CUANDO LAS FUNCIONES SE COMPARTEN
Donde vivo en la montaña, las construcciones suelen ser hacia arriba, pues están hechas en la ladera de la misma, muchas con pilotes que se clavan hasta llegar a la roca lo que lleva a que el espacio sea poco para explayarse en forma horizontal.
Como para la mayoría de los pobladores es muy importante tener una buena vista hacia la cañada y al resto de las montañas que se extienden como si fueran un mar de ellas, eso hace que cuando un vecino construye un piso y con ello tapa la visión del de atrás, éste trate que subirse para evitar el ser impedido de la misma.
También a medida que crece la familia se va haciendo crecer a la propiedad hacia las alturas.
De ahí que el espacio en que vivo esté en un segundo piso, muy arriba donde se divisa una vista hermosa.
Para poder salir de la casa se usa un pequeño puentecito que se encuentra en el aire y luego nace la escalera para llegar a la planta baja.
Un día salía de la casa cuando de repente frente a mí, tapando la salida del puentecillo se encontraba un personaje como escapado de Alicia en el País de las Maravillas, que parecía muy enojado o preocupado, no pude determinar claramente que era lo que sucedía, eso sí, se movía de atrás para adelante, abría las alas, mientras dejaba escapar unos ¡CUAC!, ¡CUAC!, ¡CUAC! bastantes estrepitosos y me miraba como queriendo que le confirmara o dijera algo o vaya a adivinar uno que era lo que le pasaba pero estaba como loco y buscaba alguna respuesta de mí, quién sabe que problema había en su vida y son de esos que creen que uno tiene que solucionárselas por ser humano y aceptarlos.
Si, era un pato, no sabía que habitaba en el mismo espacio, luego me enteré que se llamaba Lucas y que se podía decir que era recién llegado y que no estaba acostumbrado al pueblo, venía del campo.
_¿Qué te pasa bicho?, que gritas como descosido, no tengo ni idea que haces aquí, ni el por qué te dejaron solo.
Ahí estuve un rato haciéndole compañía y conociéndolo, pues se puso a seguirme, difícil fue hacerle entender que se tenía que quedar y no salirse pues sino se podía transformar en un delicioso pato a la barbacoa.
Cuando vi que la perrita que habita abajo se paró con mucha modorra de la caja en donde duerme, se desperezó y se acercó a ver de que se trataba ese mitote, como somos amigas vino y me saludó a lo que el otro personaje se acercó, como que le dio confianza el encontrarse con esa miniperro blanca y peluda.
Ahí los dejé juntos, cerré la reja y me fui, sin embargo desde ahí empecé a prestarle atención a estos animalitos que son criados como mascotas por muchas de las personas que habitan el lugar.
Cerca muy cerquita, como quien dijera en el techo de abajo, ahí viven un perro y un pato.
Los dos llegaron casi juntos eran pequeñitos y habitaban con otro perro negro que ahora anda suelto y está viejo, viejito, sordo, camina con dificultad, creo que medio ciego, sin embargo ahí anda luchando por la vida y todos lo respetan.
A él lo soltaron, me imagino, más allá que del techo se bajaba y salía a dar la vuelta, sin embargo ahora se encuentra del lado de afuera y le gusta mucho mirar hacia abajo en donde están estos dos personajes, que fueron creciendo y en la actualidad se hicieron adultos. Creo que los extraña aunque más de una vez se mete con ellos a estar un rato.
Como crecieron juntos se volvieron muy compañeros, sobre todo el pato comenzó a seguir mucho las costumbres del perro joven y a imitarlo.
Tanto así que cuando el perro ladra, el pato lo secunda con sus ¡CUAC!, ¡CUAC!; ¡CUAC!, que los mantiene mientras el otro sigue ladrando para detenerse cuando éste lo hace y volverlo a iniciar.
Los ¡GUAU!, GUAU!, ¡CUAC!, ¡CUAC!, ¡GUAU!, ¡GUAU!, se volvieron parte de los sonidos de la noche.
Así pasaron un tiempo en donde ambos emiten ese ladrido cuacuado para contestarle a los demás perros que están pasando algún mensaje.
Sin embargo un día sucedió que el perro el cual es muy atorrante en cierta manera, o no sentía importante la retrasmisión, saber, que le pasaba, no contestaba a los requirimientos de otro de sus congéneres que se escuchaba con mucha desesperación y ahí el graznido fue emitido por ese patoperro que con toda la fuerza que pudo, comenzó a sacar para afuera sus sonidos, trasmitiendo ese mensaje que según parecía por la ansiedad perruna que se dejaba sentir en el ambiente era muy importante que se comunicara.
Mientras el amigo perro ahí se encontraba muy echado disfrutando del sueñito sin nada que lo perturbara pues ya tenía quien lo supliera en esa tan importante misión.
Más allá esa actitud se volvió parte de lo cotidiano, pues uno de los días en que estaban comiendo se volvió a repetir la escena, estirando su cuello chillaba y chillaba, mientras que el joven perro que tenía quien lo sustituyera, comía con total placidez, sin que nada lo molestara.
Una noche aconteció que los graznidos se escuchaban demasiado cerca y se mezclaban con los ladridos de la miniperro que los lanzaba desde abajo de la escalera.
Ahí descubrí que también Lucas ese personaje que cada vez que salía venía a interpelarme como si él fuera el encargado de dirigir el tránsito del lugar y de averiguar a dónde iba cada persona, comenzó a hacer lo mismo, cuando la otra vecina la Bella, tierna y dulce, ladra secundando los gritos de la noche, nuestro segundo patoperro que se volvió muy amigo de ella, pues sube a visitarlo y estar con él, con lo que creo que en cierta forma lo hace sentirse menos solo, estirando muy adelante su cuello, cuacua, cuacua, hasta que ya no puede más.
MÉXICO
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Jajaja, creo que si les pon es música pronto formarán una coral para cantarle coplas a la luna. Gracias es muy divertida tu historia de hoy. Un abrazo.
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Me alegra que te haya gustado yo también me divertí mucho con estos personajes que andaban bien cerquita y que los miraba por la ventana o los tenía al lado como vecinos. Un abrazo
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