El inesperado

 

Estaba en la casa, el frío comenzaba a sentirse y fui por un suéter para abrigarme.

Me lo estaba poniendo y de repente siento a la altura de mi hombro como algo que se movía, instantáneamente me lo quito y ahí veo volar por los aires a un objeto o sujeto, hasta ahí no lo sabía, que cayó sobre la cama, era un escarabajo que con el susto que me imagino se llevó quedó quieto, quietecito,  el muy teatrero se hacía el muertito.

-Bicho, ¿de dónde saliste, pues está todo cerrado?, ¿qué haces metido adentro de mi suéter?

Me quedé contemplándolo para ver si reaccionaba, pero nada, lo tomé en mis manos para sacarlo.

Me encantan estos animalitos, que se ponen inmóviles y fingen ser occisos.

Una buena forma de simulación en la lucha por la vida, pues a los depredadores salvo los carroñeros no les gusta comer a los muertos pues pueden traerles problemas, prefieren las víctimas que se mueven.

-Sabes usar muy bien la tanatosis- que así se llama a esa capacidad- me quieres engañar, sin embargo no te voy a comer.

Lo agarré y lo llevé y lo puse sobre la mesa.

 

 

Seguía sin demostrar ningún signo vital, hasta parecía que se hubiera resecado, les miraba sus extremidades que se habían acomodado de cualquier forma, para mostrar que nada en él tenía animación y la verdad que uno se lo creía.

Lo invertí para ver si poniéndolo del otro lado reaccionaba y se movía pues la posición estaba más incómoda.

 

 

Nada que sucediera. Ahí seguía. Nada en él reflejaba vida.

Le volví a girar y me quedé aguardando el descenlace.

Cuando de repente salió corriendo agitando las patitas en un gran acelere.

Me hizo mucha gracia el ver cómo se zarandeaba, en esa rapidez por huir de un depredador que de repente desconocía, por lo menos no era de los que tenía más al alcance en su vida.

 

 

Sin lugar a dudas las apariencias engañan, no se puede negar, buena reafirmación de una lección por si a uno se le olvida.

-¡Qué loco que eres, bicho!. Acaso, ¿te mandaron los dioses para protegerme?.

Ahí lo tomé y lo desalojé, no quedaba de otra, por más que los escarabajos me gustan mucho y son divinidades para algunas culturas o por lo menos protegen contra el mal, tienen el conocimiento guardado de la Vida y la Muerte, dan fuerza, él necesita de la Madre Tierra para sobrevivir, así que después de despedirlo, de agradecerle la visita, fui y lo deposité abajo de unas plantitas, de una hoja bien grande para que no se mojara con la lluvia mientras reaccionaba nuevamente, pues otra vez le había llegado la rigidez y así cuando despertara de ese trance podría retomar su camino.

 

MÉXICO

 

 

 

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