biznaga

CAMINO AL MONTE: LOS ASIENTOS DE SUEGRA

 

LAS BIZNAGAS

Ya la neurosis, indicaba que era la hora de irse a dar una vuelta y bañarse de Naturaleza, estar sumergida en ella, lejos de todas las vibraciones que rodean a un poblado.

Estar en compañía de los cactus columnares esas entidades desperdigadas por todos lados, creando un gran bosque, hermosamente lustrosos y rollizos pues las lluvias que cayeron los ayudaron a robustecerse y a darse una ducha prolongada desprendiéndose de todo el polvo acumulado.

Me gusta mucho verlos y caminar entre ellos cuando el sol se está poniendo pues mientras de un lado ya la montaña se obscurece por otro los últimos rayos de sol los bañan dándoles un dejo dorado reluciente.

 

 

Se veían hermosos, contentos, felices, parecía que hablaban entre ellos, hay veces que uno siente que lo reconocen al pasearse de nuevo a su lado.

Me acerqué, me metí a ver si podía saber cuál era su regocijo, el por qué de tanta algarabía, a contagiarme un poco de esa vibración que emitían, era como una ceremonia que a todos los congregaba como si se tratara de una sola voz donde proyectaban a los aires energías renovadas, estaban de fiesta, agradecían al día que se iba, lo despedían y se preparaban para el espectáculo del cielo, como si fuegos artificiales fueran a emerger, como si una paleta con colores relucientes lo fuera a pintar, para esperar luego a que miles de puntos plateados se esparcieran.

 

 

Extraño oír sus murmullos para llamar de alguna forma a esa resonancia que engendraban.

Por unos momentos me quedé hundida entre ellos, para seguir luego con el ascenso.

Unas flores silvestres de un amarillo centelleante llamaron mi atención y a su lado estaban las biznagas, esa bola o barril de  oro como se las llama, de forma esférica llena de grandes espinas que infunden respeto.

 

 

Ese mándala cuyo centro lo bordean sus hermosas flores amarillas cuando brotan, efímeras y delicadas que atraen a los diferentes insectos, a los colibríes, a los murciélagos a los cuales seducen para que polinicen y les regalan un aroma que embriaga.

 

 

También se le llama asiento de suegra, dicen que fue en la época de la Revolución que cuando llegaban los ejércitos a los pueblos, las madres de las muchachas jóvenes las escondían para que no se las robaran y se las llevaran con ellos o las violaran, frente a esto los soldados amenazaban con sentarlas  sobre estos cactus para qué hablaran y dijeran en dónde las habían ocultado. Quién sabe qué hay de cierto en ello sin embargo le cuadra.

Dicen también que cuando los españoles llegaron a estas regiones, se les hicieron muy extraños  los cactus y la belleza de los mismos, ya que no existían de donde ellos venían, entonces  empezaron a colectarlos y a enviarlos a Europa, con ellos iniciaron un comercio, que se robusteció en el siglo XIX, que dura hasta la actualidad y que los ha puesto en serio peligro de extinción.

A una biznaga correspondió la primera ilustración de una cactácea publicada en aquel continente.

También los coleccionistas ponen en conflicto su permanencia en hábitat naturales, ya que de ahí las saquean para venderlas pues a muchas de ellas las pagan muy caras. Una cosa es hacerlas crecer desde la semilla o de plantas ya de ornato que se tengan y muy diferente es incentivar la depredación por un gusto personal. Hay que cuidar a la Naturaleza, más allá de nuestros deseos personales y tomar consciencia que no hay que comprárselas a quien sea.

 

 

También a ello hay que sumar el desmonte para la agricultura o la ganadería, la minería, las granjas para la cría de aves, que poco a poco van dejando sin espacio para que se reproduzcan.

La biznaga además tiene su propia forma de persecución ya que es codiciada para la elaboración de un dulce mexicano, el acitrón que se utiliza para la rosca de Reyes, para el pavo en Navidad o los chiles en Nogada o para comerse así solo, cosa que la está llevando a su desaparición, pues es de un alto consumo en México. También aquí se tendría que tomar consciencia de que comerla aunque sea en una ínfima porción estimulamos que la sigan extrayendo.

Seguimos la subida, iba viendo los diferentes asientos de suegra que se aparecían, pueden vivir mucho, a veces más de un siglo y alcanzar grandes alturas, hay algunos que llegan a dos metros. Su crecimiento es lento muy lento, lo que importa es almacenar agua y crecer de acuerdo con la que se cuente, tampoco demasiado, todo exceso es malo, eso sí, utilizan las lluvias para hacerlo.

 

 

Llegamos a una explanadita, ya la puesta de sol era inminente, no se dejaba esperar.

Había que buscar alguna piedra para sentarse y descansar un rato antes de pensar en el regreso.

 

 

Una biznaga creciendo solitaria en medio de la superficie plana fue quien me recibió, como si supiera que ellas estaban siendo el centro de mi pensamiento y que las estaba fotografiando. Era como si estuviera posando, detrás los cactus la rodeaban.

El cielo parecía que se estaba preparando para lanzar un espectáculo de colores y luces, de tintes y de claroscuros, se iba a engalanar para dejar cuenta bien clara de la entrada en la noche.

Poco a poco comenzó la danza, donde mostraba para cada lado que se mirara una forma diferente y si uno giraba lento observándolo se iba dando cuenta de  su capacidad para cambiar de los celestes rosados a los amarillos,

 

 

a los grises tenues pintados de naranjas,

 

 

a los rojos más intensos.

 

 

Gire, gire, me iba metiendo en un caleidoscopio de nubes que la cúpula de los cielos me ofrecía para que entrara al mundo del ensueño.

Y así con esa despedida donde lentamente los colores se absorbían, llegó la noche, nos rodeó con su ropón indicando que era hora de emprender la retirada.

Así lo hicimos.

 

MÉXICO

ZAPOTITLÁN SALINAS

 

 

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15 comentarios en “CAMINO AL MONTE: LOS ASIENTOS DE SUEGRA

  1. Buenoooo y para mi l0s cactus simplemente los que crecen en una pequenita maceta en mi escritorio , se dicen que nos protegen de los rayos/del campo magnetico de ordenador o de lo que sea que salga de ordenador….jajajaj.
    Lo del asiento de suegra es buenisimo….aunque soy una suegra….jajajaj. Un abrazo.

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    1. Vaya no lo sabía que eran tan protectores, tendré que conseguirme uno pequeñito para ponerlo cerca mío, pues en lo que a mi concierne me rodean, están por todas partes, extensiones grandísimas de ellos que se pierde la mirada y de todo tipo pero a unas cuadras.
      Un abrazo y gracias me hiciste reír con tu comentario

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    1. Nace según dicen ese nombre durante la Revolución ya que los soldados iban por las mozas casaderas a robarlas, entonces las «suegras», supuestas las escondían para que no las encontrarán y dicen que las amenazaban con sentarlas sobre estos cactus si no decían en dónde se encontraban. No sé si es cierto, ni si lo llegaron a hacer alguna vez, sin embargo el nombre le quedó.
      Me alegra no sabes cuanto que te haya gustado, es que el cielo está regalando unos atardeceres y acontecimientos de ensueños, como bien dices para meterse dentro. Gracias Eva, un abrazo bien grande

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