DIÓGENES: «EL SÓCRATES DELIRANTE»

«Pasó un ministro del emperador y le dijo a Diógenes:

-¡Ay, Diógenes!, si aprendieras a ser más sumiso y a adular más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas.

Diógenes contestó:

Si tú aprendieras a comer lentejas no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador»

***

Aquí ando tratando de acordarme los motivos que desencadenaron la aparición de Diógenes en mi cabeza, qué archivo se abrió y cuál habrá sido la asociación que lo desencadenó para que me llevará en la ruta de regreso a aquella época en donde mi hermano mayor tenía como responsabilidad leerme cuentos, llevarme al cine, a exposiciones digamos que introducirme en el conocimiento que era su búsqueda en aquel momento, aunque estuviera en el inicio de la adolescencia.

Mi recuerdo de él en la infancia era verlo con un libro abierto, estuviera en donde estuviera, en el campo, en la playa, en la casa, en el autobús, el siempre llevaba un ejemplar y si no lo tenía pues se los había acabado todos, estaba dentro de las librerías de usados viendo que encontraba para comprárselo o cambiarlos, cosa que se usaba en esa época, donde se llevaban libros que ya no se querían y por un poquito más le daban otro.

Hasta que en un momento, así sin esperarlo cuando estaba distraída, como a la espera de la nada, como si no importara el saberlo, de repente, ¡¡¡BLIM!!!, el recuerdo apareció y la respuesta llegó, todo fue a raíz de las tortolitas que andan en el cambio de plumas y junto con ello se vino aquella anécdota de Diógenes, cuando llevó un pollo desplumado a la Academia de Platón, pues lo había escuchado decir  que según Sócrates «el hombre era un bípedo sin plumas» o algo por el estilo y mientras levantaba al plumífero decía: «Este es el hombre de Platón».

Las cosas raras que tiene la memoria, las cosas que archiva y luego saca en cualquier momento, cuando me contó mi hermano esta anécdota me hizo reír mucho la ocurrencia y esa forma de rivalidad que mostraban los filósofos e imaginarme al pobre gallo corriendo sin plumas entre los alumnos, como ahora ver a muchas de las tortolitas con sus looks todos desordenados.

Mi hermano había resuelto que más que contarme los archisabidos cuentos de niños, que ya los podía leer sola, me leía sobre lo que él estaba leyendo cosa de no perturbar su lectura, a veces me explicaba lo que quería decir, otras me hacía repetir alguna frase y me aconsejaba que no la olvidara que cuando fuera más grande la iba a entender.

Más allá Diógenes se volvió como un héroe para mí, alguien que me empezó a gustar lo que pensaba y lo que decía y la forma en que vivía, pues solo hacía eso vivir y no se andaba preocupando por una sarta de lo que para mi eran estupideces como la ropa con la que había que vestirse, los modales que había que tener y toda la cantidad de cosas que tenían que ser las posesiones que había que acumular, para luego tener que cuidarlas, ordenarlas, limpiarlas y con ello perder un tiempo valioso para jugar, pensar, crear, relacionarse con los animalitos, bailar, bueno un sin fin de cosas que eran tomadas como una pérdida de tiempo.

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Diógenes de Sínope vivió antes de Cristo, fue el filósofo griego más famoso de la secta cínica, tuvo por maestro a Antístenes que había sido un discípulo de Socrátes, lo que es más según Platón había estado presente durante su muerte, cuando lo obligaron a beber la cicuta  y quedó muy impresionado de la manera qué éste se tomó lo acontecido, más allá que no quería morir, sin embargo, utilizó el momento para profundizar sobre el proceso de la entrada a la muerte y la búsqueda del conocimiento.

La virtud era su fin y la libertad era la gran obsesión de los cínicos, se los considera los filósofos de ella, según sus pensamientos la felicidad pasaba por donde ésta se encontraba. El ser humano contaba con lo necesario para ser feliz sin embargo, por causa de la «bobería» que trae consigo, fijado en las cosas materiales que solo le generaban deseos y necesidades, pocas veces la puede vislumbrar.

Diógenes decía que los dioses habían dado al hombre una vida fácil, pero que estos se encargaban de complicarla y hacerla mucho más difícil, por todas las cosas que precisaban para vivirla, en vez de buscar el conocimiento y decía que:

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«La sabiduría sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres y de adorno a los ricos»

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Tomó al pie de la letra las enseñanzas de su maestro, entregándose a una vida de extrema austeridad, volvió a una tinaja su casa, se vistió con una humilde capa, llevaba un morral, comenzó a caminar descalzo sin importarle nada y en su mano llevaba un bastón con el cual media el espacio vital, esa distancia que necesitamos respecto a los otros para no sentirnos invadidos, un poco como en la actualidad esa sana distancia para que no nos contagie el virus de moda.

Se cuenta que para él nada era suficiente para mostrar el acatamiento a sus principios, el tenía una escudilla y un plato como parte de sus pertenencias, sin embargo  un día cuando  vio a un niño tomar agua de la fuente con sus manos se dijo:

-Este muchacho me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas- y tiró su escudilla

Otro le mostró como comer sin necesitar el plato, cuando puso las lentejas en la concavidad de un trozo de pan.

Para los cínicos cuyo nombre quiere decir perro en griego, éste animal era una figura admirada por su carácter y las enseñanzas que trasmitía, de ahí que se rodeó de ellos con los cuales compartía la comida y el sueño,

La Naturaleza y los animales eran fundamentales para el aprendizaje, lo que era más mostraban la emancipación, la autosuficiencia en su actuar, no necesitaban demasiado para ser ellos y vivir. De él nació la frase esa que dice:

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«Cuanto más conozco a la gente más quiero a mi perro»

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De ellos aprendía, cuentan que él decía que se había vuelto filósofo por un ratón, cuando lo veía entrar y salir por un agujero, sin preocupaciones, conformándose con un poco de alimento y llevando una vida sabia, eso lo hizo empezar a hacerse preguntas, como: ¿qué necesitaba un ratón para ser feliz? y darse cuenta que era muy poco.

Una de las anécdotas más conocida de él es cuando va a visitarlo Alejandro Magno, ya que no se había dignado a irlo a recibir cuando llegó a la ciudad, en cambio el Emperador estaba curioso por conocer a ese hombre harapiento, del que todos hablaban, que su sabiduría era reconocida y que no tenía pelos en la lengua sin importar quién fuera.

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Al llegar a la tinaja donde estaba tendido disfrutando del sol, se incorporó un poco cuando vio llegar a tantos personajes y cuando Alejandro lo saludó e inmediatamente le preguntó si se le ofrecía algo a lo que le contestó que se moviera pues le quitaba el sol.

Dicen que Alejandro con aquella desestimación quedó tan admirado de su gesto de grandeza de carácter y de su determinación que cuando sus acompañantes empezaron a burlarse y reírse les dijo:

-Pues yo a no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes.

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“Probablemente los asnos se rían de ti, pero no te importa. Así, a mí no me importa que los demás se rían de mi.”

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Muchas son las anécdotas que engalanan las andanzas de este personaje tan peculiar que en la actualidad le dio el nombre a un mal llamado «Síndrome de Diógenes», que es un trastorno de la conducta que se caracteriza por el abandono personal, social y la acumulación, sin tener el cuenta que él no tenía pertenencia, no juntaba nada, y lo que se considera una dejadez de su persona y de la sociedad no era otra cosa que ser fiel a sus ideas, no ser esclavo de las cosas y vivir libre.

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Diógenes paseando por las calles a pleno día con una lámpara encendida buscando a hombres honestos.

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Él reivindica el coraje de llevar adelante una vida verdadera con sus propios pensamientos y palabras, sin importarle la opinión de otros, ni la forma en que lo miraban, fue soltando las cadenas y encontrándose a él y su filosofía en el camino hacia dentro, del cual fue fiel hasta su muerte.

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«¿Por qué no castigar al maestro cuando el alumno se comporta mal?»

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Platón llamaba a Diógenes «El Sócrates delirante»

MÉXICO

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Agradezco a quien corresponda las fotos tomadas de internet

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12 comentarios en “DIÓGENES: «EL SÓCRATES DELIRANTE»

  1. Muchas gracias Themis. El pensamiento atraviesa el tiempo y alcanza a todos los que mantienen la mente dispuesta a recibirle y a actuar en consecuencia a lo aprehendido. Así la libertad sólo se ejercita cuando se puede escoger actuar en justicia. Como hacía Diógenes que elegía renunciar a lo innecesario. Un abrazo.

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      1. Sí, es feo su final, su forma como decían «oscura» de hablar, que se volvió inentendible para la mayoría, ese meterse muy adentro en las profundidades de su ser y alejarse de todo lo determinó en gran medida, Gracias, un abrazo

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  2. Digno de admiración, Diógenes. Gracias por traer su recuerdo.
    Es lindo leer sobre las discusiones entre sabios de aquellas épocas. Se aprende tanto… ahora vemos en la tele las peleas entre Fulano y Mengano y vemos cuánto ha bajado el nivel.
    Pero Diógenes, aún hoy, siglo XXI, nos sigue enseñando. Y más allá de no haber aprendido nada, nos empeñamos en continuar con nuestra ignorancia, orgullosos de ella.

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    1. Gracias Ruth, tenían algo que decir, qué enseñar, sus ideas, sus pensamientos, no la forma que iban a usar para robar más y adueñarse del poder.
      Diógenes no pasa de moda, ya que en estos momentos que vivimos es muy pertinente y necesitaríamos seguir su ejemplo y palabras.
      Un abrazo

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