Estaba asomada
en la ventana mirando las montañas, que me habían cautivado y ahí andaba perdida en ellas cuando de repente un llamado de atención insistente me hace regresar de donde andaba, era: un maullido.
Dejo de mirar las alturas y bajo mis ojos y ahí me lo encuentro, muy cómodo acostado entre ramas de café, con unos grandes ojos azules, sin embargo me doy cuenta que el maullido no venía de él, era solo el señuelo, busco entre la maleza hasta que doy con otro gato más grande parecido en cierta forma al pequeño.
Desde su escondite sigue mayando, él también creo que estaba sorprendido de verme pues en realidad nunca nos habíamos encontrado, era como si viniera de otro territorio.
Ahí nos pusimos a conversar, las preguntas de rutina, de dónde saliste, que estás haciendo aquí y bueno entre una cosa y otra estuvimos un buen rato, platique y platique, como si nos conociéramos de toda la vida, hasta que al final llegó la hora de despedirse pues había cosas para hacer.
Todo prosiguió como siempre, no los volví a ver, ni sabía de dónde habían salido pues no eran animalitos que estuvieran en la vuelta, como los patoperros, o la miniperro ya que a casi todos se les conoce pues tienen rutinas y en algún momento nos cruzamos, como ese perro gris que ya después de un tiempo hay veces que voltea hacia la ventana cuando va por el sendero y nos miramos.
El siempre pasa cuando ya el sol no está fuerte y va hacia arriba, da su vuelta y al rato regresa, se ve que es la hora que lo dejan salir pues está muy bien cuidado, incluso todo acicalado.
Un día escucho maullar a un gato parecía que estaba cerca, pues se oía con mucha claridad, de repente caigo en que es en mi puerta.
Voy y la abro y ahí me lo encuentro, un poco alterado creo yo que por mi tardanza. Estaba con la cámara en la mano, así que le tomo una foto y se mete en la casa como si fuera la de él.
Maulle y maulle, y sin muchos miramiento se pone a rascarse frente a mí.
-No me vayas a dejar pulgas- le digo a lo que me mira con cara de qué estás diciendo y da una vuelta como checando el espacio y se ve que el relevo fue gratificante pues de un salto se subió a la cama.
Estuvo husmeando la computadora que estaba sobre ella, para luego echarse.
Fui y cerré la puerta pues parecía que la visita no se iba a ir por lo menos en ese momento.
Me quedó mirando y sus grandes ojos celestes relucieron, para maullar, ¿quién sabe que cosa?.
Empezó con sus uñas a estirarse en el chaleco, entrecerrando los ojos, como preparándose para descansar.
Se le veía muy cómodo, muy a gusto en donde se encontraba, tanto así que en un momento se empezó a acomodar mejor, como queriendo echarse un sueñito de esos a los cuales como buen felino estaba acostumbrado, pues se le notaba que tenía una buena vida para los estándares del lugar.
Así lo hizo, por un buen rato se quedó durmiendo, mientras sin entender mucho de dónde había salido y si pensaba establecerse en la casa o cuál eran sus planes, en un momento lo molesté sin querer con un movimiento, cosa que no le gustó mucho y se puso a maullar bien enojado, fastididiado, como reclamándome mi conducta por haber osado despertarlo.
Qué otra cosa me quedaba que invitarlo a irse si estaba a disgusto pues no era su casa y bueno yo no podía estar contemplando sus necesidades de durmiente pretencioso.
Me miró por un muy buen rato, como si no entendiera mucho que era lo que decía, para luego como tirándome a loca, se paró, pensé que se iba a ir, pero no, dio unas vueltas para volver a echarse sin ninguna duda, creyéndose que ya me tenía en su bolsa y ahí se quedó muy buen rato, en los brazos de Morfeo.
Seguí con lo mío, hasta que ya pasadas varias horas, se paró, se acercó a la puerta y pidió para que le abriera, me miró, dio unos maullidos, esta vez gratos sin ningún tipo de reclamo y se fue.
Al rato que salí le pregunté a los niños que viven al lado si era de ellos el gato a lo que me contestaron que no, que había llegado y andaba por la casa, hasta que se apareció su dueño que lo estaba buscando pues se le había escapado y cuando lo vio lo agarró y se lo llevó.
Tampoco ellos sabían de dónde había salido, ni conocían al señor, solo sabían que no era de los alrededores, qué quién sabe de dónde había venido, eso fue lo que me dijeron.
Esa fue la última vez que nos vimos, no volvió de visita, ni ya se dejó ver más, quién sabe qué pasó con él, lo más probable es que lo encerraron para que no anduviera de aventurero recorriendo las casas de los vecinos.
Al más pequeñito, a ese sí, solo esa vez lo vi, estaba bien hermoso y tenía una mirada dulce muy dulce y tierna.
Relaciones que manda la Vida, que no acaba nunca de asombrar con las sorpresas que nos tiene preparadas, que son muy hermosas y que valieron la pena aunque duren un instante vivir ese encuentro que alimenta al espíritu.
Con los niños y los animales son con los que más fácilmente se logra.
MÉXICO
HISTORIA DE ANIMALITOS: LA CLEMENTINA
HISTORIAS DE ANIMALITOS: LA JOSEFINA
HISTORIA DE ANIMALITOS: LOS PATO-PERROS
Te invito a visitar mi página de face
Y TAMBIÉN EL BLOG
puedes encontrar otras entradas que te interesen.
GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Qué graciosa!!
Se echó la siesta en tu casa y con fuerzas renovadas se fue a correr los tejados.
Un beso, Themis.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Si, sin ningún problema, que se le va hacer, así está la vida, un abrazo
Me gustaMe gusta