequeña admiraba y me asombraba la forma que tenía, claro no era en el maracuyá sino en otro pariente el mburucuyá, que nace en el sur de esta América que sorprende.

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Foto tomada de internet

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La Primavera, la Primavera ya se avecina, ya está casi dando vuelta a la esquina, y así me la encontré girando en ella, frente a mí se presentó uno de esos hermosos arbolitos amarillos que llenan el pueblo y me empujaba la brisa que al llegar al otro extremo del camino, hacía danzar en una baile frenético todo el papel picado de la fiesta del Santo Patrono del pueblo, mientras unos benteveos lanzaban sus trinos, esos pechos amarillos con antifaz de bandidos.

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Foto tomada de internet

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«Salid a encontrarla por esos caminos. ¡Va loca de soles y loca de trinos», así dice la poesía y sin lugar a dudas es muy cierta.

MÉXICO

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EL MBURUCUYÁ LA FLOR DE LA PASIÓN

EL CIELO AZUL

LA HORA DORADA

EN BUSCA DEL FRESCO (1)

EN BUSCA DEL FRESCO (2)

RESPUESTA

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