LA LUNA LOBO

 

EL ENCUENTRO

Ya era hora de darle movimiento al encierro, aventurarse a caminar más allá del perímetro de los alrededores.

Me dijeron:

-Hoy es cuando la luna se puede fotografiar mejor saliendo de la montaña.

Un gran empujón en palabras que me hizo animarme a salir, venía fotografiándola desde que había nacido, en el fin del año, esa luna que traía consigo muchas decisiones que tomar, que pasaba de un estado a otro en muy poco tiempo y que podía mostrar un abanico de posibilidades.

La situación en la que estaba en donde no me podía mover mucho, me llevó a buscar que hacer dentro de la casa.

El patio vacío pintado de blanco, que encierra un pedacito de cielo fue un lugar en donde nacieron varios juegos, entre ellos el captar la geometría de ese espacio, pues tiene una forma que encuadra.

La Luna hermosa fue uno de mis modelos, pues se me atravezó en mi lente y ella fue mi compañera de juego por unos muy buenos días, me alegró el instante con su dulce compañía, esperando que se apareciera para ir a esa cita que habíamos acordado.

Y sí, ¿por qué no ir ahora que iba a ser su plenilunio y estaría en todo su esplendor a encontrarla en un paraje más libre, abierto, natural?.

Sería el encuentro en ese rinconcito al lado de la Iglesia, donde un pequeño remanso, rodeado de vegetación natural, donde uno puede sentarse en sus piedras y de ahí ver una hermosa puesta de sol de un lado o la salida de la luna del otro.

La Luna Lobo era la que me esperaba, la primera del año, la que había empezado a fotografiar un poquito después de su nacimiento cuando aún no tenía nombre otorgado.

Fui caminando despacio, como unas diez cuadras, cuando llegué a una de las subidas, donde se encuentra ese corredor de rocas, dude en seguir por él, pues es un poco empinado o dar la vuelta por la calle y entrar por el camino que es más recto.

Decidí hacerlo por ese lugar, por lo menos uno se encuentra más cerca de la Naturaleza, las luces que resaltaban el color de la tierra, un cielo azul celeste que se iba poniendo eléctrico, amarillos que relucían, la Iglesia arriba del montículo, me llamaban.

 

 

No hubo duda, la subida sería por ese rumbo y ahí me encontré con otra de mis modelos: la sombra que parecía que se estaba poniendo celosa y se hacía presente como para la tuviera  en cuenta.

-No me he olvidado de tí, a la luna y a tí dejaré plasmadas

 

 

Seguí subiendo, lento, pausado, contemplando lo que en el alrededor encontraba, hasta que llegué arriba y fui a mi  piedra a sentarme y descansar un rato.

Del lado en donde se oculta el Sol que ese día parecía que no estaba en sus mejores ánimos, soltaba una luz quemante que deslumbraba y lastimaba a los ojos. Me quedé un rato pero de espaldas, no se le podía mirar.

 

 

Ahí estuve hasta recobrar el aliento, para pararme e ir del otro lado de la Iglesia, de donde nace la luna.

Eso sí, ni miras a que apareciera, así que me puse a investigar por un lugarcito que llamó mi atención, como un pequeño senderito tapado por unos cactus.

Me fui acercando y vi que podía entrar a él.

 

 

En eso estaba cuando sentí unos pasos chiquitos, rítmicos, detrás mío.

Voltee y no vi nada, me quedé parada y ya no se escuchaba el sonido.

Reanudé mi marcha y nuevamente los pasitos delicados, como etéreos se escucharon, volví a hacer lo mismo y nada, ni sonido ni ser que se apareciera.

Otra vez lo mismo y ya a la tercera ahí me lo encontré, muy elegante caminando.

 

 

-¿Eras tú el que me venía siguiendo?- le pregunté sin embargo me desconoció, como si no existiera, cuando me le quise acercar dio un giro muy extraño y se quedó como petrificado con el cuello recto como señalando un lugar.

 

 

Ahí me di cuenta que había otro mini camino, por donde él iba a tomar.

-Está bueno-le dije- te sigo.

Caminé unos pasos y me encontré frente a un paisaje abierto de las montañas, donde una sombra de una «cabeza de guerrero» estaba plasmada.

Me quedé contemplando la visión que se me abría.

 

 

Me di vuelta buscándolo para agradecerle el camino que me había enseñado, ya no estaba, se había ido, con sus pasitos delicados, sutiles, ya había cumplido con su misión.

 

Volví a la sombra del guerrero y a ese espacio que se abría a su alrededor.

 

 

Seguí la línea de la montaña, en donde para mi sorpresa, la descubrí, parecía que se deslizaba por ella.

 

Era la Luna Lobo que emergía,

entre los cactus columnares,

que todos formados

vestidos de amarillo

 la contemplaban,

como viejos y gratos conocidos

que se esperaban.

 

 

Con un fluir constante fue apareciendo, como si nada la perturbara, a medida que ella subía, él del otro lado se ocultaba.

Estuve un buen rato mirándola hasta que ya empezaba a llegar la obscuridad, era hora de regresar.

 

 

Antes de irme me acerqué a ver el ocaso que ya estaba más tranquilo, era estridente su amarillo aunque ya no lastimaba.

Aproveché y le dije que me esperara al otro día, que ahí sí, me abocaría a fotografiar como pintaba el Cielo mientras descendía,  sería el modelo y mi guía.

 

 

Así quedamos…….

 

 

 

 

 

8 comentarios en “LA LUNA LOBO

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