EN EL FIRMAMENTO
Cuando se le cuestionó a Einstein sobre sus creencias religiosas, este respondió:
“Creo en el Dios de Spinoza, que se revela en la armonía ordenada de lo que existe, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de los seres humanos”.
Baruch Spinoza, fue un filósofo de origen holandés, considerado como panteísta, convivió en la misma época que Descartes, los dos eran considerados racionalistas.
El panteísmo es una filosofía, que plantea a la totalidad del Universo como a un solo Dios, es a su vez una cosmovisión que afirma que el universo entero, la naturaleza y Dios son lo mismo.
Para Baruch, la esencia divina es infinita e imposible de imaginar por una mente como la del ser humano, por lo menos hasta el desarrollo que ha alcanzado hasta este momento, ya que es algo finito, así pensaba él.
Se puede decir que como veía él al mundo, así como la fe que él prodigaba se acercan en gran medida al panteísmo, es decir, la idea de que lo sagrado es toda la naturaleza en sí misma, casi se puede decir que «Todo es Dios».
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Siguió diciendo Einstein: «Tu pregunta es la más difícil del mundo. No es algo que pueda responder con un simple sí o no. No soy ateo. No sé si puedo definirme como un panteísta. El problema en cuestión es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. ¿Puedo contestar con una parábola? La mente humana, no importa que tan entrenada esté, no puede abarcar el universo. Estamos en la posición del niño pequeño que entra a una inmensa biblioteca con cientos de libros de diferentes lenguas. El niño sabe que alguien debe de haber escrito esos libros. No sabe cómo o quién. No entiende los idiomas en los que esos libros fueron escritos. El niño percibe un plan definido en el arreglo de los libros, un orden misterioso, el cual no comprende, solo sospecha. Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso la más grande y culta, en torno a Dios. Vemos un universo maravillosamente arreglado que obedece ciertas leyes, pero apenas entendemos esas leyes».
«Nuestras mentes limitadas no pueden aprender la fuerza misteriosa que mueve a las constelaciones. Me fascina el panteísmo de Spinoza porque él es el primer filósofo que trata al alma y al cuerpo como si fueran uno mismo, no dos cosas separadas».
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La noche estaba particularmente estrellada, como si el cielo se hubiera movido y una cantidad de pequeños puntos luminosos que semejaban agujeritos en ese inmenso lienzo negro, cubrían al infinito.
Me senté a contemplarlo, a dejar que esa gran inmensidad me fuera inundando de esa paz que solo se siente cuando se es capaz de fundirse y dejarse llevar por ella, unirse a esa espiritualidad que emana, que nos muestra que somos parte de ella y sin embargo, muchas veces no somos capaces de reconocernos como tales, nos gana otra concepción más materialista de la existencia.
¿Cómo negar viéndolo, ese pensamiento que tenía Spinoza?
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David Molineaux, en «Los humanos, la espiritualidad y la evolución cósmica», dice:
«Podríamos decir que la espiritualidad humana es escuchar y responder a los profundos anhelos que surgen desde el centro de nuestro ser, anhelos de búsqueda, de exploración, de crecimiento e interacción con nuestro entorno humano y natural. Pero a todos los niveles y en todos los seres hay sentires análogos: impulsos, por más mínimos que sean, que no se contentan con el status quo. Exploran sus posibilidades y buscan realizar su potencial. La evolución, tanto cósmica como biológica, es la expresión primordial de esta inquietud creativa, de una espiritualidad que es intrínseca en todos los aspectos del Universo.»
«La espiritualidad no es la contemplación de mundos etéreos alejados de las realidades terrenales: es entrar en una profunda comunión con la dimensión pre-humana de nuestro propio ser, el cual constituye un microcosmos, la expresión de la totalidad numinosa que es el Universo.»
Entrar en él, en ese «poder o potencia divina».
Como decía Rudolf Otto:
«La sensación puede llegar repentinamente como una suave marea que permea la mente con un ánimo tranquilo o de profunda adoración. Puede pasar hacia una actitud más estable y duradera del alma, continuando como un estremecimiento vibrante y resonante, hasta que finalmente se desvanece y el alma retoma su modo de experiencia cotidiana no-religiosa o profana… Tiene sus antecedentes y manifestaciones tempranas crudas y bárbaras, y luego puede de nuevo desarrollarse en algo bellísimo y puro y glorioso. Puede convertirse en la humildad silenciosa, temblorosa y muda de la criatura en presencia de -¿qué o quién? En la presencia de aquello que es un misterio inexpresable que está en lo alto más allá de las criaturas. «
Muchas veces lo que nos sucede como seres humanos es que rechazamos «Lo Numinoso», por unirlo a connotaciones religiosas, en el mundo profano en que vivimos, lo religioso es visto con desprecio a veces, porque lo ensamblamos a las instituciones que lo encarnan, con sus dogmas, con el querer controlar la mente como dijo Karl Mark: «la religión es el opio del pueblo”.
Por otra parte, también está el impedimento de entrar a él por todas nuestras creencias, introyectos que llevamos dentro, por pensar que necesitamos un enlace humano que nos haga de intérprete, que, sin que nos demos cuenta, todo ello, crea un cerco que nos impide volcarnos libremente a esa experiencia religiosa.
Sin embargo, ella es un enlace con algo que está más allá de nosotros, con algo más grande, una energía más poderosa, con un mandato que nos rebosa y a la vez nos cruza.
Esto puede ocurrirnos no solo con la religión o como una práctica dentro de un dogma o creencia, sino en un acto de amor, en el proceso creador como es el arte, en la contemplación de la naturaleza, de un cielo estrellado en una noche cálida, cuando se libera al pensamiento y a todos los preconceptos, preceptos y actitudes antagónicas y solo nos asombramos por lo que nuestro ser vislumbra y nos vamos liberando de viejas ataduras, estructura, pensamientos, un «otro» va apareciendo que con la boca abierta, los ojos enormes, poco a poco se va abriendo frente a nosotros y se deja llevar y se funde al misterio, donde la belleza y el entendimiento sin palabras del sentido del Todo, del Ser, del Universo, de la Vida y se siente que uno se puede morir en ese momento de la vibración tan fuerte que atraviesa a ese cuerpo material, sin embargo, es tan bello, sublime, sagrado que nada importa.
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Cada día la ciencia está entrando más en esos secretos y misterios de lo «numinoso», tal vez, cada día estemos más cerca de la concepción del «Dios» de Spinoza, al que se refería Einstein, el:
«…que se revela en la armonía ordenada de lo que existe…»
CONTINUARÁ…
MÉXICO
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Agradezco las fotos tomadas de internet
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Gracias Themis, quizás sea posible representar la infinitud del mundo en el interior de un pequeño templo y reproducir el movimiento eterno en las notas de un canto gregoriano inundando el silencio de unos muros milenarios. Un abrazo.
https://www.youtube.com/watch?v=2rbRS8KVgDw
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Gracias a tí Carlos por esa música, esos cantos que te transportan no importa en donde te encuentres y te cobijan en ese infinito….. un abrazo bien grande
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