El día estaba gris,
la nube se había instalado sobre la cabeza y no desaparecía, estaba aferrada en traer la cerrazón y con ello un frío gélido, como pequeñas alfileres que se clavaban.
Uno miraba por la ventana y el mundo se había transformado en un escenario blanco y negro, donde todo estaba borroso, misterioso.
No paraba de llover, como quien dice salir estaba un poco difícil, solo para lo indispensable, pues una parte del camino es de tierra y el lodo estaba en su apogeo y es de ese arcilloso que uno se resbala como si fuera el mejor piso encerado.
Un pequeño torrente se forma en la canaleta que tiene una parte del sendero por donde baja el agua que se junta en la montaña.
Llovía y llovía, no paraba. Nada se podía hacer. Lluvia y frío.
Cuando de repente un día descampó y el Cielo comenzó a mandar señales que quien sabe por cuanto tiempo pero iba a abrir, hermoso fue volver a ver al sol.
Había que utilizar el momento para hacer todo aquello que significara estar afuera, así que aproveché a cambiarme para el piso que está más arriba.
Así lo hice, un lugarcito un poco más grande y sobre todo arriba donde el cielo está más cerquita.
Recién había llegado a ese espacio, llevaba solo unos días en él, me sentía aún como gato en casa nueva, un poco extrañada, olfateando de qué se trataba.
Ni tiempo para sentir el sol, apenas me medio instalé arriba, nuestro Astro Rey desapareció, volvió la cerrazón a hacerse cargo de la situación, nuevamente a congelar y en un espacio desabitado, no quedaba de otra que calentarlo mientras se cocinaba, con todos los tés calientes que tomaba y generar así el propio calor.
Estaba en la ventana de la cocina preparando el sagrado alimento, de a ratos observaba el grisáceo en que se transformaba el afuera, reflejo que se expandía en el adentro.
Cocinar me lleva a algo así como una meditación en movimiento, pues es un momento propicio para ejercitar la respiración, acompasar todo mi ritmo corporal, cosa que hacía mientras preparaba una ensalada de papas, ejotes y zanahorias, en el momento que estaba viendo como se iba superponiendo el naranja sobre el verde, mostrando el contraste, ¡¡¡BLIM!!! algo pasó por delante de mi nariz y se pegó en el vidrio de la ventana que tenía enfrente.
¡¡¡¡ Oh sorpresa !!!!, ¿Qué fue eso que pasó frente a mí como un minibólido?.
Ahí la vi, chiquita chiquitita, sin embargo robusta y una excelente saltarina, con mucha velocidad para hacerlo.
La Biya Biya se apareció así de improviso, cuando menos me lo esperaba, ahí me di cuenta que no estaba sola, que tenía compañía.
-Y tú, ¿quién eres?- mientras la miraba le preguntaba pues estaba a la altura de mi horizonte- ¿de dónde saliste?, mira que me agarraste por sorpresa.
Parecía que estaba muy compenetrada viéndome, con sus grandes ojotes, así me la imaginaba, pues a algunas de las de su especie las había visto en fotos, con sus despliegues de colores sobre todo en los machos, aunque no era el caso de ésta.
Son unos animalitos dignos de conocerse, pues realmente son personajes, venidos quién sabe de dónde, dan unos saltitos muy chistosos y hacen unos cortejos excepcionales.
Me miraba muy de frente, ahí también me puse a inspeccionarla.

(La de la foto no es la que se posó en la ventana, también es saltarina, familiar de las que hay en donde vivo y la comparto para que las conozcan como son de bien cerquita.)
-Soy muy grande para ser tu presa-pues así miran a sus probables candidatos de alimento, para luego dar un brinco muy certero y caerles encima, pues no construyen telarañas, es otra su forma de cazar y son buenas para hacerlo. Para no irse de bruces cuando el brinco se sostienen con un hilo que plantan en el lugar de donde van a partir, de esa forma se garantizan el regreso si es que fallan.
Ahí quedó parada por un rato sin moverse ni para un lado ni para el otro entonces fui a buscar la cámara, pues bueno merecía una foto el acontecimiento, ese encuentro que habíamos tenido.
Regresé y ella seguía ahi parada en el vidrio que estaba congelado, no se si quedó pegada pues ni idea como se comportan estos seres diminutos con el frío, dentro de los parámetros de la región, pues tampoco son temperaturas tan bajas, sino más bien la sensación térmica, las condiciones de humedad y la nube estacionada.
Comencé a tomarle fotos, cada vez iba acercando más el lente y en un momento dio un brinco y se paró en otra parte de la ventana, para luego huir despavorida mero arriba, donde solo subida en una silla la podía alcanzar, cosa que no haría y pasó a vivir ahí.
La asustó la cercanía tal vez, suele suceder, lo más probable pensé es que necesitemos conocernos, lograr confianza, y vencer al miedo o nos seguiremos mirando ella desde las alturas y yo desde la llanura, que también es una buena forma de confraternizar.
La aparición de la Biya Biya alegró mi corazón, todo estaba tan gris, cada día poniéndose más negro, que ensombrecía y congelaba al alma, la llama interior ya ni la luz de un cerillo mantenía, había que comenzar a alimentarla.
Buen momento para meterse dentro de uno mismo y sacar todo aquello que está de más, que ya fue, para darle espacio a la posibilidad del renacimiento, ni mejor, ni peor, simplemente la que sigue, que será como si se regresara al cero para crecer, llevando a ese nuevo inicio la enseñanza útil adquirida a lo largo del andar el sendero.
Era indudable, la vida por una causa u otra no quería que me moviera, solo lo imprescindible. Me encerraba. Llevaba unos buenos meses en eso.
Tiempo de permanecer dentro.
A partir de ahí se volvió mi vecina de la ventana de la cocina y a la cual bauticé, la Biya Biya, pues así la empecé a llamar y no se si es pura casualidad, sin embargo cuando voy a cocinar y comienzo a decir:
-Biyaaaa, Biyyyyyaaaaaaa, Biiiiiiiiiiiiiiiyyyyyyyyyyyyaaaaaaaaa- por allá arriba se asoma, son muy sensibles al movimiento y a los colores.
-Hola Biya, ¿sigues ahí?-la saludo
Fue ella la culpable de mi distracción y de que escribiera todo esto.
Una arañita saltarina
La nueva vecina que
aquí se las presento.
MÉXICO
Si quieres saber más sobre ellas, aquí te dejo un link
https://www.aracnidos.org/single-post/2018/07/25/¿EN-DÓNDE-VIVEN-LAS-ARAÑAS-SALTARINAS-PHIDIPPUS
DESDE MI VENTANA: LA DESPEDIDA
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Qué bonito relato, a mi las arañitas no me gustán pero no las mato. Menos mal que donde yo vivo hay pocas. Un abrazo
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A mí tampoco, antes me daban terror, hace un tiempo aprendi a compartir con ellas los espacios, estas son muy tranquilas y muy chistosas y pequeñitas. Un abrazo y feliz cuarentena si está en ella
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Me maravilla como albergas en tu corazón todo lo que la vida te muestra y nos enseñas la manera de aceptar lo que la naturaleza nos depara. Un abrazo.
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Son los compañeros de otras especies que la vida te pone en frente y pasas momentos hermosos con ellos, desde niña son mis amigos que me acompañaban en mis juegos. Un abrazo y gracias
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