Los días pasaban y la lluvia que no llegaba,
ya la mayoría había plantado y otros ya se resolvían a hacerlo pues más allá no se podía seguir esperando, había que tentar la suerte y ver si se obtenía algo o la sequía se había instalado y allí se quedaría.
Se seguía divisando todo el paisaje quemado, los espacios donde habían sido tumbados los árboles y todo lo que en esa tierra crecía, costaba a veces entender que hicieran esas cosas, el poco valor que daban a la vida que ascendía por ellas.
Un día sucedió que comenzaron las rachas de viento, una, después otra, después otra más, silbaba tanto que todos salieron fuera a verlas pasar.
-Parece que se está acercando el agua- dijo Don Víctor
Al ratito nomás se escuchó un fuerte tronido que repercutió por toda la montaña, haciendo que retumbara y parecía que se sacudía.
Pasó un rato y nada, pasó otro rato y nada, con bastante decepción muchos regresaron a sus casas, la lluvia había pasado sin dejar caer una sola gota de agua, sin embargo estaba cerca ya las nubes venían con ella, ya pronto llegaría, era cuestión de horas, cuanto mucho un día.
Así fue, comenzaron a caer pequeñas gotitas, una detrás de otra, muy tímidamente, los niños salieron a recibirlas, jugando y dando vueltas con la cara mirando al cielo y dejando que por su faz corrieran libres y los mojaran.
Fue un gran consuelo para todos, lluvia ¡al fin!, había una esperanza, tal vez no se diera muy bien la cosecha sin embargo algo se sacaría.
El maíz fue creciendo, sobre todo el de los primeros que lo habían plantado, se había ido para arriba, estaban contentos y presumían el haberlo hecho cuando todos decían que no era conveniente. Esa costumbre del ser humano festejar antes de tener los resultados y ufanarse de lo que ha realizado.
La lluvia llegó y se presentaba casi a diario a la misma hora como era costumbre en ella en esas fechas, lo que permitía tener una vida ordenada bajo su mandato.
Todo iba marchando cual lo esperado, sin embargo a Don Víctor había algo que no le parecía, el aire olía a rancio, ¿quién sabe lo que eso quería decir?, algo estaba pasado y no era buena señal.
Los hombres seguían yendo a la milpa a cuidarla y las mujeres cocinando, lavando ropa desde tempranito para ver si se secaba antes que comenzara el aguacero.
Los pleitos habían regresado, volvían a pelear, sin embargo ahora era entre los que se habían separado, los que se habían ido al gobierno, no aceptaban lo que las autoridades que habían elegido hacían y eso llevó a que nuevamente un grupo se abriera y creara una nueva fracción, se habían vuelto independientes.
Ahora ya eran tres los grupos y tres autoridades diferentes que gobernaban el pueblo, más los religiosos que se estaban formando, las cosas parecían que iban de mal en peor, que no dejaban lugar a dudas que los cristianos no entendían y que las voces de afuera y los ofrecimientos que les hacían valían más que sus criterios y sus penurias.
Habían comenzado las divisiones que más adelante iban a proliferar, nadie estaba contento, pues las autoridades al rato de ser elegidas ya comenzaban a hacer abuso del poder según los chismes que corrían o saber hasta donde no era alguno que los dejaba caer pues él quería el puesto, eso sí paulatinamente toda la unión que tenían se estaba socavando y acabando con ellos, mientras el afuera reía y se sentía feliz pues era lo buscado.
Eso sí, el alcohol había vuelto para quedarse, ya era cuestión de irlo a buscar, más allá que dentro del pueblo no se vendía pero alguien muy negociante había instalado un puesto de venta fuera del poblado, donde nadie le podía decir nada y desde ahí despachaba, eran unos kilómetros nada más que había que hacer y para ellos acostumbrados a la caminata no era nada. Eso sí no se bebía ahí, se lo tenían que llevar, pues no se trataba de crear una cantina, sino un expendio, había una gran diferencia.
Un día en que todo estaba tranquilo, donde las cosas iban supuestamente bien, la milpa crecía, aunque aún no había sacado sus elotitos, el cielo se empezó a poner gris, cada vez más intenso, tanto fue que pareció que el día se hizo noche, obscureció, que todos asombrados salimos a mirar qué era lo que pasaba. Algo muy grande se acercaba e iba paso a paso tapando la luz del sol y a él mismo.
Un fuerte viento que no permitía estar parado fuera pues a uno lo tumbaba, comenzó a arreciar, tanto que los techos de láminas parecían que se iban a volar, los embolsaba y hacían un ruido atronador, que daba miedo el escucharlo.
La luz se fue, el silencio humano se hacía sentir, solo el viento era el amo del momento, dejando que su sonido zumbante y rafagueando diera motivos para el miedo, a una población que ya de por sí las fuerza de la Naturaleza les merecía todo su respeto.
Duró como un día y atrás de él vino la lluvia, no cualquier lluvia una muy intensa que duró lo que el Diluvio casi, a veces se detenía un poco como para descansar y tomar fuerzas para luego regresar con más poder.
Casi cuarenta días de obscuridad fueron, pues día y noche estaba negro, era tanto la humedad que parecería que en cualquier momento a uno le iba a salir musgo en la piel.
Cuando amainaba un poco la lluvia los hombres aprovechaban a salir para ir a ver sus tierras, sus milpas, a buscar un poco de leña aunque estuviera húmeda lo que hacía muy difícil encender el fogón, el humo se extendía mucho más que de costumbre y mantenerlo era soplándolo a cada momento, las mujeres no se podían separar de él si querían que su comida estuviera lista.
El lodo era tanto que uno se quedaba clavado en el suelo, costaba mucho poder sacar la bota, lo mismo sucedía dentro de las casas con pisos de tierra, ya que el agua se filtraba por todas partes y uno quedaba como estaca incrustada.
Las milpas con el fuerte viento habían caído, sobre todo las primeras ya que no tenían aún fortaleza para superarlo y no habían dado el elote que eso ya era señal de que estaban maduras.
Las que se plantaron luego resistían, si no bien todas las plantas algunas de ellas, más allá que tanta lluvia hacía que los terrenos se inundarán y no corriera el agua, lo que pudría a la planta.
Si no se detenía la lluvia quién sabe qué sería de ellos, a parte no se podía salir, no había ningún transporte que llegara a la ciudad y las pocas provisiones que el pueblo tenía en sus tiendas que en esa época eran dos se estaban acabando, así que ni siquiera con dinero o comprando fiado se podía conseguir comida.
Era como si el mundo se estuviera desdibujado, donde todo se borraba, desaparecía frente a los ojos de los cristianos que incrédulos miraban lo que con la Naturaleza estaba sucediendo y de la forma en que les estaba respondiendo, más de uno opinaba que se debía a todos los pleitos que se habían extendido y a los usos y abusos que se hacía de ella.
Aún quedaba un poco de maíz y frijol de la cosecha anterior, sin embargo las trojes se iban mermando y sobre todo las mujeres miraban con cara afligida lo que sucedía, pues su pregunta era qué le iban a dar de comer a sus familias, pues ni a cazar, ni a recolectar se podía salir, si las fuerzas del Cielo no paraban el castigo que estaban enviando.
La obscuridad se estaba haciendo cargo y las conversaciones sobre el diluvio no se hicieron esperar, de nuevo comenzó el miedo atroz de que se fuera a acabar el mundo.
-¡Nos vamos a morir todos!, ¡nos vamos a morir todos!- llegó gritando nuevamente el vecino, envuelto en un plástico grande que había encontrado, estaba harto de estar en su casa encerrado y se había lanzado de visita a ver si había alguna noticia nueva- el Sol ha desaparecido, ahora sí, el Cielo está enojado.
¡¿Qué vamos a hacer para calmarlo?!.
CONTINUARÁ…..
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Por ahí los espero.
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A veces sucede eso, no llueve y cuando por fin lo hace, llueve mal, demasiado. La naturaleza puede ser también muy cruel.
Un abrazo, Themis
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Si será cruel la Naturaleza que vivimos en un mundo de depredadores, unos nos tenemos que comer a otros para poder subsistir , un abrazo, Eva
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El olor a rancio igual lo trae la primera lluvia cuando humedece el estiércol depositado durante los meses de sequía. Las disputas que nada arreglan y mucho estropean la convivencia y el alcohol sólo aporta descontrol. Ya vemos como incluso en una pequeña comunidad se pueden repetir las desavenencias de la gran ciudad. Gracias por compartir estos retratos sociales. Un abrazo.
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La gran ciudad lleva con su supuesto progreso las desavenencias a la pequeña comunidad para poder descontrolarla y dominarla, y ellos que se dejan comprar con «espejitos», más allá que la forma de presentarse es de la misma manera, no hay muchas diferencias. Un abrazo
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