«El gallo pinto se durmió
y esta mañana no cantó»
Desde hace ya unos cuantos años uno de los gallos de los alrededores es quien con su estridente canto me anuncia que ya el día está por despuntar, cosa que no siempre hago caso y mi sueño sigue con ese placer que da cuando uno abre los ojos y se da cuenta que no tiene que levantarse, que aun hay un espacio de tiempo que puede permanecer en los brazos de Morfeo.
No lo conocía ya que desde la ventana en donde estaba no se veía para el terreno en donde él vivía.
Sin embargo ahora que ya cambié de ventana una de ellas da para ese lado y desde el primer día, cuando me asomé, ahí lo vi, subido en unos costales, mirando el panorama desde arriba.
-¿Eres tú el que me despierta?- pregunté a los aires mientras lo miraba, algo así entre interrogación y afirmación.
Ahí estaba y no se movía de ese pedestal en que se había subido, su cabeza estaba agachada, cuando de repente se irguió, la levantó y quiso que saliera de su pico ese canto que los caracteriza a los de su especie, sin embargo solo un sonido muy suave y mal ejecutado fue lo que logró.
¡¡¡Oh!!!!, sorpresa, no era él quien me despierta, pues por más que quería lograr el canto, nada que se le pareciera salía de su adentro o ¿será que está afónico?.
-¡¡¡¡¡¡Pobrecito!!!!!!, no puede cantar, ¿será eso lo que lo tiene cabizbajo?. Entonces, ¿quién me despertó hoy en la mañana?
Cuando sin esperarlo se oye un fuerte cacareo, que venía de más allá del terreno.
-¡¡¡¡¡Es ese!!!!!, el que cantó en el amanecer
A lo lejos lo vi, rodeado de gallinas que lo acompañaban en su caminar muy engallado, orgulloso, de nuevo se detuvo, lanzó su voz a los aires, muy fuerte y bien modulada.
Mientras el otro ahí seguía, solito sin ninguna gallina que lo acompañara, intentando imitar ese sonido que escuchaba. Levantó su cabeza, alzó su cuerpo y trató de sacar alguna resonancia, sin ningún resultado.
Pasaron los días y no lo volví a ver, no se apareció, ni siquiera cuando soltaban a todas las aves de corral que son varias.
Pero un día en que la lluvia caía con fuerza y la niebla se hacía cargo de tapar todo el paisaje, ahí sobre el costal estaba él, muy paradito, solito, cubierto por el gris de la nube que lo desdibujaba.
Me quedé contemplándolo y me di cuenta que tenía un lazo en una de sus patas.
-Te atan, es por eso que no se te ve, y hoy te escapaste- me recordó a Houdini, el otro gallo escapista que había conocido hacía ya mucho tiempo, también como él con una cierta ruptura del esquema gallo clásico.
Me puse a preparar el desayuno
y el seguía ahí,
terminé de tomarlo
y el seguía ahí
Pasó el tiempo,
ya era casi la hora de la comida
y él seguía ahí.
Comí
y el seguía ahí
llegó el atardecer
y él seguía ahí
…………….
Como en un ritual, que repitía una y otra vez, donde comenzaba como oteando el suelo, por un muy largo rato como si estuviera en una meditación.
Luego cuando su cabeza parecería que se le cayera como suele suceder con los ancianitos cuando se duermen sentados, con un movimiento brusco la levantaba.
La movía para un lado, para otro, como si su cresta le pesara.
Sacudía su plumaje y abría sus alas.
Comenzaba a acicalarse, acción que le llevaba un buen tiempo pues recorría todo su cuerpo.
Para de nuevo emprender el rito.
Bajar su cabeza y quedarse ahí ensimismado por largo rato…
MIENTRAS:
«Todo el mundo espera su COCORICÓ
El sol no salió
porque aun no lo oyó.»
MÉXICO
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Te había dejado un comentario pero creo no le di bien al «enviar».
Me dio lástima de este gallo con tan poco éxito y encima teniendo que soportar enfrente al triunfador.
Menos mal que te tiene a ti que lo miras con cariño.
Un abrazo grande, Themis
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Si pobrecito, quien sabe que tiene, dicen que a veces cuando tiene a otro gallo cerca es lo que les pasa. Lo miraba pues ahora ya no estoy ahí, con esto de la cuarentena, quien sabe hasta cuando, si es que hay regreso. Un abrazo grandote y gracias
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Precioso, me ha encantado. Qué bonito despertador. Un abrazo
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Gracias, es a veces muy estridente, sin embargo es parte del lugar. Un abrazo
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Antes de empezar la lectura, ya sé que voy a gozar de una preciosa historia. Quizás sea que ese gallo sólo sabe llamar la soledad. Un abrazo.
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Es un animalito raro, quién sabe que le pasa, más allá ahora hace días que no lo veo pues no estoy por esos rumbos, estoy en otro lado por esto de la cuarentena. Un abrazo
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