CAMINO AL MONTE: LA RECOLECTA DEL CHAPARRO AMARGO (2)

Habíamos subido a la montaña,

a la farmacia, en busca del chaparro amargo, ese arbusto de grandes espinas, conocido también como Corona de Cristo o Hierba del Perro, que se encuentra en las zonas semidesérticas de México que entre otras cosas sirve para desparasitar.

Ya habíamos encontrado uno de ellos y se cortaron parte de sus ramas y seguimos remontando por esos caminos que cada vez fulguraban con más luces amarillas que el Hermano Sol en su despedida regaba por todas partes. Todo relumbraba.

El camino nos iba alejando del pueblo, una montaña se erguía señorial a lo lejos.

*

*

Hacía tanto tiempo que no subía que todo me parecía que era nuevo, me sorprendía, me deleitaba, me detenía por momentos a mirar lo que me rodeaba como si mis retinas se estuvieran reimpregnando de las luces y las formas para guardarlas y evocarlas más nítidamente en otro tiempo.

Uno de los árboles verdes junto con uno de los cactus columnar desplegaban ese color que los caracteriza bañado por los rayos dorados de aquel que se encuentra en su despedida.

*

*

Me daban una sorpresa los diferentes habitantes de esa zona semidesértica, todos lucían engalanados, era maravilloso verlos, maravilla de reencuentro, maravilla de volverme a sentir inmersa en ese infinito donde tantas presencias invitaban a interactuar, se abrían a compartir el momento y el espacio.

Un cactus columnar, con muchos agujeritos que sirve de soporte al vecindario que alberga a los pájaros, sobre todo al carpintero que muchas veces se le ve parado en la puerta de su casa, me dio la bienvenida, me quedé un rato parada frente a él mirándolo desde abajo, se veía bello, robusto, señorial como el guardián que custodia la entrada a este paraje y da aviso a los otros de las presencias que se acercan.

*

*

El reencuentro con ellos, el sentirme inmersa en ese mundo de centinelas, de antenas que se comunican con el Universo, que hacen de conexión  entre el Cielo y la Tierra, que llevan con ellos miles, millones de años perfeccionando su sistema de sobrevivencia, de adaptación, que hablan un lenguaje muy especial, el del entendimiento, era un instante para ser agradecido.

Seguí el camino, embelesada por volver a estar junto a ellos.

Otra planta de chaparro amargo se apareció cargadita de pequeños frutos rojos que le daban ese toque de desierto, donde en una atmósfera homogénea en donde los colores se confunden unos con otros, se camuflan, dando la extraña sensación que todo es lo mismo, de repente brincan esos puntos de tonalidades luminosas, que hacen ese detalle exclusivo, con el cual se vuelve un punto de enfoque que marca la diferencia, lo vuelve un atractivo para que los distintos pobladores se acerquen y con ello polinicen, dispersen las semillas.

*

*

Los rojos, los amarillos, los granates, los magentas, los morados inundan por temporadas el desierto y le dan ese toque de vida, en un espacio en donde se suele pensar que todo es yermo.

Un sendero de bajada, saliéndonos del camino principal, es el que hay que tomar para encontrar otro de los arbustos de grandes espinas, muchas piedrecillas hay en él.

Ya las lluvias nos han abandonado y ahora la tierra suelta vuelta polvo en la que se resbala, es la dueña absoluta del terreno, se tiene que ser muy cuidadoso, prestar mucha atención a dónde se pone el pie, más ahora que se ha perdido el entrenamiento.

Me paré un instante a retomar el paso, a equilibrarme y desde ese punto vi a lo lejos, adelante de cactus, entre ramas, unas pequeñas nubes coloreadas, otras pequeñas pinceladas en esa vastedad azul y gris.

*

*

En eso estaba cuando una voz me sorprendió

-¡Mira este cactus!

Dirigí mis ojos hacia donde me señalaban y ahí lo vi, a ese portento que muy erguido, orgulloso, desafiante crecía en una roca donde ni siquiera se veía un poco de tierra que lo sostuviera, era un infante de cactus.

Otra magia de estos lugares donde en cualquier parte se mantiene la existencia, mientras la semilla caiga y encuentre unos gramos de polvo, desplegara su sentido de estar en esta vida, no se amedrentará, le costara más tiempo, más esfuerzo, crecerá más lentamente que los otros, sin embargo no desfallecerá, seguirá la lucha por mostrarse a los cielos y cumplir su función.

*

*

Ya había empezado a obscurecer, más en ese lugar en que estábamos pues la montaña que teniamos frente tapaba todo vestigio del disco dorado que tras de ella se esfumaba.

Fui subiendo despacio, mirando bien donde apoyaba el pie, dejando que las piedrecillas sueltas si tenían que resbalar lo hicieran y prudentemente esperaba que eso sucediera.

Una piedra me aguardaba convidándome a sentarme en ella, como si hubiera sido dispuesta para ese fin, agradecí y acepté la invitación, frente a ese paisaje gris, donde los colores de la única nube que estaba en el cielo se habían diluido, el azul se perdía en el gris que lo envolvía y hacía lo mismo con ese paraje de piedras que tenía delante.

*

*

Como si algo me llamara a que nada me distrajera, el mundo se opacaba.

De repente, sentí a mi espalda como si algo me observara, giré mi cabeza y ahí en lo alto los encontré a todos ellos, custodiándome, que me decían de alguna manera que me dejara ir, que permitiera que me envolviera esa atmósfera que allí se respiraba.

*

*

El silencio no tenía eco, iba posesionándose de la mente que ya no revoloteaba en pensamientos inquietos e improcedentes, como si el sosiego se hubiera encargado de frenarlos.

Volví a dar vuelta mi cabeza ahí vi una imagen de otro tiempo, seres longevos con un conocimiento tan profundo como sus años de permanencia en la tierra.

No luche más me sumí en esa atemporalidad, fui dejándome llevar, que me limpiaran, que me instruyeran dentro de esa forma que ellos tienen de ser en este planeta.

Así estuve un rato largo, hasta que salí de ese ensueño pues ya era hora del regreso.

Empezamos a desandar montaña, mientras de nuevo el cielo fue mostrando su azul profundo, la nube a lo lejos se había apagado, no así los colores del atardecer que en un pequeño espacio sobre el horizonte estaban en su apogeo.

*

*

Hermosa despedida, suave, clara, límpida que resaltaba aún más el remanso que se había instalado dentro, en ese punto en donde se encuentra el observador de la vida, ese que también está conectado con el Universo.

MÉXICO

***

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10 comentarios en “CAMINO AL MONTE: LA RECOLECTA DEL CHAPARRO AMARGO (2)

  1. ¡Ay Themis! Lo he leído varias veces. No sé si queriendo que nada se me olvide, o deseando que el paseo no terminara. He sentido las piedrecillas, la majestuosidad de los cactus, la atemporalidad, la nube, ese cielo tan azul. Lo describes todo tan lindo y tan preciso! Otro deleite más que nos regalas y que tanto, tanto te agradezco Themis. Te mando un gran abrazo.

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    1. Un lugar muy hermoso para salir a perderse en él, de olvidarse de ese mundo en donde uno vive y adentrarse entre todas esas presencias, longevas que comienzan a rodearte y se pierden en la lontananza. Gracias Maty, me alegra que te haya gustado, otro abrazo enorme

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