CELEBRANDO
Después de las grandes lluvias que azotaron la región, donde se creía que el Diluvio había vuelto ya que fueron casi cuarenta días donde el cielo estaba obscuro y el agua no dejaba de caer, un día amaneció en donde el Astro Rey se dejó ver en todo su esplendor, el Cielo se abrió y dejó que su luz volviera a alumbrar a los «cristianos» y los hiciera tranquilizar de qué no se iba a inundar toda la Tierra.
De nuevo regresó el calor y los días en donde no corría una sola gota de aire, era como si el viento y la brisa hubieran cumplido su función en el tiempo anterior y ahora se fueran a descansar pues con tanto azote que habían mandado lo más probable es que estaban agotados, al igual que todos los habitantes.
El primer día que salió el sol y ni una gota de lluvia cayó, ni el viento se hizo presente, fue un gran festejo, todos estaban contentos.
Las mujeres festejaban iban a poder lavar ropa y que se secara, en vez de que la familia estuviera vistiéndose en húmedo, ya que ni siquiera plancha había como para bien secarla, la leña otra de las dificultades ya iba a estar más seca, el lodo se iría retirando, era motivo de alegría, más allá que la cosecha esa, no había corrido con mucha suerte, entre el viento y el agua la mayor parte se había estropeado, no vaticinaba nada bueno.
A los pocos días nada más la cosa cambió.
-Kush kakal, ¡Qué calor!- o traducido literalmente algo así como dolor de fuego . Si, así era, el sol traía tanto dolor que dejaba que éste se sintiera en la piel, ardía de tal forma que si se estaba mucho cerca agotaba.
Los riachuelos traían agua que se había juntado con la lluvia, que permitía por lo menos meterse y sentir el frescor que invadía al cuerpo.
Los niños buscaban actividades dentro de ella, hasta el bañarse pasaba a ser una acción preciada, donde lo hacían de una forma lenta y tomándose todo el tiempo del mundo.
Arriba en la montaña la regadera o la ducha era una pequeña cascadita, que dejaba caer un agua cristalina, que daba un delicioso masaje al cuerpo y el barro cercano ayudaba a la piel con sus mascarillas. Era un disfrute bañarse de esa manera, donde el sol era quien secaba a uno cuando salía y tomaba un baño del mismo.
También había pozas donde aparte de quedar limpiecitos promovía el juego, sin importar si se era niña o niño, la ventaja del niño era que él no tenía vergüenzas que ocultar en su cuerpo, en cambio las niñas sí.
Las vergüenzas de las mujeres estaban ubicadas de la cintura para abajo, para arriba no había ningún problema se podía andar sin nada, lo que es más en el río cuando lavaban la ropa se las veía con solo un fondo vestidas (lo que se usa debajo de la falda o de los vestidos) y en la cascadita te bañabas con solo él puesto.
No había el morbo del sexo, como que no existía, sobre todo en los pechos de las mujeres, era una verdadera delicia el poder andar con ellos al aire, más si se era ya de la tercera edad, pues ellas venían de una generación en donde el vestido tenía dos prendas, la falda y la blusa, pues la parte de arriba la usaban cuando hacía frío o salían, andaban sin ellas, luego se cambio a una sola pieza el vestido y se dificultó esta posibilidad.
Luego las cosas fueron cambiando pues bueno llegó la tan valorada «civilización» esa que les traía el progreso, el bienestar y la moral, con los cuales iban a poder salir de la pobreza y con ello llegó el empezar a ponerle malicia al sexo, ya para bañarse había que encerrarse, para que nadie mirara, sobre todo los que vivían sobre la carretera pues pasaban cada día más autos y ya las miradas eran otra cosa, como una vez me dijo una mujer: «ahora avergüenza cuando miran».
Ni modo, la pornografía genera un buen comercio hay que extenderla, y promoverla, por eso hay que educar mentes retorcidas.
Más allá todavía los niños gozaban de poderse meter al agua sin nada y los que vivíamos montaña arriba, pues por aquellos lugares no pasaban más que los que habitaban por las cercanías, acostumbrados con a esa forma, los que venían de la ciudad no llegaban y los nuevos creyentes no solían hacerlo pues sabían en una parte a lo que se exponían, al ver pecadores bañándose como Dios los mandó al mundo .
El calor también invitaba a salir a pescar, otra actividad que se hacía dentro del agua.
La pesca se realizaba con el canasto o con una botella de plástico a la cual se le cortaba el pico, se le hacía agujeritos, y arriba se le ataba una cuerda y se metía dentro del agua y se barría como si fuera un calderín y de esa forma se iban atrapando pececitos, que luego fritos y aderezados con alguna hierba que la montaña proveía, quedaba una comida deliciosa para saborear con la tortilla.
A los niños les encantaba pescar, pues mientras lo hacían ya paladeaban lo que iban a comer y su cuerpo se ponía feliz, me imagino que por la inyección de proteínas, fósforo y otros minerales que les llegaba.
Podían pasar gran parte de su día, en una gran meditación, caminando por el agua buscando conseguir un sin fin de esos pequeños pececitos y camarones, pues eran ínfimos, una pequeña majuguita de una madre que aunque fuera adulta era pequeñita, pequeñita.
Venía bajando de la casa de arriba, rumbo a la más cercana al pueblo y en una poza que había estaban dos chamacos pescando, el Emiliano y el Emiliano, que son sobrino y tío llevan el nombre del abuelo de uno y el otro el del padre, pues como la familia tuvo muchos hijos varones cumplieron con nombrar a todos como la costumbre dictaba y al más pequeño ya le tocaba ser tocayo del padre .
Los dos tenían sus mosh en las manos, muy compenetrados estaban caminando muy suavemente, para no levantar mucho lodo del fondo, más allá que ya el lugar se veía marrón cuando generalmente era transparente.
Estaban como en otro mundo, enfocados con todos sus sentidos en la búsqueda de pececitos, iba a ser su alimento, estaban de cuerpo, de alma y de mente enfocados en esa tarea.
Metían el mosh, canasto en el agua,
luego lo levantaban, para que se escurriera el agua y ver si habían pescado algo.
Para mostrar una cara de gran gozo cuando lo habían logrado, exhibiéndolo como una gran presea,
Para meterlo dentro del morral y volver a ejecutar desde el inicio la acción.
Me quedé un rato en la sombra de un árbol contemplándolos y tomándoles fotos.
Llegaron a juntar un bocado para cada uno, pero eso los alegró en demasía, irradiaban la felicidad a través de ellos, llegaron victoriosos a la casa en busca de un sartén para freír esa delicatessen, enseguida la madre- abuela tomó la iniciativa y ella se los preparó, los sentó a la mesa, les sirvió la taza de café para acompañarlos, puso la pesca en un plato y calentó tortillas.
Así sin pensarlo hicieron su taquito y comenzaron a saborear ese manjar y eso que no era aún la época del hambre, aún había alimento, claro que no con ese sabor tan especial.
En época de hambre eso era maná mandado de los Cielos con solo un mordisco ya estaban alimentados.
Era indudable ver como «no solo de pan vive el hombre», sino que tiene que encontrar esa otra parte dentro de su ser que lo eleva en Espíritu.
MÉXICO
Sureste mexicano
TE INVITO A QUE VISITES EL BLOG
puedes encontrar otras entradas que te interesen.
GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!
Muy bonito, me ha gustado. Mucha sensibilidad. Un cordial saludo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias, un abrazo grande
Me gustaMe gusta
La bondad de la naturaleza resulta de difícil comprensión. Salvo para el corazón inocente que todo le conviene. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Qué razón, un abrazo grande
Me gustaLe gusta a 1 persona